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El circo frente a la cruda realidad

Indignados a las puertas de la F-1 se ganan la simpatía de visitantes y bañistas

Un distintivo rojo colgado del retrovisor interior franqueaba el paso a los grandes vehículos con cristales tintados que corrían hacia el circuito urbano de Valencia por la avenida del Puerto. Coches oficiales, grandes o furgonetas de empresa eran autorizados a pasar sin mayor dilación por los policías locales y guardias de seguridad que custodiaban el área reservada a autoridades y personalidades que acudieron ayer al gran circo de la Fórmula 1 en el puerto de Valencia. La dársena interior estaba poblada de grandes yates en cuyas bañeras corría tanto el cava como las prendas de marca.

En el paseo de Neptuno, la zona peatonal entre la playa y los restaurantes de la fachada litoral, decenas de indignados vinculados al movimiento del 15-M devolvían a la tierra a los bañistas y peatones con sus cánticos festivos: "Un banquero se balanceaba sobre una burbuja inmobiliaria, y como veía que no se caía fue a llamar a otro banquero".

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Una elegante pareja de cierta edad celebró la canción y se sumó al aplauso que marcaba el compás. Los dos hijos de unos jóvenes padres se sumaron al baile y movían los pies al ritmo que marcaban las cacerolas contra el suelo. Era la una de la tarde. Caía un sol de justicia. Pero la brisa del mar alivió a los participantes en la carrera de coches de cartón que se registró minutos antes. "Menos Fórmula 1 y más colegios. Less Fórmula One and more schools", rezaba una pancarta bilingüe para ilustrar a los extranjeros que accedían a las gradas del circuito instaladas frente al edificio Veles i Vents.

"Este circuito, nos sale por un pico", repetían los indignados, que atesoraron la simpatía de la inmensa mayoría de los bañistas y viandantes que circulaban por la zona. "La corrupció, a la presó", añadieron, en una suerte de homenaje al modelo de educación trilingüe que dice Francisco Camps, presidente de la Generalitat, que se extenderá sobre las escuelas e institutos públicos de toda la Comunidad Valenciana para que los adultos del futuro puedan tratar de igual a igual con personajes de la talla de Bernie Ecclestone, el propietario de la Fórmula 1 y acreedor del pico que les cuesta a todos los valencianos el circuito urbano en los alrededores de la dársena interior del puerto de la ciudad.La afluencia al circuito no fue masiva. Las gradas eran más cortas que en ediciones anteriores del Gran Premio de Europa de Fórmula 1. Pero la inmensa mayoría del público vestía de rojo, el color de Ferrari, el color de Fernando Alonso, quien, para satisfacción del personal, terminó la carrera en segunda posición.

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Cuando ya eran nueve los banqueros que se balanceaban sobre una burbuja inmobiliaria y la docena de policías que controlaban a los indignados estaban a punto de sumarse al baile, las máquinas empezaron a rugir. Era la una y media y los bólidos se lanzaban a calentar sus neumáticos en la vuelta de reconocimiento.

Las terrazas y azoteas de los edificios de la calle J. J. Dómine que recaen sobre la dársena interior estaban a rebosar. La vista sobre la primera curva tras la salida es privilegiada. Y muchos aficionados prefirieron pagar por una terraza sombreada, antes que por una plaza en la grada provisional a pleno sol. Renfe confirmó que la ocupación de los servicios de AVE desde Madrid a Valencia y de Euromed desde Barcelona a Valencia registraron una ocupación del 85% el viernes y el sábado. Ayer fue a la inversa. Los servicios de tren de alta velocidad hacia Madrid superaban el 95% de ocupación. Y la clase business estaba repleta. 100%.

Francisco Camps, presidente de la Generalitat, flanqueado por el tenor Plácido Domingo y Bernie Ecclestone, propietario del circo de la Fórmula 1; y estimulado por el elegante traje verde tabaco que eligió para la ocasión Rita Barberá, alcaldesa de Valencia, regaló una sentencia definitiva: "Esta competición convierte a la Comunidad Valenciana, una vez más, en el centro mediático deportivo internacional".

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