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Más de 3.000 alumnos pasaron por las 'aulas de castigo' que creó Educación

La medida se puso en marcha el curso pasado para apartar a escolares problemáticos

Pablo Linde

Nacieron el curso pasado para apartar a los alumnos que perturbaban la vida normal de las clases. Los centros educativos de Galicia fueron atendiendo a la circular 8/2009 de la Consellería de Educación y poniendo en marcha lo que el departamento de Jesús Vázquez denominó "aulas de convivencia", que no son otra cosa que de castigo. Ya han pasado por ellas 3.118 alumnos, según apuntó hace 10 días José Luis Mira, director general de Educación, en el Parlamento.

"Fue una medida algo criticada, pero si hay alumnos en el aula que impiden que el profesor pueda desarrollar su actividad, deben ser atendidos en otro ámbito. Y está dando resultados muy buenos, según la inspección", resaltó Mira en la comisión parlamentaria de Educación. Hizo este balance para poner de relieve que la creación de estas aulas de convivencia es una de las medidas que desarrolla su consellería para mejorar los índices educativos de Galicia, que aunque son en general mejores que los del resto de España, presentan déficits que paliar. El director general señaló algunos basándose en el diagnóstico que el departamento hizo en 2009 en un amplio trabajo de campo con casi 43.000 alumnos que se volverá a repetir el mes que viene: "Se pierde el hábito de lectura en secundaria, es necesario fortalecer las bibliotecas, existe una gran equidad en el sistema, pero hay poca excelencia".

"Fueron criticadas, pero están dando buenos resultados", asegura Mira
"Canalizan un problema, pero no lo reconducen", dice un director

Las aulas de castigo, según explicó Mira, están encaminadas, entre otras cosas, a mejorar la convivencia en las aulas de forma que las clases puedan ser mejor aprovechadas por los alumnos que realmente tienen interés. La circular que las creó en septiembre de 2009 las define como aquellas "establecidas para atender al alumnado que por su conducta disruptiva impida el desarrollo normal de su grupo en clase". También establece cómo deben funcionar: "Bajo la responsabilidad del profesorado de guardia [el estudiante] realizará tareas específicas del curso del que proceda".

Lo padres tienen que ser informados siempre que sus hijos sean apartados a estas aulas de castigo. Su permanencia en ellas varía en función del criterio del profesorado, que la determinará en función de la falta que el escolar haya cometido en clase. Podrá permanecer desde una hora -la que corresponde a la asignatura en la que ha sido expulsado del aula-, que es lo más común, hasta varios días si así lo consideran los docentes.

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Desde su creación, algunos sindicatos alertaron de que estas aulas crearían guetos para alumnos problemáticos. Los presidentes de las asociaciones gallegas de directores de primaria y secundaria admiten que las aulas no solucionan problemas de fondo, pero destacan, tras algo más de un año de funcionamiento, que son positivas para la mejora del día a día en clase.

Sin embargo, no todos los centros han implantado este sistema, a pesar de las recomendaciones que dio Educación en su circular. Lo atestigua José Ángel Suárez Alonso, presidente de la Asociación de Directores de Institutos de Secundaria de Galicia, que son precisamente los centros para los que están más específicamente pensadas las aulas de convivencia. "Es una implantación muy desigual. Hay institutos que las tienen y otros que no, pero no tengo constancia de que funcionen de forma muy generalizada", asegura.

Suárez Alonso también subraya que es muy difícil que se den cambios profundos de conducta. "Sirven para canalizar un problema concreto, que antes se hacía de una forma algo anárquica. Pero reconducir el problema es más difícil. Depende de cada lugar, de sus planes de convivencia. Hay centros que tienen sistemas de mediación que hay que saber hacer, no cualquiera vale para eso, y tiene que estar asociado al aula", explica.

A pesar de ello, Xosé Antonio Pardo Cuñarro, presidente Federación Galega de Asociacións de Directivos de Colexios de Ensino Público (Fegadicep), señala que el número de reincidentes en estas aulas es bajo. Para interpretar sus palabras hay que tener en cuenta, como él mismo señala, que en primaria, el ámbito en el que trabaja su federación, las conductas disruptivas de los alumnos son mucho menos graves y que los alumnos tienen mucha mayor respuesta a los castigos que en secundaria. Con estas salvedades en mente, asegura que en su colegio, las aulas de convivencia funcionan perfectamente. "El alumno que ha tenido que pasar por ella se mide después a la hora de incordiar en clase", afirma. Su colegio, según relata, tiene la mayor parte del tiempo inactiva esta medida, que solo se pone en marcha eventualmente.

Pardo Cuñarro, que evalúa la medida como "muy positiva" advierte de que es preventiva y que sirve para evitar sanciones más graves como que la conducta del alumno pase por el consejo escolar o se le tenga que abrir un expediente. Se puede comprobar que esto es así al contrastar los datos que dio José Luis Mira de los 3.118 alumnos que han pasado -o "participado", que fue el verbo que empleó el director general- por aulas de convivencia con los expedientes disciplinarios abiertos en Galicia, que en el curso pasado fueron 733 en todos los niveles educativos. La comunidad autónoma es una de las que presentan unas tasas más bajas de estas amonestaciones a alumnos con un 0,25%. La mayoría, concentradas en secundaria.

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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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