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China logra hacerse con los robots alemanes de Kuka

Berlín trató de evitar el desembarco de la empresa Midea, que ya tiene el 60% de las acciones

Luis Doncel
Brazos robóticos expuestos por la compañía alemana Kuka en la Feria Industrial de Hannover, Alemania.
Brazos robóticos expuestos por la compañía alemana Kuka en la Feria Industrial de Hannover, Alemania. EFE

Los esfuerzos fueron en vano. El Gobierno alemán hizo todo lo que pudo por evitar la operación. El vicecanciller y ministro de Economía, Sigmar Gabriel, habló con importantes ejecutivos con la esperanza de buscar una oferta alternativa de procedencia europea. La canciller Angela Merkel también se interesó por el asunto; y el comisario europeo para la Economía Digital, el alemán Günther Oettinger, y el poderoso sindicato IG Metall mostraron su oposición. Pero no sirvió de nada. La empresa Kuka, una de las joyas de la corona de la robótica alemana, pasará a manos del consorcio chino Midea.

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La operación no importa tanto por su valor económico como por el estratégico. Kuka es una pieza clave en la apuesta por la digitalización de la industria alemana. La empresa -con plantas en una treintena de países, incluida una en Vilanova i la Geltrú (Barcelona)- fabrica robots para gigantes del automóvil como BMW y Audi o de la aeronáutica como Boeing. Midea, especializada en la fabricación de neveras y aparatos de aire acondicionado, quiere aprender todo lo posible. Hace tiempo que el Gobierno de Pekín anima a sus empresas a salir de compras al extranjero que puedan ayudar a un sector que en China tiene mucho potencial de crecimiento: allí se emplean 305 robots por cada 10.000 empleados frente a los 1.149 de Alemania.

Los accionistas tenían de plazo hasta el pasado viernes para pronunciarse sobre una operación que valoraba la empresa en 4.600 millones de euros, lo que equivale a un precio por acción superior en un 60% a la cotización de febrero. El éxito de los chinos parecía ya decidido a principios de mes, cuando el mayor accionista de Kuka, el grupo de ingeniería Voith, anunció que la oferta era demasiado suculenta como para dejarla escapar. Midea anunció el viernes que, sumado al paquete que ya tenía, controla el 76% del capital. Este porcentaje podría aumentar más porque los inversores disponen ahora de dos semanas más para acudir a la compra.

Para tranquilizar a los dirigentes europeos que se oponían a su desembarco en Alemania, Midea ha dado todo tipo de garantías. Se compromete a mantener la independencia del consejo de Kuka, sus 12.300 puestos de trabajo y la sede en la ciudad bávara de Augsburgo durante siete años y medio.

La compra muestra además una tendencia más amplia. El año pasado, 36 empresas alemanas fueron adquiridas por grupos chinos. En 2009 solo se produjeron dos de estas operaciones. Alemania vive estos días una gran polémica por otra compra china de una infraestructura pública, en este caso frustrada. El Gobierno del Estado de Renania-Palatinado (suroeste del país) se ha visto envuelto en el ridículo por el fracaso en la venta del aeropuerto regional de Hahn, muy endeudado y deficitario, a un inversor de Shanghai.

Mientras tanto, Kuka recibe a los inversores chinos con los brazos abiertos. “Kuka es y seguirá siendo alemana. Y el consejo seguirá siendo independiente de los propietarios”, aseguraba el jueves Till Reuter, presidente de la compañía, al Süddeutsche Zeitung. Ante las críticas recibidas, él se quejaba de que hace años, cuando tuvo problemas para encontrar financiación no encontró tanta solicitud. "Nadie hablaba entonces de una solución europea”, respondía.

El final de la historia aún no está escrito. Los accionistas han dicho que sí, pero aún tienen que dar el visto bueno las autoridades de competencia. Aunque el máximo ejecutivo de Kuka no tiene ninguna duda. “No hay marcha atrás”, asegura Reuter.

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Sobre la firma

Luis Doncel
Es jefe de sección de Internacional. Antes fue jefe de sección de Economía y corresponsal en Berlín y Bruselas. Desde 2007 ha cubierto la crisis inmobiliaria y del euro, el rescate a España y los efectos en Alemania de la crisis migratoria de 2015, además de eventos internacionales como tres elecciones alemanas o reuniones del FMI y el BCE.

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