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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Euroconcentraciones bancarias

La superación de diferencias nacionales a través de procesos de concentración transnacionales está lejos

El BCE acaba de asumir sus nuevas tareas de supervisión bancaria dentro de la eurozona. Éstas se yuxtaponen a su primigenia y principal función de autoridad monetaria desde la introducción del euro. Es bien conocido que este rediseño funcional del BCE ha tenido como objetivo prioritario conjurar los riesgos de ruptura del euro. El fortalecimiento de la unión bancaria fue la principal respuesta al grado extremo de fragmentación que llegó a alcanzarse en los mercados y sistemas bancarios nacionales de la eurozona.

Tres años después, los riesgos de ruptura parecen efectivamente conjurados. La fragmentación, de la que eran exponentes primas de riesgos soberanas y bancarias bien extremos, se ha reducido muy sustancialmente. También se ha restituido un nivel de credibilidad razonable sobre la solvencia general de la banca tras unos ejercicios de estrés cuyos resultados, avalados ya por el propio BCE, han activado la puesta en marcha práctica del nuevo mecanismo común de supervisión de la banca de la eurozona.

La fauna y el censo de entidades que “hereda” el BCE es bien diferente del existente al inicio de la crisis en 2008. No llegan a 6.000 entidades, unas 700 menos que entonces, y con un volumen de activos global también más reducido, 26,8 billones de euros a finales de 2013 frente a los 33,5 billones de aquella época. Esto da idea del grado de desapalancamiento ya producido, a lo que se une como rango esencial un proceso de concentración que además de muy heterogéneo por países, ha estado dominado por la integración de entidades locales dentro de los mismos. España es un ejemplo manifiesto.

Es obvio que estamos extremadamente lejos todavía de un verdadero mercado bancario integrado en la eurozona. Basta poner de manifiesto que el de los cinco principales países está dominado completamente por entidades locales. Estas acaparan, sin excepción, en torno al 90% de los activos bancarios nacionales. Por añadidura, los modelos de negocio difieren sustancialmente entre ellos: a) grandes diferencias en el censo bancario y en el grado de concentración en número de operantes, b) ratios relativos de número de oficinas y de empleados bien divergentes y, desde luego, c) estructuras de balances bien distintas. Junto a estas notables diferencias estructurales reflejadas en ratios de eficiencia y cuentas de resultados dispares, no ajenas tampoco a la situación diferencial en términos de coyuntura económica de cada país, conviven no obstante tendencias compartidas. La regulación y supervisión común ya han ayudado a reforzar algunas como, por ejemplo, las posiciones de solvencia y liquidez.

Sin embargo, la superación de diferencias idiosincráticas nacionales a través de verdaderos procesos de concentración transnacionales creemos que está todavía lejos. A la existencia de margen de integración nacional en muchos países, se suma que la atención inicial del BCE no es probable que vaya más allá de velar por la salud de las distintas especies que ahora conforman la fauna bancaria bajo su supervisión. Ingente tarea tiene además actualmente el propio BCE, en su condición de autoridad monetaria, con tratar de evitar un episodio deflacionista en la eurozona que la sitúe de nuevo en situación tan comprometida como la vivida.

Daniel Manzano e Itziar Sola son profesores de Afi, Escuela de Finanzas Aplicadas

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