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Reportaje:Primer plano

Merkel se la juega

La canciller guía su política por la necesidad de recuperar el favor de los electores

La popularidad de Angela Merkel cruzó su cénit en 2010, poco después de estrenar el nuevo Gobierno de coalición entre su Unión Demócrata Cristiana (CDU) y el Partido Democrático Liberal (FDP). La derrota en las elecciones de Renania del Norte-Westfalia, land recobrado por los socialdemócratas en mayo, fue una inflexión en su carrera de éxitos. Según las encuestas, Merkel y el FDP perderían la mayoría si se celebraran elecciones ahora. En 2011 no habrá comicios generales, pero sí elecciones en 6 de los 16 Estados federados que conforman el país.

Cuando Alemania comenzaba a sacudirse la dura recesión, los votantes optaron en septiembre de 2009 por la continuidad del Gobierno y por permitirse otras prioridades, como las rebajas fiscales prometidas por el FDP y la CDU. En cambio, la coalición ha aprobado un plan de austeridad de 80.000 millones de euros que incluye recortes sociales y disimuladas subidas de impuestos. Durante la agria discusión europea sobre la crisis griega, Merkel se había dejado festejar por la prensa amarilla como la canciller de hierro, inflexible adalid de las finanzas públicas alemanas. De ahí la estupefacción general en mayo, cuando el Parlamento federal aprobó el polémico y muy impopular rescate de Grecia, así como la participación en el archimillonario fondo de rescate del euro. Las promesas incumplidas y las incongruencias en los mensajes han dejado renqueantes a la coalición. Según una encuesta de esta semana, el FDP ni siquiera entraría hoy en el Bundestag. 2011 determinará si a Merkel le quedan trastos que salvar.

Las promesas incumplidas y las incongruencias han dañado el Gobierno
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Alemania, año 10; Europa, año cero

Era hora, pues, de hacer algo. Merkel anunció una campaña para recuperar la confianza de sus electores y asegurarse la preponderancia en el partido. El congreso federal de la CDU demostró en noviembre que, pese a los rumores y maledicencias sobre su relevo, la CDU no puede prescindir de Merkel. Otra cosa son los votantes. Si los excelentes datos económicos y el bajo desempleo no le brindan popularidad, está por ver qué sucede cuando la economía se enfríe. Cabe augurar, para su consuelo, que no serán temperaturas como las que atenazan estos días a la capital alemana: se espera un crecimiento de al menos el 2% para 2011, más de la mitad que en el boyante 2010.

El Gobierno alemán ha tomado en estos meses varias decisiones de gran calado. Para sorpresa de los conservadores, suprimirán el servicio militar obligatorio. Para contento de las poderosas alas empresariales de ambos partidos, alargaron la vida útil de las centrales nucleares y cargaron la subida de la Seguridad Social sobre los contribuyentes. Además, han sustituido las quiméricas rebajas de impuestos prometidas en 2009 por una simplificación del IRPF que dejará un par de euros más en el bolsillo del contribuyente.

En política europea, pocas novedades. Merkel no quiere que se emitan eurobonos ni ampliar el fondo de rescate del euro. Solo su ex rival y ministro de Hacienda, Wolfgang Schäuble (CDU), aparece como heredero del europeísmo de Helmut Kohl. Cuando defiende el euro y el proyecto europeo, el entusiasmo de Schäuble eclipsa las frases hechas de sus colegas, como las del "encendido europeísta" ministro de Exteriores y líder liberal, Guido Westerwelle (FDP). Merkel tiene una importante reválida electoral en marzo en Baden-Württemberg, el próspero Estado sureño que la CDU ha gobernado desde un año después de su fundación en 1952. El bofetón de una derrota ahí, sea a manos del socialdemócrata SPD o de un cada día más popular Partido Verde, tendría serios ecos en la central berlinesa de la CDU. -

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