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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Inquietudes con causa

La percepción que tienen las empresas de la situación económica no depende solamente de los indicadores económicos, aunque se fundamente en ellos. Está condicionada también por las expectativas políticas y por la confianza en la rentabilidad futura (a corto y medio plazo), que es una certeza difícil de racionalizar. Lo que en estos momentos están percibiendo las compañías es que la recuperación de la economía es muy lenta, acorde con las previsiones más realistas que vienen haciéndose desde 2009, que no está restablecida la normalidad crediticia a pesar del aparatoso carrusel de uniones (frías o calientes) de cajas de ahorros y que el mercado exterior está gripado por la conjunción de ajustes presupuestarios en los países de la zona euro. El Barómetro de Empresas muestra nítidamente esta fatiga empresarial ante las dificultades financieras y las amenazas potenciales, agravada por el hecho de que las respuestas son anteriores a la lenta estabilización de la solvencia financiera de la deuda española. Parte de las preocupaciones de las sociedades han debido desaparecer después de la mejora considerable del diferencial de deuda con el bono alemán. Pero el obstáculo de fondo, una recesión persistente de la que España saldrá a cámara lenta, no se ha disuelto.

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Ilusiones perdidas

La Contabilidad Nacional correspondiente al segundo trimestre de este año proporciona indicios que avalan esta percepción. Es verdad que se ha registrado por segunda vez desde el estallido de la crisis en 2008 un crecimiento intertrimestral (0,2%) y que ha sido superior al del primer trimestre (0,1%). Pero la aportación del sector exterior al crecimiento ha descendido y el tercer trimestre de 2010 se presenta sombrío. En primer lugar, por la subida del IVA, efectiva a partir del 1 de julio, que lógicamente debe retraer el consumo -muchas decisiones de compra de bienes duraderos se han adelantado antes de que entre en vigor la subida del impuesto-, y sobre todo porque empezarán a notarse las consecuencias del drástico recorte del gasto público (sobre todo, en obra civil) que ha tenido que imponer el Gobierno para calmar la inquietud de los acreedores nacionales e internacionales de la deuda española. En estos momentos es más probable que el crecimiento económico registre un retroceso relativo en el tercer trimestre que se consolide la recuperación con una subida del PIB igual a la del segundo trimestre. Por tanto, aunque la solvencia española se haya estabilizado y tienda a mejorar, las incertidumbres económicas pesan como una losa sobre las decisiones de inversión de las empresas. Impasse crediticio (la financiación al consumo y a las empresas sigue en tasas negativas) más dificultades de la demanda son una mala combinación para la confianza de los inversores.

Las expectativas son mediocres: un periodo prolongado, de entre dos y cuatro trimestres, con crecimientos modestos y una tasa de paro que se resistirá a bajar. Pero la clave del análisis económico no está en prolongar el pesimismo o el optimismo estadístico; consiste en adivinar cuándo se producirá el cambio de tendencia, ese clic que acrecienta la confianza, permite detectar rentabilidad muy probable en las inversiones y contribuye a multiplicar la actividad económica. Los empresarios y directivos, más sensibles que las estadísticas (aunque no exentos de error, como es lógico), todavía no perciben el cambio.

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