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El conflicto de Oriente Próximo

Israel rechaza el plan de paz de EE UU

El primer ministro israelí dice a Obama que hablar de paz con los palestinos sobre la base de la fronteras de 1967 no es realista, pero que quiere resucitar la negociación

Antonio Caño

Sentado a pocos centímetros de él, en el Despacho Oval de la Casa Blanca, el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, le dijo ayer a Barack Obama que no, que su exigencia de negociar la paz con los palestinos sobre la base de la fronteras de 1967 no es realista, que hoy existe una nueva situación demográfica y política que hace obsoleta esa línea y que regresar hasta ella haría a su país "indefendible" ante un posible ataque de parte de los árabes. Toda una bofetada a los esfuerzos de Obama de resucitar el proceso de diálogo.

Pocos jefes de Gobierno en el mundo se pueden permitir el lujo de discrepar tan ostensiblemente del presidente de Estados Unidos, un día después de que este pronunciase su más importante discurso sobre Oriente Próximo, en su propia casa y ante las cámaras de televisión. Pero el del Israel no es un Gobierno más en el mundo; es un hermano unido a la estrategia, la historia y los sentimientos de Estados Unidos, y como tal, la alianza entre ambos es el nudo gordiano del que depende el futuro en Oriente Próximo.

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Obama ya sabía cuál iba a ser la reacción de Netanyahu antes de pronunciar su discurso del jueves. Ese mismo día, el primer ministro israelí habló por teléfono con la secretaria de Estado, Hillary Clinton, tratando de impedir hasta el último momento que el presidente incluyera la condición de las fronteras de 1967. Obama no solo mantuvo esa alusión sino que añadió la necesidad de una "completa y escalonada retirada de las fuerzas militares israelíes" hacia el lado este del río Jordán. También a esto le dijo ayer Netanyahu que no. "Israel tiene que mantener una presencia militar a lo largo del Jordán", afirmó el primer ministro israelí.

La reunión fue un encuentro áspero en el que, "como amigos, surgieron discrepancias", según Obama. "Israel quiere la paz, yo quiero la paz, pero para que sea una paz auténtica y duradera tiene que estar basada en la realidad", dijo Netanyahu. No en ese viejo sueño de las fronteras de 1967 al que usted se refirió, le faltó añadir.

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Podría pensarse después de un encuentro así que este es un caso cerrado, que el último intento norteamericano de poner en pie el proceso de paz está muerto cuando apenas empieza a andar. No es descartable que así sea. Pero las palabras de Netanyahu incluían, junto a toda esa intransigencia, una cierta dosis de pragmatismo. El primer ministro israelí admitió que a un aliado como Estados Unidos se le puede contradecir -sobre todo cuando sabes que cuentas con un buen apoyo de la opinión pública norteamericana- pero no se le puede excluir por completo. Por mucho que le disguste, Netanyahu sabe que tendrá que entenderse con Obama, quizá durante mucho tiempo aún, y trata de adaptar su programa a esa realidad.

El próximo lunes, en una intervención en el Congreso, ofrecerá más detalles sobre sus propuestas, pero ayer, después de todos los desaires, Netanyahu declaró que está dispuesto "a trabajar con Obama para conseguir la paz". "En este momento me corresponde a mí, como primer ministro de Israel, trabajar con usted para conseguir una paz que no ponga en peligro nuestra supervivencia. No tengo margen de error. La historia no va a dar una segunda oportunidad al pueblo judío", declaró, con cierto dramatismo bíblico, pero consciente de que el tiempo actual en Oriente Próximo no permite el mantenimiento del statu quo. Y la Casa Blanca, en público, lo ha rechazado también.

La reunión de ayer pudo servir quizá para tranquilizar algo a la opinión pública israelí de que cuando Obama invita a Israel a una negociación audaz lo hace pensando también y primordialmente en los intereses del propio Israel. "El objetivo último de esa negociación es la de garantizar el mantenimiento de un Estado judío dentro de fronteras seguras junto a un Estado palestino que funcione y sea viable", manifestó el presidente. "La paz verdadera no llegará si en última instancia Israel no tiene la capacidad de defenderse por sí mismo", añadió.Obama insistió en que "Hamás no puede ser un socio en esa negociación". "Es difícil para Israel negociar con una parte que le niega su derecho a la existencia. Los palestinos van a tener que responder a preguntas difíciles sobre el pacto entre Al Fatah y Hamás", advirtió.

Ese problema es solo uno de los muchos que en estos momentos impiden el diálogo. Está también el propósito de los palestinos de conseguir el respaldo para un Estado en la sesión de la Asamblea General de la ONU en septiembre. Israel quiere que EE UU presione a sus aliados para que voten en contra. EE UU se niega a hacerlo si Israel no acepta iniciar las negociaciones. Sigue pendiente también la situación de los refugiados palestinos. Netanyahu dijo ayer que su regreso a Israel estaba completamente descartado y es innegociable.

Benjamín Netanyahu y Barack Obama, en el Despacho Oval de la Casa Blanca.
Benjamín Netanyahu y Barack Obama, en el Despacho Oval de la Casa Blanca.JIM YOUNG (REUTERS)

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