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cine

La Inglaterra soleada y ácida de Frears

El director vuelve a los diálogos más afilados en su película 'Tamara Drewe'

Gregorio Belinchón

Hay días en que Stephen Frears (Leicester, 1941) se levanta con mal pie y otros en los que prefiere reír. Hoy toca risas. Eso sí, con independencia del humor, sus respuestas serán siempre afiladas. Los diálogos de Frears parecen escritos por el mejor guionista, con réplicas que saldrían de la boca del mismísimo John Malkovich en Las amistades peligrosas o de la pareja Anjelica Huston-Annette Benning de Los timadores. Lo único que se puede hacer como interlocutor es desenvainar la espada, darse a la esgrima verbal y aguantar el chaparrón.

Frears, que la semana pasada recibió en Sevilla el Premio Internacional de Honor del Festival de Cine Europeo, estrena hoy Tamara Drewe, una comedia de la casa: amores intergeneracionales, hombres maduros que hacen estallar sus vidas y diálogos cáusticos. "Hombre, ¿de qué voy a hablar? Soy un cineasta maduro. Y eso me hace ridículo. Los maduros somos tan ridículos... Esta mañana estaba paseando cerca de la catedral con mi hija Lola [que actúa en el filme], nos hemos cruzado con un grupo de jubilados y Lola me ha soltado: 'Cuidado, papá, que te confunden y te vas con ellos'. Pues eso, soy un ridículo".

"Hablo de lo que sé, como los viejos. Soy un tipo maduro. Y eso me hace ridículo"
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Intrigas en la campiña. ¿Y...?

Él, que ha saltado de género en género, será buen consejero para saber si es más complejo filmar una comedia inteligente, con sus réplicas y su ritmo, a un drama. "Mira, yo hago comedias para mí y para complacer a la audiencia. ¿Técnicamente es distinta? Sí, es más complicada que el drama. Sí, la disfruto más. Sí, me saca de posibles depresiones".

A Frears no le interesan los cómics. Tamara Drewe lo es, y nació como una serie por entregas en el diario The Guardian. "Leí el guión y decidí filmar el proyecto. No hice muchos cambios, más allá de no matar a la adolescente, que me parecía que alejaba al espectador". Sí ha sido respetuoso con la Inglaterra que aparece en el tebeo, una campiña soleada en la que reluce el retiro para escritores en el que se desarrolla la acción. Vamos, una Inglaterra que casi suena a ciencia-ficción si uno se atiene al cine de lluvia y tristeza de Ken Loach. Frears estalla en carcajadas y se palmotea las piernas: "Que no, que existe. Tengo una casa parecida y te aseguro que el verano es muy agradable".

Tamara Drewe va más allá de enredos sentimentales y reflexiona sobre el oficio de crear, sobre lo que supone amasar poco a poco una novela. "Cuando haces una película, sabes que tienes que lidiar con estos temas. Y sí, pensé, pensé". El cineasta cree que la vida es ya de por sí demasiado triste como para no apostar por películas como esta. ¿Eso quiere decir que sus filmes reflejan su estado de ánimo? "No, tiene que ver con el guión. Para mí Tamara Drewe se relaciona mucho con mis trabajos anteriores. ¿En qué? Eso te lo dejo a ti... Vale, va de mujeres y hombres, de literatura, siempre que puedo vuelvo a los viejos temas, porque es mentira que haya nuevos. No pienso en eso que grandilocuentemente los críticos llaman temas". Aunque sí reflexiona sobre parecidos, "como el cine más vivo de Jean Renoir". "No creo en el cine de arte y ensayo. Me pone gustar al público. Lo que no logro entender es por qué los españoles, que son muy inteligentes, disfrutan tanto con mis filmes. Por Dios, ¡si yo no soy ni católico!".

El inglés Stephen Frears, en el hotel sevillano Alfonso XIII, la semana pasada.
El inglés Stephen Frears, en el hotel sevillano Alfonso XIII, la semana pasada.GARCÍA CORDERO
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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.
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