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Tribuna
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Los ‘baby boomers’ desestabilizan España

Las generaciones que ahora se jubilan controlan las urnas y la calle. Pero el país no se puede permitir que se haga su voluntad

Rafael Ricoy

Hay una opinión muy extendida en la calle, movimientos sociales y Congreso de los Diputados de que las pensiones en España son bajas y que ello se debe a que nuestra Seguridad Social es muy cicatera con los pensionistas. Es una opinión desinformada, equivocada e interesada. Si algo distingue a las pensiones españolas es su insostenible generosidad. Así, la pensión que corresponde a una carrera completa de contribución por el salario medio es el 80% de este último. La cifra comparable en Francia, Alemania y otros países europeos está entre el 40% y el 60%. Las pensiones españolas son muy generosas y, si son más bajas que en otros países, es porque los salarios en España son más bajos que en otros países. No hay otra razón de fondo.

Además, como ha señalado J. A. Herce, los pensionistas españoles recuperan todas las cotizaciones pagadas a la Seguridad Social a los 12 años de jubilarse, cuando aún les queda una esperanza de vida de 10 años más. La financiación de estos últimos años es un regalo añadido que también corre a cargo del "Estado", o sea, de los contribuyentes, de generaciones más jóvenes que los pensionistas que llegan a disfrutar de esta última década vital, que son la mayoría.

Esto, como en cualquier otro esquema piramidal o de Ponzi, sólo es sostenible en la medida en que la base de la pirámide de población sea mucho más amplia que su parte superior. Basta echar un vistazo a la pirámide española para comprobar que éste no es el caso: las cohortes más numerosas están entre los 44 y los 64 años y están empezando a jubilarse. Son los llamados baby boomers. Sus pensiones las pagarán cohortes más jóvenes y mucho menos numerosas.

Los baby boomers no solo son (somos) la generación más numerosa de la historia. También somos la más egoísta y, a lo largo de nuestro ciclo vital, hemos impuesto nuestras preferencias al resto de la sociedad. Popularizamos la marihuana cuando jóvenes, pero tras una visita al cardiólogo, en nuestra mediana edad, prohibimos fumar a todo el mundo. Hicimos que nuestros salarios subieran con fuerza mientras trabajábamos y ahora, jubilándonos, queremos que suban las pensiones. Podemos conseguirlo porque controlamos las urnas y la calle. El problema es que España no puede permitírselo.

Nuestro sistema contributivo de pensiones tiene un déficit anual de 23.000 millones de euros. Es una enormidad. Este déficit se cubre con créditos que da el Estado a la Seguridad Social. El último de estos créditos ha sido de 7.500 millones de euros para poder pagar la paga extraordinaria correspondiente a este mes de junio. Esta operación, aparentemente financiera, es en realidad un truco contable para ocultar la verdadera dimensión del déficit público en España, evitando que el déficit de la Seguridad Social se incluya en el procedimiento europeo de déficit excesivo. En realidad el verdadero déficit público español es superior al 5% del PIB, en contra de lo decía el anterior gobierno, que aseguraba que era inferior al 3%. La situación de las finanzas públicas españolas, con una deuda que no para de crecer, es dramática. Ello se refleja en que España es el único país de la UE que sigue sometido al procedimiento de déficit excesivo.

Los baby boomers que se manifestaron en Bilbao hace dos meses pidiendo aumentos de su pensión son literalmente los mismos que se manifestaron cuando el cierre de Altos Hornos, mostrando ya entonces gran destreza en el lanzamiento de bolas de rodamiento con potentes tirachinas. Abollaban los cascos de los policías. Desde ese cierre han vivido del erario público sin trabajar y ahora quieren mejores pensiones. Los presupuestos del Estado ya aprobados dan aumentos del 1,6% y del 1,5%, con un coste puntual estimado de 3.000 millones de euros. Pero como el aumento se consolida de por vida, el coste total será de 33.000 millones. España no puede. En serio.

César Molinas es economista, consultor y escritor.

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