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La huelga amenaza con paralizar Francia

La falta de combustible pone en alerta a los dos grandes aeropuertos de París - El sindicato de camioneros pide bloquear las rutas y centros de abastecimiento

Antonio Jiménez Barca

La protesta crece en Francia, se ramifica y se extiende. Las 12 refinerías con que cuenta el país se han sumado ya a la huelga que polariza la sociedad francesa en contra de la reforma de la ley de pensiones, debatida actualmente en el Senado. La amenaza de una falta de carburante y de una parálisis de la economía ha dejado ya, pues, de ser una hipótesis. El oleoducto que alimenta los dos principales aeropuertos de París y el sur de la ciudad ha dejado de bombear combustible debido a que la refinería de Grandpuits, en el departamento de Seine-et-Marne, paralizada por la huelga, no lo alimenta. El aeropuerto de Orly cuenta con reservas para 17 días; el de Charles de Gaulle, hoy por hoy, hasta el lunes, según la sociedad Trapil, que gestiona este oleoducto. De cualquier forma, un portavoz de Aeropuertos de París aseguró a la agencia France Presse que no hay "motivos para la inquietud, ya que hay reservas para varios días".

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Los camioneros se han sumado ya a la protesta y anuncian operaciones caracol y bloqueos de carreteras que a su vez dificultarán el aprovisionamiento de gasolineras, en un perverso efecto dominó. Por su parte, los estudiantes siguen bloqueando los institutos y manifestándose en la calle en sorpresivas operaciones relámpago que se producen por toda Francia. Olivier Besancenot, portavoz del Partido Anticapitalista, ya habla de un "nuevo Mayo del 68". Por lo pronto, hoy, los ocho principales sindicatos franceses han convocado una nueva jornada de protesta con centenares de manifestaciones por todo el país. Será la octava desde que empezó la espiral creciente de desacuerdo para forzar al Gobierno a retirar el contestado proyecto de ley.

Ayer, de madrugada, la policía desbloqueó cuatro depósitos gigantes de carburante cerrados por los sindicatos, entre los que se contaba el particularmente estratégico de Fos-sur-Mer, en el sur del país. La medida, tomada el jueves personalmente por el presidente Nicolas Sarkozy, iba encaminada directamente, según especificó ayer el secretario de Estado de Transportes, Dominique Bussereau, "a evitar la escasez de combustible". Este mismo responsable había manifestado un día antes que no había "ningún peligro de desabastecimiento".

Todos los franceses se hacen la misma pregunta: Si esto sigue (y parece que sí), ¿cuánta gasolina queda? Es difícil de calcular, ya que depende del consumo, que a su vez se alimenta del miedo a quedarse desabastecido, es una pescadilla que se muerde la cola. En los últimos días se ha incrementado en un 50%. Hay reportajes en la televisión que muestran que en Marsella, una de las ciudades más afectadas por la huelga, ya hay estaciones de servicio con carteles que rezan: "No hay gasolina". Las compañías petroleras han recibido el permiso del Gobierno para recurrir a sus propias reservas. Esto garantizará el suministro de 10 a 12 días, según el secretario de Estado de Transportes. El Gobierno guarda otra carta: las reservas estratégicas que se almacenan para caso de guerra o para hacer frente a un grave contratiempo internacional. Estas reservas servirían para alimentar la necesidad energética de Francia durante más de 90 días. Hasta ahora, nadie ha hablado de ponerlas en marcha.

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Los camioneros ya han comenzado a taponar autopistas, sobre todo en el norte de Francia. Hay viajes a la frontera belga, habitualmente de 30 minutos, que han durado dos horas, debido al ritmo de tortuga que imprimen los sindicalistas al volante. Uno de estos, Cristophe Hiou, se preguntaba en televisión: "¿Qué más tenemos que hacer para que nos oigan?".

El proyecto de ley de Sarkozy sigue su curso. El miércoles, si todo sigue según lo previsto, será aprobado por el Senado. Antes, Francia vivirá dos nuevas jornadas de protestas con manifestaciones. El pasado martes, los sindicatos sacaron a la calle, según sus cálculos, a 3,5 millones de personas, más que nunca desde que empezara este movimiento, antes del verano. El martes día 19 se ha convocado una nueva protesta.

El movimiento estudiantil es imprevisible y en cualquier momento puede degenerar en una batalla callejera; la amenaza de falta de gasolina no es menos inquietante. Por lo pronto, Sarkozy, que se juega en la aprobación de esta ley buena parte de su apuesta política para el final de su mandato, no cede. Ayer, en un discurso, aseguró: "La reforma de las pensiones es un deber. Es un deber asegurar las pensiones para los trabajadores de hoy y para sus hijos. ¿Qué pasaría si no hubiera dinero para pagar las pensiones de los jubilados más débiles?".

Estudiantes de instituto plantan cara a policías antidisturbios ayer durante una manifestación en Lyon.
Estudiantes de instituto plantan cara a policías antidisturbios ayer durante una manifestación en Lyon.AFP

"No queremos vivir peor que nuestros padres"

A un paso del Senado, donde se debate la polémica ley que amenaza con incendiar Francia, la que retrasa la jubilación, un centenar de veinteañeros corta el tráfico de golpe, al lado de los Jardines de Luxemburgo. "Sarko, estás acabado, la juventud ha llegado", gritan. Una cincuentena de antidisturbios vigilan de cerca con la porra y el escudo en la mano, dispuestos a cargar. Uno de estos estudiantes es Benjamin Guerand-Pinet, de 22 años, cursa tercero de Derecho y se detiene a responder a una turista norteamericana que pregunta por qué un pelotón de jovencitos se juega un porrazo así como así por una ley que regula algo tan remoto como su jubilación. Guerand-Pinet le contesta muy serio:

- Estamos aquí porque no queremos vivir peor que nuestros padres.

Cerca, un curioso, Jean-Marc, de 62 años, recuerda que a sus veinte años también participó en las mismas calles en una revuelta, la del Mayo del 68, que acabó cambiando la manera de ver el mundo y a la que muchos apelan actualmente.

- Bueno, había una diferencia: nosotros luchábamos contra la sociedad, ellos luchan contra Sarkozy. Yo no quería vivir como mi padre, quería acabar con el mundo de mi padre. Ellos, por lo visto, no.

La revuelta de los institutos contra la reforma de las jubilaciones crece en Francia. Ayer se contabilizaron 300 institutos cerrados en los que los estudiantes bloquean las puertas por la mañana temprano impidiendo a nadie entrar en clase. Se reprodujeron manifestaciones relámpago por toda Francia, se produjeron enfrentamientos en Lyon, con coches volcados, contenedores de basura quemados y cargas policiales. El Ministerio del Interior contabilizó 150 detenciones.

En la pequeña protesta de los Jadines de Luxemburgo, en el corazón de París, a un paso de La Sorbona, no hay incidentes. Tan solo policías que impiden con su presencia intimidante a los jóvenes llegar al Senado y a esos mismos jóvenes convenciéndose unos a otros de que su futuro se juega en esta carta: "Si la gente se jubila más tarde, no habrá trabajo para nosotros", asegura uno. "No quiero ser un estudiante a los 20, un parado a los 25 y un [trabajador] precario a los 62", añade otro.

Después, todos a coro, gritan de nuevo, mientras los policías les miran de frente, sin moverse y sin provocar: "¡No nos gusta esta sociedad!".

El viejo militante de Mayo del 68 sonríe algo nostálgico: "¡Que se muevan los jóvenes! ¡Ellos tienen razón!"

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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