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A la greña por el agua

Cercedilla invita a beber del grifo en contra del criterio de la ComunidadEl Ayuntamiento y la Consejería de Sanidad se enfrentan en las versiones

Elena G. Sevillano

En Cercedilla se está librando algo parecido a una guerra del agua, pero los hipotéticos enemigos no se reconocen como tales. La Comunidad de Madrid, que el miércoles declaró "no apta para el consumo" el agua de la localidad, asegura que solo le preocupa la salud de los ciudadanos y que no está ejerciendo presión para que el suministro sea gestionado por el Canal. El alcalde ignora el criterio de salud pública y anima a los vecinos a beber del grifo sin recelo. Asegura que el agua está perfectamente, es decir, que las mediciones de Sanidad no son correctas.

Ni uno ni otro aportan los análisis, así que los 7.000 habitantes de Cercedilla no saben a qué atenerse. ¿Se puede o no se puede beber el agua? La autoridad competente en salud pública, la Comunidad, asegura que hasta que no se sepan hoy los resultados de la medición de ayer, el agua sigue suponiendo un "riesgo para la salud".

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De momento, no se ha detectado un aumento de casos de gastroenteritis, según confirmó ayer la Consejería de Sanidad, lo que parece confirmar la tesis del alcalde. Los técnicos de salud pública realizaron ayer otra medición y comprobaron que los niveles de cloro eran "óptimos", aseguró un portavoz de Sanidad. Sin embargo, no se sabrá si hay presencia de bacterias hasta hoy, añadió. Mientras, un trabajador municipal se dedicó a colgar por todo el pueblo un bando que rezaba: "Cercedilla confirma que el agua que suministra a sus vecinos es apta para el consumo humano". Sin embargo, el alcalde, preguntado por este periódico, tuvo que admitir que esa afirmación se basaba únicamente en el nivel de cloro, ya que sus medios no le permiten comprobar si hay bacterias, que son las que pueden provocar problemas intestinales.

El alcalde mantenía ayer que el agua podía beberse, lo que no cuadra con el hecho de que el mismo Gobierno municipal enviara ayer a primera hora un fax al Canal de Isabel II solicitando el suministro "urgente" de agua "ante las deficiencias detectadas en el agua para consumo en diferentes puntos de la localidad". El alcalde se justificó aduciendo que fue el concejal de Infraestructuras quien redactó el texto. Este periódico intentó ayer sin éxito que el titular del área, José María Rubio, se explicase.

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Entre los vecinos de la localidad, hay quien confía en la "buena fama" de los manantiales de la serranía, pero también, quien ha optado por abastecerse de agua embotellada. Gabi, vecina del municipio "de toda la vida", toma agua "mineral" desde hace cerca de un año porque la de su grifo salía de "color oro". Sin embargo, Segundino Menéndez, un veraneante habitual del municipio en los últimos 50 años, lleva bebiendo agua un mes y no le "ha pasado nada".

No solo no se han dado casos de gastroenteritis, sino que el centro de salud de la localidad ni siquiera había recibido ayer un aviso oficial informando de las anomalías en el agua y del riesgo para la salud de sus vecinos. La Comunidad, en cambio, asegura que sí lo envió.

Los supermercados de la zona sí notaron ayer los efectos de la alarma de la autoridad sanitaria. El gerente de Supersol, Lorenzo Requis, encargó a primera hora de la mañana un pedido de refuerzo de 200 garrafas de agua, cuando lo habitual son 30.

Todas las partes mantienen que una posible solución a los problemas de agua en Cercedilla sería que el Canal de Isabel II se encargara de su gestión. El municipio es uno de los cinco que autogestionan su propia red. La localidad y el Canal llevan un tiempo negociando, pero la abultada deuda del municipio -todos los veranos pide suministro extra al Canal-, que según el alcalde supera los dos millones de euros, dificulta el acuerdo.

El conflicto del agua preocupa en el sector de la hostelería. El municipio vive principalmente del turismo y "esto puede hundir al pueblo", protestaba ayer la propietaria del Asador de Ángel, Esther Rodríguez.

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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