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Grecia prepara más recortes ante la presión de Europa

El Gobierno niega que esté a punto de declarar la quiebra

Despedir a todos los trabajadores del sector público contratados en los últimos dos años. Reducir más las ayudas sociales. Aplicar una política impositiva aún más estricta. El Gobierno griego se ha reunido en la tarde de hoy para discutir estas medidas ante la evidencia de que la recesión en la que el país lleva inmerso tres años le va a hacer imposible cumplir sus objetivos de déficit. El primer ministro, Yorgos Papandreu, teme que Europa y el FMI reaccionen a este posible incumplimiento paralizando la ayuda financiera que envían a Atenas, lo que obligaría al país a declararse en quiebra. Así que el Gobierno se ve forzado a apretar un poco más el cinturón que aprieta a una población que ya no puede más.

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Un síntoma de que las negociaciones no van bien es que los representantes europeos no viajarán mañana a Atenas como estaba previsto; y ni siquiera han fijado una nueva fecha. Los expertos que tienen que valorar la marcha de los ajustes abandonaron Atenas hace dos semanas al constatar que el Gobierno se habían enrocado y no avanzaba en las medidas de austeridad a las que se había comprometido. En lugar del encuentro cara a cara, el Ejecutivo de Papandreu se tendrá que conformar con una teleconferencia en la que a un lado se sentará el alumno (representado por el ministro de Finanzas, Evangelos Venizelos) y al otro, los profesores (la troika, es decir, la Comisión Europea, el FMI y el BCE).

Atenas confía en que el encuentro sirva para demostrar que está haciendo los deberes, y acelerar el proceso para desbloquear los 8.000 millones que necesita urgentemente. "La teleconferencia debe ayudar a buscar un acuerdo sobre las medidas y los objetivos para 2011 y 2012 en vista a la preparación de los Presupuestos del Estado", dijo el ministro Venizelos.

La tensión es tal que la cancelación ayer de un viaje de Papandreu a EE UU disparó los rumores de que la declaración de quiebra era inminente. Hasta tal punto que el ministro de Finanzas se ha visto obligado hoy a desmentir que el cambio de planes se deba a una inminente declaración de quiebra.

"Esos comentarios no son solo irresponsables, sino también ridículos. Cada fin de semana, Grecia se tiene que enfrentar a ataques organizados por los especuladores en los mercados internacionales", afirmó el ministro en un comunicado. "El primer ministro considera que no debe estar ahora fuera del país. Quiere asegurarse de que Grecia cumple todos los compromisos con sus socios europeos", dijo a la agencia Reuters el portavoz del Gobierno. Pero a la oposición no le basta con estas palabras y, tanto la que está a la derecha como a la izquierda de los socialistas del Pasok, ha aprovechado la ocasión para insistir en que la única solución es la convocatoria anticipada de elecciones.

Grecia es consciente de que para deshacerse de las suspicacias que despierta en Europa tiene que darse prisa con las reformas estructurales a las que se ha comprometido (reducción del peso del sector público, privatizaciones, liberalización de sectores, impulso a la competitividad...). El problema es que cada impulso que da el Ejecutivo quiebra un poco más la cohesión social.

Un ejemplo es la arremetida que el mayor sindicato del país ha dado este fin de semana contra el nuevo impuestos sobre las viviendas que ha improvisado el Ejecutivo. La organización GSEE considera "inaceptable" que los parados que reciben prestación no estén exentos de este impuesto. Pero, lejos de ablandarse, el Gobierno insiste en que todos los ajustes son necesarios. E incluso ha amenazado con nuevas medidas si la tasa inmobiliaria, que se cobra a través de la información que dan las compañías de luz, no se recauda en su totalidad.

El primer ministro griego, Yorgos Papandreu.
El primer ministro griego, Yorgos Papandreu.EFE

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