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La velocidad de Europa

Les agradezco que hayan escogido esta fecha del 9 de noviembre y les felicito por ello. Al hacerlo así todos los años, en un «día decisivo» para Alemania y Europa, expresan ustedes el fuerte vínculo existente entre el destino de Alemania y el destino de Europa.

Esta fecha nos recuerda momentos dolorosos y gozosos de la Historia reciente de su país y, con él, de nuestro continente. Es el día en que el Imperio Alemán llegó a su fin. Dos días después, el Armisticio de la Primera Guerra Mundial acabó con aquella espantosa carnicería, pero no pudo allanar el camino para una paz duradera. Y es el día de 1938 en que los nazis quemaron las sinagogas, uno de los hechos que sirvieron como preludio a los horrores que vendrían detrás. Pero también es el día de la caída del muro de Berlín, en 1989, cuando la libertad venció al totalitarismo.

Una UE fracturada no funcionará. Alemania debe asumir sus responsabilidades ante una gran presión
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Hoy en día Europa es, efectivamente, muy distinta a como era en 1989. Las fuerzas de la mundialización, combinadas con la tecnología de la información, se han traducido en una nueva dimensión de interdependencia que afecta a todos los países de Europa y a cada ciudadano europeo.

En 1989, la omnipresente Internet aún no formaba parte de nuestra realidad. Los mercados no podían reaccionar ante acontecimientos provocando en segundos reacciones en cadena que se esparcen por todos los rincones del globo.

Esta es hoy nuestra realidad. Esta es la realidad en la que se basa nuestra política y que conforma nuestro reto político. El mundo bipolar anterior a 1989 ha sido sustituido por un mundo multipolar más inestable e imprevisible.

Ya en 1954 "Jean Monnet" predijo: Nuestros países se han quedado demasiado pequeños para el mundo de hoy, en comparación con las posibilidades de la técnica moderna y en relación con la dimensión actual de Estados Unidos y de Rusia, y de China y la India en el futuro.

Medio siglo más tarde, los retos de Europa son aun mayores y por ello nuestra ambición debe ser más fuerte, no más débil. En la era de la mundialización, la unificación de Europa es más importante que nunca para preservar nuestra forma de vida, proteger nuestros valores y promover la prosperidad de nuestros ciudadanos.

Esto no va en detrimento de los Estados miembros. Alemania cuenta más en el mundo de hoy, no solo por su poder económico, sino también porque es una fuerza en Europa.

Europa constituye un proyecto dinámico. No es un concepto que pueda darse por cerrado una vez por todas. Es un concepto que debe y puede ser adaptado a circunstancias políticas y económicas cambiantes.

Hablar de potencias emergentes se ha convertido en un lugar común. La mayor potencia emergente del mundo es la Unión Europea. Su naturaleza única la convierte en un poder transformador a través de la cooperación, no de la imposición. El mundo necesita una Europa más fuerte. Más Europa, no menos.

Sin embargo, hay quienes en Europa afirman que su país no necesita al resto de Europa. Pero este argumento individualista también desafía a la racionalidad económica. En 2010, Alemania exportó más bienes y servicios a los Países Bajos que a China, a Francia que a Estados Unidos, a Polonia que a Rusia, a España que a Brasil, a Hungría que a la India. En ese mismo año, se estimó que si la zona del euro o la Unión Europea se rompiesen, los costes ascenderían, en un primer momento, hasta al 50 % del PIB. Se calcula que el PIB de Alemania disminuiría un 3 % y que se perdería un millón de puestos de trabajo si la zona del euro se redujese a un escaso núcleo de Estados miembros.

Esta es la razón por la que todos los líderes responsables deben abogar en estos momentos por Europa. La Unión Europea no promete el paraíso. Pero es nuestra mejor oportunidad de prosperidad.

Europa debe transformarse o declinará. Non progredi est regredi.

En otras palabras, Europa se encuentra en una encrucijada. Nuestro objetivo no debe ser el de restablecer la situación preexistente, sino avanzar hacia algo nuevo y mejor.

Para ello, necesitamos una Unión de estabilidad, pero también una Unión de solidaridad. Para alcanzar el crecimiento que tanto necesita Europa para sobrevivir, precisamos más disciplina, pero también más convergencia. Necesitamos una Unión de responsabilidad, pero también de solidaridad.

La velocidad de la Unión Europea y, con mayor razón, de la zona del euro, no puede ser la velocidad de sus miembros más lentos o reacios. Deben existir (¡de hecho existen!) salvaguardias para quienes no deseen avanzar. Pero una cosa es no unirse y otra obstaculizar completamente el avance de los demás.

Europa tampoco debe retroceder hacia un tipo de política que la haga funcionar únicamente mediante la cooperación intergubernamental.

En la Unión Europea contamos con instituciones en las que están representados los Estados miembros: el Consejo Europeo y el Consejo. Pero también tenemos instituciones de naturaleza innovadora y supranacional: el Parlamento Europeo, elegido democráticamente; la Comisión Europea; el Tribunal Europeo de Justicia; el Banco Central Europeo y el Tribunal de Cuentas.

Son precisamente estas instituciones supranacionales las que constituyen la mejor garantía de respeto de las normas y principios acordados en una Unión de Estados soberanos.

Son precisamente estas instituciones supranacionales las que disponen de independencia y objetividad para garantizar que todos los Estados miembros (los de la zona del euro y los no pertenecientes a ella) reciban el mismo trato con arreglo a los Tratados.

Es precisamente a estas instituciones a las que se encomienda tomar algunas decisiones fuera del ámbito de la negociación política, garantizando así que la estabilidad financiera no acabe siendo rehén de la política.

Este es el significado del papel de la Comisión como Gobierno económico de la Unión Europea en los ámbitos que son competencia de la Unión.

Esta es la perspectiva desde la que, en el curso de los próximos debates sobre la profundización de la integración europea, incluso mediante posibles modificaciones de los Tratados de la Unión Europea, la Comisión va a mantener su papel como garante de los intereses de todos nuestros Estados miembros, de la integridad del mercado único y de la moneda única. El conjunto de la UE y la zona del euro son indisociables.

Una Unión fracturada no funcionará. Esto es cierto para una Unión con distintas partes que buscan diferentes objetivos; para una Unión con un núcleo integrado, pero una periferia desintegrada; una Unión dominada por un desequilibrio de poder o, en definitiva, sin ningún tipo de dirección.

Sería absurdo que la Unión Económica y Monetaria, tal como se concreta en la zona del euro, fuera tratada como una especie de «exclusión» de la Unión Europea en su conjunto. Así pues, el reto es cómo profundizar más la integración de la zona del euro sin crear divisiones con quienes no están todavía en ella.

Antes de que finalice este mes, la Comisión propondrá un paquete de medidas adicionales para profundizar la Unión Europea y la gobernanza económica de la zona del euro.

El paquete incluirá los cinco elementos siguientes:

- Primero, un Reglamento que vincule el FEEF y la ayuda del MEE con supervisión por país, sobre la base del artículo 136 del Tratado. Dicho Reglamento ofrecerá una interfaz entre la asistencia financiera de conformidad con el FEEF y el futuro MEE (cuya naturaleza, como bien saben, es intergubernamental) y una supervisión basada en el Tratado. Intensificará la vigilancia de los Estados miembros pertenecientes a la zona del euro que reciban asistencia cautelar y asistencia concedida en virtud de un programa de ajuste, y también garantizará la vigilancia posterior al programa.

- En segundo lugar, nueva normativa sobre vigilancia presupuestaria reforzada. Para los Estados miembros de la zona euro inmersos en procedimientos por déficit excesivo, establecerá etapas y condiciones graduales para supervisar las políticas presupuestarias nacionales. Permitirá a la Comisión y al Consejo examinar previamente los proyectos de presupuestos nacionales y adoptar un dictamen al respecto antes de su adopción por los parlamentos nacionales, solicitando una segunda lectura en los casos graves.

- En tercer lugar, una Comunicación sobre la representación exterior del euro sobre la base del artículo 138 del Tratado. La Comisión hará propuestas para una voz europea más consolidada y la representación en foros e instituciones internacionales como el G20 o el FMI.

- En cuarto lugar, un Libro verde sobre bonos de estabilidad del euro. Presentaremos las opciones para la emisión conjunta de bonos en la zona del euro, junto con otras medidas para reforzar la gobernanza económica, que tendrán que ser desarrolladas en función de las opciones. Algunas de estas opciones pueden aplicarse dentro del actual Tratado, mientras que los verdaderos «eurobonos» requerirían un cambio del Tratado.

- La quinta será la Encuesta anual sobre crecimiento de 2012. También constituirá el punto de partida para el segundo Semestre Europeo, que es nuestro marco para supervisar y coordinar las políticas económicas y fiscales a escala de la UE.

Asimismo, he decidido reforzar el papel del Olli Rehn nombrándolo vicepresidente de la Comisión responsable de Asuntos Económicos y Monetarios y del euro.

Profundizar la convergencia y la integración de la Unión Europea deberá implicar también una mayor democracia. La democracia debe reforzarse a nivel nacional, pero también a nivel europeo. Creo que la democracia europea debe avanzar reforzando las relaciones entre los procesos democráticos nacionales y el proceso democrático europeo. Esta será la mejor forma de implicar a nuestros ciudadanos en las decisiones que adoptemos. El enfoque comunitario seguirá siendo indispensable al garantizar el principio de subsidiariedad.

Si queremos mantener la democracia en un mundo global, debemos complementar la democracia del Estado nación con la democracia de la Unión Europea. En caso contrario, entregaremos la soberanía material a los mercados, los especuladores financieros y otros operadores mundiales no sujetos a ningún tipo de control democrático.

Durante los últimos meses, Alemania se ha visto obligada a demostrar este impulso como nunca antes lo hizo y tal vez más que cualquier otro país de la Unión Europea. Frente a una presión enorme (y a veces frente a críticas) Alemania debe asumir sus responsabilidades con seriedad.

Ahora es el momento en que Alemania debe mostrar que lucha por la causa de una Europa fuerte, integrada y competitiva. Ahora es el momento en que Alemania debe apoyar los principios en que se basa la Unión Europea y, sobre todo, la legitimidad democrática y la transparencia que proceden del enfoque comunitario.

A lo largo de los últimos 18 meses, la Unión Europea y, en particular, la Unión Económica y Monetaria, han estado sometidas a un proceso de renovación en toda regla. Hemos cometido errores, pero no nos hemos quedado de brazos cruzados.

Hace cuatro años firmamos, justamente aquí, la Declaración de Berlín con ocasión del 50º aniversario del Tratado de Roma.

La Declaración de Berlín recogía una verdad sencilla mas fantástica: Wir sind zu unserem Glück vereint (Afortunadamente, estamos unidos).

Zu unserem Glück. Das ist wahr. An einem Tag wie dem 9. November ist uns das unmittelbar verständlich. Aber es ist nicht nur am 9. November wahr. Es muss unsere Inspiration für jeden Tag, für unseren Alltag sein.

Wir sind zu unserem Glück vereint.

(Afortunadamente. Esto es cierto. En un día como el 9 de noviembre esto lo entendemos directamente. Pero esto no es solo cierto el 9 de noviembre, sino que debe ser nuestra inspiración para cada día, en nuestra vida cotidiana. Afortunadamente, estamos unidos).

Se trata de un regalo precioso que debemos respetar y preservar y que exige algo más que deber y capacidad, requiere razón y pasión. Exige compromiso y -sí- entusiasmo.

A medida que avanzamos, a medida que Europa continúa buscando su salida de la crisis, mi llamamiento a Alemania es el siguiente: muestren liderazgo en cooperación; muestren liderazgo con un espíritu comunitario. Sé que algunas de las alternativas que ofrecemos a nuestros ciudadanos no son fáciles. Pero si queremos que el euro sobreviva y que Europa prospere, son necesarias. Y el liderazgo consiste en hacer posible lo que es necesario.

El final de la crisis todavía queda muy lejos. Pero disponemos de recursos y de medios, siempre que contemos con espíritu y voluntad.

Lassen Sie uns also diese Herausforderung mit Freude angehen. Damit auch die nächste Generation der Deutschen und der Europäer sagen kann: Wir sind zu unserem Glück vereint

(Enfrentémonos también a este reto con alegría de tal modo que la próxima generación de alemanes y de europeos pueda decir: Afortunadamente, estamos unidos).

José Manuel Durão Barroso es presidente de la Comisión Europea. Este artículo es un extracto de su discurso del miércoles en Berlín.

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