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Batasuna se apropia del 3 de Marzo

La izquierda 'abertzale' aprovecha el capital simbólico de los sucesos de Vitoria para reforzar su polo soberanista - Ezenarro rechaza la "politización" de las víctimas

Varios hechos parecen solaparse a la hora analizar la evolución del movimiento creado en torno a los sucesos del 3 de marzo de 1976 en Vitoria, cuando la policía del tardofranquismo mató a cinco personas y dejó casi un centenar de heridos, 42 de ellos de bala, al disolver una asamblea obrera. Atrás quedaron aquellas primeras manifestaciones unitarias, en las que el PSOE, el PCE, CC OO y UGT compartían pancarta con LAB y otras organizaciones de la izquierda abertzale, cuando la conmemoración era el verdadero 1 de Mayo de la capital alavesa.

Todos los historiadores consultados por este periódico coinciden en que lo que nació como un movimiento obrero, ajeno a ninguna connotación nacionalista, ha sido acaparado por la izquierda abertzale radical, que ha encontrado en él un capital simbólico inmejorable para su pugna identitaria y para reivindicar sus raíces de lucha obrera antifranquista. Al tiempo, las víctimas encontraban en los brazos de Batasuna y sus organizaciones satélites un apoyo que los poderes públicos se mostraban reticentes a darles.

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Así las cosas, los demás partidos y sindicatos fueron bajándose del carro hasta dejar el movimiento en manos de la izquierda abertzale, que hoy escenificará su compromiso con esa causa junto a los otros dos miembros del polo soberanista, EA y Alternatiba. En el acto político intentarán trazar un paralelismo con la matanza del Domingo Sangriento de 1972 en Irlanda del Norte, paralelismo que los historiadores consultados rechazan.

"El nacionalismo vasco radical ha vampirizado el 3 de Marzo", explica Jesús Casquete, profesor de Historia del Pensamiento Político de la UPV, y experto en movimientos sociales. "Las reivindicaciones nacionalistas se encontraban por completo ausentes" entonces, añade, recordando que la gran mayoría de los trabajadores que participaron en las huelgas de 1976 eran emigrantes. "Desde los primeros compases de la Transición, y gracias a su incontestable capacidad de movilización en la calle, el nacionalismo radical expulsó de su celebración a otros partidos y sindicatos de izquierda que igualmente podrían luchar por su legado", recalca Casquete. En parte, añade, han hecho lo mismo quitando al nacionalismo moderado el capital simbólico del Eusko Gudariak.

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La brecha nace en las manifestaciones de finales de los años setenta y principios de los ochenta, cuando entre los miles de asistentes a la marcha se podían escuchar gritos como "ETA mátalos". Ello propició que se forjaran los dos bloques: por un lado, CC OO, UGT y ELA, que termina descolgándose, y, por otro, LAB, HB, KAS, las Gestoras Pro Amnistia, junto a la CNT y organizaciones de la izquierda extraparlamentaria. A partir de 1983, tras ver la escasa capacidad de movilización que mantenían con respecto a la protesta del nacionalismo radical, CC OO y UGT se fueron alejando del movimiento.

La presencia de las reivindicaciones proetarras se mantuvo, hasta el punto de que en 2006, tras la muerte de dos presos de ETA -Igor Angulo, quien se suicidó, y Roberto Saiz, fallecido de infarto-, el anterior consejero de Interior, Javier Balza, ordenó que la Ertzaintza disolviera la protesta.

"El 3 de Marzo le venía muy bien a la narrativa de lucha antifranquista que fueron construyendo para que lo ocurrido se percibiera como una intervención del Estado español opresor", explica Carlos Carnicero, investigador del Instituto Valentín de Foronda.

En los noventa, cuando ELA y LAB unen fuerzas como preludio al Pacto de Lizarra, el símbolo del 3 de Marzo volvió a ser a utilizado para la "construcción nacional", de manera similar a lo que plantean hoy los firmantes del pacto Euskal Herria Ezkerretik. Aralar se ha desmarcado. Su portavoz parlamentaria, Aintzane Ezenarro, se mostró ayer contraria a cualquier "patrimonialización o politización" de las víctimas, por lo que solo secundarán la manifestación por la tarde convocada por la Asociación de Víctimas 3 Marzo y las centrales nacionalistas.

Una multitud de ciudadanos acompañó el 5 de marzo de 1976 el traslado de los féretros de los cinco trabajadores tiroteados por la policía.
Una multitud de ciudadanos acompañó el 5 de marzo de 1976 el traslado de los féretros de los cinco trabajadores tiroteados por la policía.EFE

"Hay pluralidad en la asociación"

Tras presentar al periodista a Santiago Durán, un miembro de la asociación afiliado a UGT, Andoni Txasko, presidente de la Asociación de Víctimas del 3 de Marzo, niega que Batasuna lleve la voz cantante en la organización. "Hay pluralidad. Otra cosa es que la izquierda

abertzale

sea la que más ha asumido nuestras reivindicaciones. Nos adherimos a todas las concentraciones. Habría que preguntar a los demás por qué no convocan", concluye.

La asociación pide que se cree una "comisión de la verdad" parecida a la que el Gobierno británico realizó para el Domingo Sangriento de Irlanda del Norte y que el Congreso les incluya en la Ley de Reconocimiento y Protección Integral de las Víctimas del Terrorismo, en fase de elaboración. Consideran insuficiente el reconocimiento moral y económico que les dio la Ley de Memoria Histórica y valoran los pasos del Parlamento, que puso en marcha una comisión de investigación en 2008, y de la Diputación de Álava, que tras un acuerdo en Juntas Generales les facilitó compensaciones económicas. Y esperan que la iniciativa de la Cámara para reconocer a las víctimas policiales les permita pasar página.

Antonio Rivero, historiador y viceconsejero de Cultura, reconoce: "Todos los Gobiernos han sido timoratos, inseguros a la hora de apoyar a las otras víctimas. Eso explica en parte por qué estamos así". Y recalca que, cuando la amenaza etarra acabe, el reconocimiento a las víctimas de todas las violencias que la democracia considera rechazables deberá ser igual.

Hace 35 años

Con una serie de conflictos laborales en pleno apogeo en Vitoria en 1976 y tras varias semanas de huelgas, la Policía Armada desalojó con gases lacrimógenos la Iglesia de San Francisco de Asís, donde se celebraba una asamblea obrera. Miles de personas se hallaban en la zona. Los agentes mataron a cinco personas e hirieron a varias decenas, 42 de ellas de bala. El Parlamento vasco consideró en 2008 responsables políticos de lo ocurrido a los exministros Manuel Fraga, Rodolfo Martín Villa y Alfonso Osorio.

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