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Arabia Saudí encara la mayor reforma fiscal de su historia para equilibrar las cuentas públicas

El país árabe busca incrementar la recaudación en 88.000 millones de euros al año de aquí a 2020

El príncipe saudí Mohamed bin Salmán, en una fotografía tomada en París en junio pasado.
El príncipe saudí Mohamed bin Salmán, en una fotografía tomada en París en junio pasado.C. PLATIAU (REUTERS)

Arabia Saudí encara la mayor reforma fiscal de su historia con el objetivo de reequilibrar sus maltrechas cuentas públicas por el desplome del precio del petróleo. El plan de las autoridades dle país árabe pasa por una reducción mayor y más rápido de lo esperado de los subsidios y la creación de nuevos gravámenes que trasladarán a la población las crecientes dificultades económicas que atraviesa el país por el drástico abaratamiento del crudo, que constituye su primera partida exportadora. Entre las novedades destaca la posible creación de un impuesto sobre el valor añadido (IVA), una figura fiscal inexistente hasta la fecha, una tasa sobre el lujo y otra que gravará los refrescos azucarados.

Las medidas ambicionan aumentar en 100.000 millones de dólares (casi 88.000 millones de euros) anuales los ingresos públicos de aquí a 2020. Esta cantidad triplica los ingresos actuales si se descuentan las partidas relacionadas con los ingresos petroleros y sería suficiente para que las cuentas públicas regresen a un punto de equilibrio. Solo con la puesta en marcha del IVA, las arcas públicas saudíes obtendrían 10.000 de los 100.000 millones anuales prometidos, mientras que la reestructuración del esquema de subsidios generaría 30.000 millones de dólares adicionales.

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"Es un gran paquete de medidas que pretende reestructurar algunos sectores generadores de ingresos", afirma el principe saudí Mohamed bin Salmán en una entrevista. Según los datos preliminares, las primeras medidas de ajuste —puestas en marcha el año pasado— ya han empezado a reducir la brecha fiscal: los ingresos no petroleros del Estado saudí crecieron un 35% el año pasado pese a que la economía saudí crece a su ritmo más bajo de los seis últimos años. Entre las medidas que el Ejecutivo ya ha puesto en marcha destaca la subida de los impuestos que gravan los carburantes.

El viraje que las autoridades saudíes proponen supone un giro radical respecto a la política implementada en las ocho últimas décadas, desde que se descubrieron los primeros yacimientos petroleros. Aunque, de momento, este cambio no conlleva la fiscalización de la renta de las personas físicas, sí acerca el modelo fiscal saudí al que impera en la mayoría de países occidentales.

Arabia Saudí también se mira en el espejo de la principal potencia occidental, Estados Unidos, al sopesar la puesta en marcha de un programa de green card que gravará a los expatriados e inmigrantes que trabajan en el país árabe. Con esta medida, el Estado obtendría 10.000 millones de dólares (8.800 millones de euros) al año.

Venta de Saudi Aramco

La estrategia fiscal del Gobierno saudí irá acompañada de la venta parcial y la salida a Bolsa de la petrolera estatal, Saudi Aramco, y de la creación del mayor fondo soberano del mundo para que la importancia del petróleo en la economía del país árabe pase poco a poco a un segundo plano. Hasta que lleguen los ingresos procedentes de la venta de Aramco, Arabia Saudí ha optado por elevar el volumen de deuda pública para poder financiar el creciente gasto público y ya se plantea la emisión de bonos denominados en dólares estadounidenses este mismo año.

Hasta ahora, las autoridades saudíes han esquivado la puesta en marcha de medidas tan duras como las que deja entrever bin Salmán. Entre otros motivos, estas reticencias tienen origen en la propia idiosincrasia de la sociedad, una de las más consevadoras del mundo. En Arabia Saudí, el Estado juega un papel esencial en la economía vía gasto público, creación de empleo y subsidios.

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