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Reportaje:COPA DEL REY | Ida de las semifinales

La gonalgia mágica de Llorente

Superados los dolores de rodilla que le apartaron de la competición, el jugador del Athletic suma cinco goles decisivos en tres partidos

Si cuando Estados Unidos se resfría, se dice, Europa estornuda, cuando Fernando Llorente hace una mueca de dolor, el Athletic se estremece. Por eso, cuando el delantero internacional desapareció de las alineaciones por culpa de una gonalgia (un problema en la articulación de la rodilla), San Mamés resucitó los viejos fantasmas de la dependencia del goleador, de la falta de referencias en el ataque y del escaso fondo de armario de artilleros en el vestuario.

Números cantaban, ciertamente. Mientras Llorente no estuvo, nadie consiguió el estandarte del gol en el Athletic. Coincidencias o casualidades aparte, se jugaba como siempre, como ha definido Marcelo Bielsa, pero la capacidad de llegada a la portería rival era la de un coche al que se le ha encendido la reserva de la gasolina.

Cuando ha vuelto, Llorente, el riojano de Rincón de Soto, ha anotado seis goles en tres partidos, con un triplete incluido en Vallecas, como si la gonalgia, por mágica, quisiera resarcirle del mayor daño causado en ese tiempo que va desde el 3 de noviembre de 2011 hasta el 8 de enero de 2012, cuando salió como suplente en Getafe retornando a la competición.

Antes de estos momentos de gloria (un gol al Levante, tres goles al Rayo Vallecano, dos goles al Mirandés para acercar al Athletic a una nueva final de la Copa) hubo tiempos duros para Llorente, a quien la gonalgia, cuando se hartó, mandó a las sesiones maratonianas en Lezama, a la ausencia de los terrenos de juego. Eso, con la vista puesta en una temporada ilusionante. Primero, por las expectativas creadas por el estilo Bielsa, que le han rescatado otras versiones futbolísticas alejadas del grandullón vertical; segundo, por el horizonte de la Eurocopa, donde actuaba como delantero de recambio y en partidos específicos, pero en la que, lesionado Villa, estaba más cerca de posiciones más jerárquicas en la selección española.

Vicente del Bosque, el seleccionador, estuvo el martes en Miranda, donde Llorente le brindó dos goles que eran como una invitación escrita por las dos caras. El primero, un clásico: remate de cabeza en el segundo palo; el segundo, una acción personal escarbando el hueco entre el bosque de piernas para disparar con la suavidad que exige la precisión.

Fueron dos goles que a Llorente le iluminaron la sonrisa por el destino que tienen, la ansiada final de Copa. Pero lo que le llenó el corazón fue el triplete de Vallecas, que le dio tres puntos y el balón firmado por sus compañeros con dedicatorias de todo tipo: "Y ahora, a renovar. Suerte, Josu", en alusión al presidente Urrutia, que tiene encima de la mesa un asunto espinoso por las cantidades en las que se mueve el futbolista (se habla de una petición de cinco millones anuales). Ibai Gómez prefirió tirar de humor inmediato y le recriminó haberse quedado con la pelota que también solicitaba Arribas, precisamente su marcador, que logró su primer gol en Primera. "Están jodidos de tela y, encima, les robas el balón", decía el joven delantero bilbaíno. Otro, que no firma su declaración, exacerba el humor y le dice a Llorente: "Con esa almendra, yo también meto tres goles".

Sin duda, la renovación del contrato de Llorente no solo está en el despacho del presidente, sino también en el vestuario de Lezama. Cuando Llorente decidió parar, aquejado por su gonalgia (al final, mágica), el Athletic apeló a la democracia goleadora de un equipo que ha dado premio a más de la mitad de la plantilla. Un hecho que habla del dinamismo del conjunto, aunque acaba dependiendo del jefe de la banda.

La continuidad de Llorente, pretendida desde hace años, desde que Joaquín Caparrós le elevó la autoestima y le devolvió al estatus anímico que le había procurado en su debut Ernesto Valverde, se ha convertido en un asunto capital. Su calidad es indiscutible; la retahíla de posibilidades internacionales, poco limitada; la necesidad del Athletic por contar con un jugador franquicia y resolutivo, inaplazable. El problema es el precio que cuesta competir económicamente con el selecto club de los más grandes. Las negociaciones se iniciaron hace tiempo y la sintonía emocional y personal es fuerte, pero el Athletic sabe que el efecto cascada de un contrato supermillonario podría ser demoledor a medio plazo. No es fácil negociar en esas condiciones, por más que Llorente hace auto de fe rojiblanca a cada paso que da. De momento, en tanto la moqueta de los despachos se allana, ha recogido de la gonalgia bien curada los frutos que esperaba. Y el Athletic, también.

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