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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Dale una patada a esa lata

No vamos a resolver en breve nuestros problemas fiscales a largo plazo, lo cual no está mal

Paul Krugman
El portavoz de la Cámara de Representantes, John Boehner.
El portavoz de la Cámara de Representantes, John Boehner.Kevin Lamarque (Reuters)

John Boehner, el portavoz de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, afirma que está exasperado. “En algún momento, Washington tiene que afrontar el problema del gasto”, decía el miércoles. “Les he visto darle patadas a esta lata calle abajo durante 22 años desde que estoy aquí. Ya he tenido suficiente. Es hora de actuar”.

En realidad, John Boehner necesita refrescar su memoria. Durante la primera década del tiempo que estuvo en el Congreso, el Gobierno de Estados Unidos lo estuvo haciendo muy bien en el frente fiscal. En concreto, la relación entre la deuda federal y el producto interior bruto (PIB) era un tercio más baja cuando Bill Clinton dejó el cargo de lo que lo era cuando llegó. No fue hasta que vino George W. Bush y derrochó el superávit de Clinton en recortes de impuestos y guerras infundadas cuando el panorama presupuestario empezó a deteriorarse otra vez.

Pero ese es un asunto secundario. La cuestión clave es esta: aunque es cierto que en última instancia necesitaremos alguna combinación de aumento de los ingresos y recorte del gasto para controlar la deuda del Gobierno estadounidense, este no es el momento más apropiado para actuar. Dada la situación en la que nos encontramos, sería irresponsable y destructivo no darle una patada a esa lata calle abajo.

Empecemos por algo básico: recortar drásticamente el gasto público destruye puestos de trabajo y hace que la economía se contraiga.

Recortar drásticamente el gasto público destruye puestos de trabajo 

Esta no es realmente una proposición debatible en estos momentos. El efecto de contracción que tiene la austeridad fiscal ha quedado demostrado una y otra vez por los estudios y confirmado de manera abrumadora por la experiencia reciente; por ejemplo, por la grave y continua crisis de Irlanda, que durante algún tiempo os vendieron como un ejemplo perfecto de política responsable, o por la forma en que el giro hacia la austeridad del Gobierno de Cameron ha hecho descarrilar la recuperación de Reino Unido.

Hasta los republicanos reconocen, aunque selectivamente, que los recortes del gasto son perjudiciales para el empleo. Así, John McCain advertía a principios de esta semana de que los recortes en defensa que se prevé que se produzcan por el embargo del presupuesto acarrearán la pérdida de un millón de puestos de trabajo. Es verdad que los republicanos suelen dar la impresión de creer en el “keynesianismo armamentístico”, una doctrina según la cual el gasto militar, y solo el gasto militar, crea empleo. Pero eso, claro está, es ridículo. Al hablar sobre las pérdidas de puestos de trabajo ocasionadas por los recortes en defensa, el Partido Republicano ya ha reconocido el quid de la cuestión.

Aun así, ¿no destruirán empleo los recortes del gasto (o las subidas de impuestos) cuando quiera que se produzcan y, por tanto, no deberíamos pasar el mal trago ahora? La respuesta es no; dada la situación de la economía, este es un momento excepcionalmente malo para la austeridad.

Un modo de ver esto es comparar la situación económica actual con las circunstancias que imperaban durante una época anterior de recortes en defensa: la gran reducción del gasto militar de finales de los años ochenta y principios de los noventa, tras el final de la guerra fría. Esos recortes del gasto también destruyeron empleo, con consecuencias especialmente graves en lugares como el sur de California, que dependía en gran medida de los contratos militares. A escala nacional, sin embargo, los efectos se vieron paliados por la política monetaria: la Reserva Federal rebajó los tipos de interés de forma más o menos paralela a los recortes del gasto, lo que contribuyó a impulsar el gasto privado y a minimizar el efecto negativo general.

Hoy, por el contrario, seguimos sufriendo las consecuencias de la peor crisis financiera que ha habido desde la Gran Depresión, y la Reserva Federal, en su intento de combatir la crisis, ya ha rebajado los tipos de interés tanto como puede (en dos palabras, hasta cero). De modo que la Reserva Federal no puede mitigar los efectos negativos para el empleo de los recortes del gasto, que se dejarían sentir con toda su intensidad.

La Reserva Federal ya no puede mitigar los efectos negativos de los recortes

La cuestión, una vez más, es que este no es el momento más apropiado para actuar; la austeridad fiscal debería esperar hasta que la economía se haya recuperado y la Reserva Fedeal vuelva a ser capaz de amortiguar el impacto.

¿Pero no nos enfrentamos a una crisis fiscal? No, en absoluto. El Gobierno federal puede adquirir préstamos más baratos que en casi cualquier otro momento de la historia y los pronósticos a medio plazo, como las previsiones a 10 años publicadas el martes por la Oficina Presupuestaria del Congreso, son claramente no alarmantes. Sí, hay un problema fiscal a largo plazo, pero no es urgente que lo resolvamos ahora mismo. La supuesta crisis fiscal solo existe en las mentes de los entendidos de Washington.

No obstante, aunque debamos posponer los recortes del gasto por ahora, ¿no sería bueno que nuestros políticos pudiesen pactar simultáneamente un plan fiscal a largo plazo? Desde luego que sí. También sería bueno que tuviésemos paz en la tierra y fidelidad conyugal universal. En el mundo real, los senadores republicanos dicen que la situación es desesperada (pero no lo bastante desesperada como para justificar que se suban los impuestos ni siquiera un penique). ¿Les parece que estas personas están dispuestas y preparadas para firmar un gran pacto fiscal?

Siendo realistas, no vamos a resolver en breve nuestros problemas fiscales a largo plazo, lo cual no está mal; no es lo ideal, pero no pasará nada terrible si no lo arreglamos todo este año. Mientras tanto, nos enfrentamos a la amenaza inminente de un daño económico grave debido a los recortes del gasto a corto plazo.

Y deberíamos evitar ese daño dándole una patada a la lata calle abajo. Esa es la manera responsable de actuar.

Paul Krugman, premio Nobel de 2008, es profesor de Economía en Princeton

© New York Times Service 2013

Traducción de News Clips

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