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Sanidad declara el agua de Cercedilla "no apta para consumo humano"

La consejería recomienda no beber del grifo por los "riesgos para la salud"

Elena G. Sevillano

Los 7.000 habitantes de Cercedilla -y los muchos visitantes que tiene el pueblo de la sierra en verano- no deben beber agua del grifo. Ni siquiera usarla para lavarse los dientes. La Consejería de Sanidad ha declarado el agua de la localidad "no apta para el consumo humano y con riesgos para la salud", según hizo público ayer por la tarde. Es decir, que se puede usar para la higiene personal, pero evitando que entre en la boca. Sanidad aseguró que el agua de Cercedilla no cumple los criterios sanitarios de calidad y que su consumo puede provocar trastornos gastrointestinales.

El municipio no recibe su agua del Canal de Isabel II, que abastece a una cincuentena de municipios de la región, sino que tiene su propio suministro. Por eso el problema no afecta a otras localidades, según Sanidad. La consejería explicó ayer que los análisis realizados incumplen los parámetros que recoge el real decreto sobre criterios sanitarios de la calidad del agua. En concreto, en el agua de Cercedilla se encontraron microorganismos como escherichia coli (una bacteria que normalmente vive en el intestino y que causa buena parte de las infecciones de orina, pero que también puede provocar otro tipo de infecciones intestinales) y clostridium perfringens (otra bacteria que causa enfermedades) y bacterias coliformes, según Sanidad.

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Los análisis también encontraron que la concentración de cloro libre residual (sustancia que se usa en el tratamiento de potabilización) era superior a 1,5 microgramos por litro, cuando el real decreto establece que no debe superar un microgramo por litro.

"Esperamos que el Ayuntamiento tome medidas", aseguró ayer Belén Prado, viceconsejera de Ordenación sanitaria e Infraestructuras. De momento, lo que le ha pedido Sanidad es que difunda entre la población los avisos para evitar el consumo del agua. "El Ayuntamiento tiene que garantizar el consumo", añadió. "Si pide la colaboración del Canal de Isabel II para trasladar agua en condiciones potables estaremos encantados de prestársela". Este periódico intentó reiteradamente y sin éxito hablar con el equipo de Gobierno, a cuyo frente está el alcalde socialista Eugenio Romero. Desde la Policía Municipal de Cercedilla afirmaron a última hora de la tarde que el alcalde conocía la situación, pero que no quería atender a los medios de comunicación.

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Un portavoz de Sanidad explicó ayer que los problemas en el agua de la localidad se conocen hace algún tiempo y que el Ayuntamiento no los ha corregido. La viceconsejera Prado precisó que hace dos meses, durante uno de los análisis periódicos que realizan los servicios de salud pública, se detectaron los parámetros que incumplen la normativa. Añadió que se le hicieron varias advertencias al equipo municipal pero que la Dirección General de Ordenación e Inspección no ha recibido la documentación que acredita que se han solucionado.

La Consejería de Sanidad afirmó ayer que el alcalde de Cercedilla ha estado enterado de la situación, ya que en una ocasión asistió personalmente con los inspectores de salud pública a la toma de muestras y los análisis en los que se detectaron incumplimientos en el agente desinfectante del agua. Otros técnicos municipales estuvieron presentes en varias inspecciones que se realizaron en la única estación de tratamiento con la que cuenta el municipio, donde, según Sanidad, quedó constatado su mal funcionamiento.

No es la primera vez que Sanidad declara no apta para el consumo el agua que se consume en Cercedilla, según explicó un experto sanitario. Suele ocurrir en verano y la causa es un depósito de agua muy antiguo en el que se embalsa el agua procedente de la presa. Los habitantes del pueblo están acostumbrados a comprar agua mineral cuando no se puede beber la del grifo, según el experto. Añadió que cuando sucede aumentan los casos de diarrea que se atienden en los consultorios de la zona.

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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