Columna

La realidad gemela

Produce desazón ver al ministro Montoro preguntar quién miente sobre el déficit.

¿Y por qué esta desazón? En periodismo todo ha de basarse en los datos y no tanto en las sensaciones, en las palabras. Sol Gallego, a la que acaban de otorgar un premio muy merecido por su vida dedicada a este oficio (¡y lo que le queda!), suele decir que este trabajo ya solo vive de declaraciones. Y de sensaciones; faltan datos.

Pero, sí, sentí desazón cuando vi a Montoro echándole a los anteriores las culpas de todo. Podía haber traído a colación algunos versos de La vida es sueño, pues Cald...

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Produce desazón ver al ministro Montoro preguntar quién miente sobre el déficit.

¿Y por qué esta desazón? En periodismo todo ha de basarse en los datos y no tanto en las sensaciones, en las palabras. Sol Gallego, a la que acaban de otorgar un premio muy merecido por su vida dedicada a este oficio (¡y lo que le queda!), suele decir que este trabajo ya solo vive de declaraciones. Y de sensaciones; faltan datos.

Pero, sí, sentí desazón cuando vi a Montoro echándole a los anteriores las culpas de todo. Podía haber traído a colación algunos versos de La vida es sueño, pues Calderón ya avisó de que siempre habrá otro que rebusque en las basuras ajenas consuelo para sus tribulaciones.

España se ha llenado de realidades gemelas. Sin ir más lejos, a Montoro le pusieron a un gemelo, Luis de Guindos; uno y otro están amarrados a la gemelidad perpetua: Economía y Hacienda, que son los Mauri y Maguregui (aquellos grandes medios volantes) de cualquier organigrama de Gobierno.

Ese paralelismo, Economía y Hacienda, nos va a traer alguna que otra zarabanda en los meses próximos. Es lo que pasa cuando los gemelos se separan, uno tira del otro. Pero la desazón viene del fondo de la cuestión abordada por Montoro. ¿Quién miente? Un título de Soledad Puértolas, Todos mienten, sirve para dar la respuesta; pero, pensándolo mejor, no parece que case ese lugar común con el clima que imperó entre los que se fueron y los que vinieron en cuanto se produjo el traspaso de poder. ¿A qué viene, pues, esta rectificación que acaba de entronizar Cristóbal Montoro para jolgorio de todos los que ya se habían regocijado con la perspectiva de las alfombras sucias? A algo viene, y lo veremos próximamente en las pantallas.

Con respecto a los paralelismos, a esa realidad gemela que vive España. Dices Valencia y en seguida alguien dice Andalucía; y dices Baleares y alguien enseguida dice Castilla-La Mancha. Y así sucesivamente. ¿Es que será imposible, alguna vez, que cada conversación tenga su nicho, que cada asunto tenga su relieve? ¿Será posible que algún día un asunto no sea pretexto de otro? ¿Siempre tendremos que oponer un malo a otro malo?

De los gemelos de estos días, aquellos a los que se ha observado con más atención han estado sentados en los banquillos. Matas-Alemany, Costa-Camps. Sus semblantes (los de los cuatro) tienen distintas categorías de bruma: Costa está abrumado por Camps; él parece tan serio y circunspecto, mientras Camps dirige una orquesta de chirigotas; y a Matas se le ve como a Costa (salvando otras distancias): circunspecto junto al hombre que le escribía los discursos, pues este (Alemany) se ha dedicado a remachar clavos ardiendo, mientras el expresidente trataba de arreglar con solemnidad lo que se hizo con chapuza. Son gemelos a la fuerza unos y otros, pero cuánto juego dan sus miradas cruzadas, su ansiedad por dejar de estar juntos.

En fin. No llegué a la apelación que hizo Montoro desde el púlpito congresual: "Miembras". ¿Fue en serio? ¿Fue en broma? Sería, en todo caso, una broma paralela que Bibiana Aído habrá entendido desde Nueva York.

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