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La cultura se derrumba en Italia

Museos, teatros y bibliotecas cierran mañana en protesta contra los recortes - El ministro Bondi se niega a dimitir por el hundimiento de Pompeya

Pompeya, la ciudad petrificada por la ceniza del Vesubio, ha aguantado 2.000 años en pie. En ese tiempo ha sobrevivido a terremotos, invasiones, expolios, los bombardeos de la II Guerra Mundial, la visita de los ricos viajeros del Grand Tour y la de los turistas de Ryanair, camorristas, guías ilegales, perros callejeros. La caída de la Casa de los Gladiadores, el sábado pasado, ha alarmado al mundo sobre el estado real del parque arqueológico más importante de Europa. Mucha gente, dentro y fuera de Italia, se pregunta: "¿Será que Pompeya lo ha resistido todo salvo a Silvio Berlusconi?".

El ministro de Cultura, Sandro Bondi, compareció ayer en el Parlamento para tratar de explicar el desastre. Se mostró apesadumbrado, pero se negó a dimitir. "Si tuviera responsabilidad dimitiría. Pero no la tengo", dijo. Según Bondi, la culpa de lo ocurrido no es del Gobierno, sino de los superintendentes, es decir, de uno de los cuerpos más prestigiosos de la Administración italiana.

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Bondi, que además de ministro es coordinador nacional del Pueblo de la Libertad -y vate de cámara de Berlusconi-, aumentó la inquietud general al decir que el hundimiento "no se debió a la falta de recursos económicos, sino a la gestión de esos recursos", y al afirmar que "el Gobierno no puede garantizar que no se vayan a producir nuevos derrumbes".

Solo un día después de que la Comisión Europea declarara su "tristeza y estupor" y recordara a Roma que Pompeya "forma parte no solo de la historia de Italia sino de Europa y del mundo", el Gobierno respondía eludiendo toda responsabilidad.

Cabe imaginar lo que habrá pensado el jefe del Estado, Giorgio Napolitano, quien la semana pasada reclamó, al borde de las lágrimas, "explicaciones sin hipocresías". El lunes, al conocer que la primera causa aducida por el ministro era la "intensa lluvia", Napolitano ya replicó: "El cambio climático no justifica desastres achacables a la incuria y la falta de respeto a las reglas".

Según Bondi, la degradación en la gestión del patrimonio existe, pero es más un problema de filosofía que de dinero. Quizá no le falte razón, aunque los recortes económicos aplicados a la cultura por su Gobierno son cualquier cosa menos suaves. Los fondos directos se han rebajado en unos 260 millones de euros a tres años. Y el tajo del gasto impuesto a los entes locales supondrá otros 800 millones adicionales.

Los Ayuntamientos de todo el país y la federación de entes culturales públicos han convocado mañana una jornada de movilización contra los recortes y para "defender el derecho a la cultura". Museos, teatros, sitios arqueológicos y bibliotecas cerrarán sus puertas o abrirán gratis.

Con el Gobierno a punto de caer, el debate se ha hecho más candente. Según la Asociación Nacional de Arqueología, "la negligencia y la ausencia de un mínimo mantenimiento han causado ya daños irreversibles al patrimonio arqueológico". Para Alessandra Mottola, directora de la ONG Italia Nostra, que se ocupa de la protección del patrimonio paisajístico y cultural, "sin fondos ni manutención, el conjunto de los tesoros culturales está en peligro. Todos los monumentos corren el mismo riesgo que Pompeya, desde el Coliseo a la Domus Aurea o la catedral de Florencia".

El derrumbe de la Casa de los Gladiadores ha sido, en todo caso, una catástrofe anunciada. Como dijo ayer Walter Veltroni, escritor y dirigente del Partido Democrático, "es un síntoma más de una cultura abandonada". Profesionales, sindicatos, artistas y arqueólogos llevan tiempo criticando "el estilo populista" de la gestión cultural, que prima los grandes eventos, la propaganda y la figura del manager económico a la defensa efectiva del patrimonio y el trabajo lento y seguro del especialista.

Gianfranco Cerasoli, líder del sindicato UIL en Pompeya, explica que el sitio, como los Uffizi de Florencia y otros teatros, museos y parques arqueológicos del país, ha sido tratado por Berlusconi "como la basura de Nápoles: con el criterio de la emergencia permanente". En los dos últimos años, Pompeya ha dependido de un comisario especial, Marcello Fiori, que trabajó en la emergencia de la basura con la todopoderosa (y corrupta, según los fiscales) Protección Civil, el organismo fetiche de Berlusconi.

Las noticias de grandes y oscuros negocios, malversación e infiltración de las mafias (inmobiliarias y de obras de arte) en el sector cultural salen con frecuencia a la luz. Bondi nombró hace meses, por sugerencia de la Protección Civil, a un peluquero siciliano como director de las obras de restauración de la Galería de los Uffici. Cuando la prensa señaló que era cercano a ambientes de la Cosa Nostra, el ministro revocó el nombramiento.

Basta visitar Pompeya, Paestum, el Coliseo o las torres de Bolonia para darse cuenta de la incuria de la que habla Napolitano. Las señales son inexistentes cuando no contradictorias, hay suciedad por doquier, los aparcamientos no ofrecen seguridad...

Mientras la Casa de los Gladiadores se venía abajo, en Isernia, un pueblo de 21.000 habitantes, el Ministerio está levantando un inmenso teatro para 700 personas, con un escenario de 300 metros cuadrados. Bondi inauguró las obras en 2009. Iban a costar cinco millones, luego 20, finalmente, 40.

Ruinas de la Casa de los Gladiadores de Pompeya tras su hundimiento el pasado sábado.
Ruinas de la Casa de los Gladiadores de Pompeya tras su hundimiento el pasado sábado.AFP

Tremonti y el bocadillo con la 'Divina Comedia''

El ministro de Economía, Giulio Tremonti (Sondrio, 1947), es un tecnócrata impasible. Más liguista que los jefes de la Liga Norte, su nombre suena con fuerza como posible sucesor de Berlusconi. El mundo de la cultura italiano, que le ha convertido en la diana de sus movilizaciones, le atribuye esta ocurrente frase: "De la cultura no se come. Y si no, haceos un bocadillo con la Divina Comedia".

Sea exacta o no, ese es el espíritu que impulsa al cáustico Tremonti, socialista primero, berlusconiano desde 1994, ultraliberal ahora. Ante la tesitura de lidiar con una deuda pública que vuela al 118% del PIB y la obligación de reducir el déficit, Tremonti lleva meses metiendo la tijera en los presupuestos, y para el periodo 2010-2012 ha reducido en 280 millones de euros los fondos destinados a la cultura: teatros, cineastas, fundaciones líricas, museos, sitios arqueológicos, bibliotecas...

Ayer, encontró 300 millones para paliar los daños provocados por las inundaciones en el Véneto, su región natal. La cultura puede esperar.

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