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Columna
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CiU y PSC ante las elecciones

Josep Ramoneda

Una hora después de que el presidente Montilla anunciara la fecha de las elecciones catalanas, Artur Mas afirmó que el objetivo de CiU es evitar que el tripartito repita y que el PP crezca. Dice Tony Duran, el protagonista de la última novela de Ricardo Piglia: "No son tantas las diferencias, lo único que cambia son los enemigos". Sin embargo, lo más sorprendente de la solemne declaración de Artur Mas fue el atrezo: nueve banderas catalanas detrás del candidato. Creía que, a Convergència, el nacionalismo se le daba por supuesto, pero por lo visto, en cuestiones de fe, uno nunca se siente suficientemente seguro. Al nacionalismo español le dio por el tamaño de la bandera, y ahí está la de Colón, al nacionalismo catalán le da por la multiplicación de las banderas. Cada votante una bandera, ¿es este el mensaje?

Al nacionalismo español le dio por el tamaño de la bandera; al catalán, por su multiplicación

En cualquier caso, Artur Mas y su gente han completado, sin descalabros internos, siete años de travesía por espacios lejanos del poder y de frustraciones por dos victorias electorales sin premio. No era fácil, en un partido formado en torno a un liderazgo personal y portador de cierta idea exclusiva del gobierno. ¿La Convergència i Unió que regresa es la de siempre o nos la han cambiado? Desde sectores del mundo económico catalán y del mundo político madrileño se quiere creer que será la de siempre: la que promueve el cambio para que nada cambie. La que garantiza que el orden reine en Cataluña y que la gobernabilidad esté asegurada en España. La que reparte las dosis necesarias de alpiste nacionalista entre los suyos pero siempre encuentra una razón patriótica para explicar una claudicación ante Madrid.

Con la proximidad de las elecciones, las mismas voces nacionalistas que en julio desplegaron el programa de máximos han bajado el tono. CiU quiere atrapar votos por todos los lados: tiene que contentar a unos, sin asustar a los otros. ¿Cabe de ello deducir que estamos de regreso a la política catalana de los 80 y de los 90? No. Es distinto el escenario y son distintas las personas. Con la pérdida del monopolio del poder por parte de los nacionalistas y con la incorporación al Gobierno de sectores ideológicos y sociales que hasta entonces habían quedado fuera, la nación catalana se ha hecho grande, y el espectro de las respuestas del catalanismo se ha ampliado, adquiriendo centralidad propuestas marginales, como el independentismo. Al mismo tiempo, ha habido un cambio generacional: las referencias políticas, ideológicas y culturales de los ciudadanos queda muy lejos de la cultura del tardofranquismo y de la Transición. En CiU este cambio se ha traducido en una amplia mayoría soberanista entre sus cuadros y en una penetración del discurso liberal, absolutamente ajeno a la cultura socialcristiana del pujolismo. Pujol reinó con un pacto constitucional en vigor. Artur Mas se encuentra con un pacto constitucional roto y con la necesidad de reformularlo.

El presidente Montilla anunció las elecciones con un tono grave: está en juego el futuro de una generación. Con la dramatización buscaba la movilización de su electorado, totalmente dormido. Con las elecciones en el horizonte, leyó alguna parte de su declaración en castellano. Y Zapatero ya no es un personaje a evitar sino que se le invita a la campaña. Metido en el laberinto del tripartito, el PSC nunca lideró el proceso ni ideológica ni políticamente. Para evitar la confrontación ideológica con sus socios, Montilla se refugió en la gestión. Pero la gente necesita motivaciones políticas e ideológicas para ir a votar y el PSC lleva tiempo sin dárselas. Resultado, después de siete años de disponer de la presidencia de la máxima institución de Cataluña, ninguna encuesta señala que el PSC haya arrancado un solo voto en la zona electoral fronteriza que tiene con CiU. Ahora, lo más probable es que el PSC se refugie en sus tópicos ideológicos clásicos a la búsqueda del voto periférico que le abandona. También aquí los tiempos han cambiado. Y el discurso de los ochenta tampoco sirve.

Estas elecciones deberían abrir en Cataluña la etapa posautonómica. Por respeto a la ciudadanía, es exigible a los partidos, que nos expliquen cómo. ¿Cómo piensa el PSC recuperar la cuestión federal que lleva años proclamando, sin encontrar el menor eco en España? ¿Cómo piensa CiU llegar al concierto económico que provocaría un descalabro mayúsculo en la economía española? ¿Y cómo piensa Esquerra llegar a la independencia en el actual contexto español y europeo? Está muy bien señalar los objetivos, pero si no se señalan caminos transitables, solo se progresa en resentimiento, en frustración y en indiferencia.

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