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La desigualdad se enquista más en España que tras las crisis anteriores

A pesar de la fuerte mejora del empleo, la equidad no se recupera con la misma intensidad que en la salida de las anteriores recesiones

Antonio Maqueda

A pesar de la intensa mejora del empleo, la desigualdad en España se está recuperando ahora peor que en las anteriores salidas de crisis. Aunque esta vez el Estado y las familias dispusieron de más colchones para amortiguar el golpe, la Gran Recesión ha sido más profunda, prolongada y con un incremento del paro más brutal. Lo que puede haber condicionado la recuperación, retardando la corrección de la desigualdad. Además, la temporalidad, las escasas horas trabajadas entre los poco formados, la reforma laboral, la globalización y la uberización pueden estar dificultando la mejoría de las rentas bajas. Según los expertos, la burbuja ocultó un problema de desigualdad que ya se estaba generando en otros países desarrollados.

Varias personas forman una larga cola ante una oficina de empleo
Varias personas forman una larga cola ante una oficina de empleoEFE
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Uno de los indicadores de desigualdad más habituales es el coeficiente de Gini, que mide cuánta concentración hay de rentas en una sociedad, siendo 0 el caso en el que todos los individuos tienen la misma y 1 el supuesto en el que una sola persona se apropia de todo. Con el fin de comprobar cómo se ha comportado la desigualdad en los distintos ciclos de la historia reciente de España, basta con igualar todos los periodos fijando el punto inicial en la base 100 —esto es, el año de mayor tasa de crecimiento en cada ciclo—, y ver a partir de ahí cómo evoluciona el Gini de rentas según se ralentiza la actividad, cae en una recesión y, finalmente, inicia la recuperación. Al observar el gráfico, la imagen es clara: durante los años de recesión, el Gini, y por tanto la desigualdad, se comportó ahora mejor que en los noventa pero peor que en los ochenta. Sin embargo, una vez llega la mejora del mercado laboral, el Gini no se está recobrando con la misma intensidad que en periodos anteriores.

Si se compara con la evolución del empleo, en los noventa el Gini trazó prácticamente la misma trayectoria que la ocupación. En cambio, con los datos disponibles entre 2014 y 2016, el paro descendió con fuerza, pero eso no se tradujo en una corrección tan apreciable del Gini. Y eso a pesar de que esta vez las cifras de ocupación están siendo muy robustas.

En parte, estos datos reflejan la dureza de esta última crisis, que ha sido mucho más profunda, ha abarcado mucho más tiempo y, sobre todo, ha tenido un impacto mucho mayor en el desempleo. La de principios de los noventa se debió al colapso del sistema monetario europeo, cuando los países vincularon la cotización de sus divisas al marco en un momento en el que los alemanes tuvieron que subir tipos para atajar la inflación provocada por la reunificación. El resto de europeos no pudieron aguantar los tipos del Bundesbank, y eso creó una crisis abrupta durante un par de años. Por el contrario, en los ochenta se produjo una reconversión industrial de la economía franquista, y el paro se disparó incluso más. Si bien el deterioro de esta fue más prolongado, también resultó más gradual. Aunque los españoles partían de situaciones más pobres en las dos crisis, estas recesiones describieron un dibujo en el PIB mucho más suave que la actual.

De la marcha del Gini se puede extraer un corolario: la evidente vinculación que guarda con el empleo. Un estudio del catedrático Francisco Goerlich señala que el 80% del aumento de la desigualdad en España tiene que ver con el desempleo. Y la OCDE corrobora esta tesis. Ahora bien, aunque quizás todavía sea pronto dada la escala de esta crisis, en esta ocasión sí que parece observarse por el momento una conducta distinta, una menor correlación que otras veces entre la mejora del empleo y la corrección de la desigualdad. Incluso con la fuerte recuperación vivida en el mercado laboral, el Gini no está mejorando ahora al mismo ritmo.

Tendencia global

Por una parte, juegan varios factores: la globalización, la uberización y la tecnología en general parecen estar desempeñando un papel desconocido hasta ahora en España. Se trata de fenómenos buenos para los consumidores, pero con efectos perjudiciales para los trabajadores desplazados o para aquellos con escasa formación, tal y como ha reconocido el FMI.

Por otra parte, según señalan los expertos, también podrían estar presionando sobre las condiciones laborales el elevado desempleo de larga duración, el mayor peso de los contratos de corta duración, la escasa intensidad de horas trabajadas entre los menos formados, la reforma laboral o la división del mercado de trabajo entre fijos y temporales y entre los que han mantenido el empleo y los que no. Con independencia de su productividad, los nuevos contratados reciben salarios más bajos que los que retuvieron su puesto en la crisis, coinciden varios estudios. Además, los empleados de baja cualificación estarían trabajando menos horas. Y esta polarización podría explicar la peor evolución del Gini. Si se añade que proceden de una prestación de desempleo o habían vuelto a los hogares paternos, a veces solo están obteniendo una retribución ligeramente superior una vez logran un puesto de trabajo.

Como explica el economista Florentino Felgueroso, durante la burbuja la desigualdad bajó mientras aumentaba en el resto de los países desarrollados. Es decir, se ocultó una tendencia ya latente. Y ocurrió así porque se generaron empleos en la construcción y los servicios bien retribuidos pese a su baja formación y productividad. “Durante la burbuja, el problema estaba en los titulados, que no encontraban trabajos adecuados a su formación”, recuerda Felgueroso. Ahora esos puestos bien retribuidos para personal poco cualificado ya no se dan. En su lugar, han tomado el testigo sectores como la hostelería o los servicios propios de la uberización, caracterizados por muchas horas de trabajo a demanda y salarios más bajos. “La burbuja ocultó una pauta que ya estaba sucediendo en Estados Unidos desde los ochenta y en Europa desde los noventa”, señala Felgueroso.

Académicos como Raghuram Rajan defienden que en los países avanzados se intentó contrarrestar este fenómeno fomentando el endeudamiento de las clases menos pudientes. Es decir, al haberse basado en la deuda, el punto alcanzado en 2007 era delusorio.

En cualquier caso, expertos consultados indican que aún es pronto para suscribir conclusiones definitivas. “Los datos podrían achacarse a la magnitud de esta recesión y, por tanto, se necesitaría más tiempo para saber cómo evoluciona”, precisa un alto cargo de la Administración. El patrón histórico del Gini es que marcha con un año de retraso al 90% igual que el empleo. Según esta versión, esta vez podría retrasarse algo más.

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En su último informe sobre la economía española, la Comisión Europea dedica un apartado a la desigualdad. Y ahí destaca que el 20% de la población con más renta gana 6,6 veces más que el 20% con menos ingresos, lo que sitúa a España entre los países con más desigualdad por renta de la UE.

Según el diagnóstico del Ejecutivo comunitario, los problemas se hallan sobre todo en la parte baja de los ingresos. “La desigualdad es impulsada principalmente por una tasa de paro alta, la polarización en la formación y un mercado segmentado entre fijos y temporales”, dice. También subraya que las rentas de los hogares están creciendo menos que el PIB. Es decir, en un contexto de elevado paro las empresas están consiguiendo más capacidad para fijar salarios, horarios y condiciones. De ahí sus mayores excedentes.

La redistribución

Otro elemento que apunta la Comisión es que la redistribución de los impuestos y transferencias públicas se antoja baja. Solo reduce la desigualdad de ingresos en un 34,6%, frente al 40% de la media de la UE.

Un estudio elaborado por el exdirector de Tributos Jesús Gascón avala estas tesis. Al cotejar a España con los once mejores países europeos usando estadísticas de Eurostat de 2016, los españoles no figuran muy lejos en las privaciones severas gracias a la red familiar. Pero sí que aparecen mucho peor en el porcentaje de individuos cuyos ingresos se sitúan un 40% por debajo de la mediana, una señal inequívoca de desigualdad.

De acuerdo con estas cifras, el Estado español gasta más en desempleo e intereses, pero menos en educación, sanidad y, sobre todo, otro gasto social, que incluye ayudas a la pobreza, las familias o la vivienda. Gascón recalca que la pobreza ha empeorado más con la crisis en aquellos colectivos donde el respaldo público debería ser más contundente: familias con cuatro miembros, menores de 18 años y hogares monoparentales.

Mejoras al tener en cuenta la propiedad y la familia

Un documento de Fedea escrito por Ángel de la Fuente y Jorge Onrubia reconoce que, según el indicador que se utilice, la crisis ha supuesto una pérdida de entre el 35% y el 41% de la desigualdad que se había corregido entre 1973 y 2007. Y señala que el grupo que se ha comportado peor en contraste con los años setenta es el 10% más pobre.

Sin embargo, no todo son cifras lúgubres, dicen De la Fuente y Onrubia. Aunque los españoles figuren entre los peores por ingresos, la desigualdad se subsana bastante cuando se contemplan aspectos como la vivienda. Según Eurostat, si se imputa la propiedad de la casa como si fuese una renta simulando el alquiler, España abandona el pelotón de cola. Otro tanto ocurre si se toma la encuesta de riqueza del BCE: España acumula un patrimonio medio mayor que Alemania, Francia o Italia gracias a la apuesta por la vivienda en propiedad. Por sorprendente que sea, los españoles del segmento más bajo de renta atesoran más patrimonio que los alemanes con menores ingresos. Además, en España la crisis ha provocado una reagrupación familiar que ha amortiguado el impacto en el consumo. Mientras que los hogares más favorecidos redujeron el consumo un 17,2%, el gasto de los más desfavorecidos disminuyó solo un 7,6%, sostiene BBVA. Es decir: mientras que la desigualdad en ingresos creció, la desigualdad en compras se contuvo debido al soporte familiar.

Según apuntan fuentes de la Administración, si se calcula como un gasto en especie las partidas públicas de sanidad y educación, España se despega de los países más desiguales, sobre todo del Este de Europa.

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Sobre la firma

Antonio Maqueda
Periodista de la sección de Economía. Graduado en Periodismo en la Universidad de Navarra y máster por la Universidad de Cardiff, ha trabajado en medios como Cádiz Información, New Statesman, The Independent, elEconomista y Vozpópuli.

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