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Dennis Hopper dice su última palabra

El actor fallecido es encumbrado como artista en la primera exposición que le dedica un museo contemporáneo

La muerte de Dennis Hopper, ocurrida el pasado 29 de mayo, está lejos de silenciar el legado de una de las principales figuras de una generación ya perdida. Por vez primera un museo estadounidense le reconoce una poderosa dimensión artística con una exposición que muestra más de 200 trabajos, realizados a partir de los años sesenta. En esta especie de antológica es fácil rastrear la evolución del artista, capaz de explorar en la abstracción, el pop art o el realismo.

Dennis Hopper double standard, que se puede visitar en el Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles (MOCA) desde hoy y hasta el 26 de septiembre, incluye fotografías, graffitis, pinturas e instalaciones seleccionadas por Julian Schnabel, un artista que ha reconocido en sí mismo las influencias de Hopper, icono rebelde de Hollywood y creador curioso capaz de saltar de la pintura a la fotografía y de esta a cualquier otra disciplina.

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Aunque en el fondo, él siempre se consideró una sola cosa, como explicó a la revista Vanity Fair en la última entrevista que concedió antes de morir a los 74 años y que se ha publicado de manera póstuma este mes. "Yo me gané la vida como actor y me encanta la interpretación, así que soy un actor", admitió a Bob Colacello cuando le abrió su casa de Los Ángeles para esa última charla.

Lejos de considerarse una excepción artística en un Hollywood cegado por el brillo de sus estrellas, Hopper fue rápido a la hora de mencionar a otros intérpretes creativos que se encuentran en su misma posición. "Viggo Mortensen. Es un escritor buenísimo. Un gran fotógrafo. Pinta. Y hace música".

Lúcido aunque muy cansado y sin sentirse bien ante el avanzado estado de su enfermedad, Hopper se sinceró en la entrevista a la hora de hablar de sus logros. ¿El punto álgido de su carrera? Easy rider (En busca de mi destino), sin lugar a dudas. Y, junto a The last movie, son las únicas películas que admitió haber hecho en completa libertad. Como actor eligió Terciopelo azul, dirigida por David Lynch. "Pero he participado en filmes increíbles. Hubo un momento en el que había tomado parte en las cinco películas más caras de la historia [...]. Apocalypse now fue una de ellas", subrayó.

En la misma entrevista, Hopper también se sinceró sobre su rebeldía política, sin casarse con nadie hasta el punto de votar a George W. Bush en las elecciones de 2000. "Miré a los dos [candidatos] y dije: '¿A quién quiero tener a mi lado en la batalla?'. A Bush. Y esa es la verdad", admitió. Un apoyo que no vio incompatible con sus simpatías hacia líderes demócratas como el ex presidente Bill Clinton o el actual presidente Barack Obama.

De todos modos su preocupación por su país es palpable: lo encontraba en su peor forma. "Es increíble lo conservador que este país se ha vuelto. Es como si los sesenta nunca hubieran existido", remarcó con pesar uno de los actores de Rebelde sin causa.

Las palabras de Hopper llegan acompañadas de una de sus últimas fotos, avejentado, consumido por la enfermedad y sin su habitual sonrisa cargada de cinismo, pero rodeado por sus cuatro hijos como un patriarca. Parte de Hollywood desde los 18 años, el actor describió los estudios Warner como su universidad. Calló, por el contrario, los aspectos referentes a su vida personal, en especial el último divorcio de su quinta esposa, Victoria Duffy, en el que se metió cuando ya le habían diagnosticado el cáncer. "¿Quién habría pensado que pediría el divorcio en este estado?", fue uno de sus pocos comentarios sobre el tema. Hopper también hizo una breve alusión al tumultuoso divorcio al mostrarle al entrevistador su colección de arte, un tanto caótica debido a los "arreglos" derivados de la separación, un divorcio que todavía es tema de disputa en los tribunales.

Todo eso queda al margen al pasear por una muestra con obras datadas desde 1961 (las anteriores se quemaron en el incendio del estudio en Bel Air del actor ese año). Hopper evoluciona como artista adelantándose a los cambios sociales, y juega con los objetos más comunes y los momentos más vulgares de la vida dándoles la vuelta para encontrarles un significado especial. Justo lo mismo que hizo como intérprete.

<i>Robert Rauschenberg</i>, fotografía tomada en 1966.
Robert Rauschenberg, fotografía tomada en 1966.
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