Sir Abbott estuvo allí
Nadie como el escritor británico Rudyard Kipling, nacido en India, definió mejor la época que le tocó vivir a su compatriota James Abbott (1807-1896), comandante de la Armada y fundador de la ciudad de Abbottabad, donde se escondió Osama bin Laden hasta el día de su muerte: "Solo cuando todo el mundo muera acabará el Gran Juego".
La frase, que ha traspasado la frontera literaria para llegar a los círculos de las relaciones internacionales y puede extrapolarse a nuestros días, aparece en la novela Kim. Se refiere a la lucha política que los imperios ruso y británico llevaron a cabo por el control de Asia Central en el siglo XIX. Fueron el lugar y el tiempo que marcaron la vida de Abbott, un peón de ese juego que, a diferencia de la mayoría, tuvo su recompensa con una ciudad que llevó su nombre.
Compañero de escuela de Benjamin Disraeli, futuro primer ministro británico, se convirtió de joven en oficial de artillería de la presidencia de Bengala, perteneciente a la colonia de India. Desde entonces participó en varias misiones de las cuales la más destacada fue un sabotaje frustrado a Rusia donde casi pierde la vida.
De regreso a India, recorrió el distrito de Hazara. Acabó instalándose en un pequeño enclave militar formado por cuatro batallones de infantería nativa. Allí, el imperio, que le nombró caballero de la prestigiosa Orden del Baño, le permitió fundar "la ciudad de Abbott", donde le conocieron como sir Abbott y lideró una lucha local contra los sijs de la región de Punjab. Aficionado a la literatura, escribió una oda en verso a su ciudad que se cuenta entre los peores poemas escritos en inglés.