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Escarp: "Ciutat Vella se siente invadida"

La reforma de la Gardunya se retrasará como efecto del ajuste económico - Contra la prostitución: desarticular mafias y aplicar la ordenanza

Blanca Cia

Aterrizar en un distrito como Ciutat Vella en el último año de un mandato cuando se ha dirigido el del Eixample no es un plato de fácil digestión. Es lo que le ha pasado a Assumpta Escarp -tercera teniente de alcalde- como consecuencia de la crisis de gobierno en la que culminó la consulta de la Diagonal y que supuso la destitución de Carles Martí como primer teniente. Martí había asumido Ciutat Vella en abril, por la renuncia de Itziar González. En un paseo por el centro del centro de Barcelona, la edil reconoce que la intervención en un distrito en la recta final es limitada: "Se trata de terminar bien lo que se ha emprendido, como el plan de usos y las intervenciones de cuidado del espacio público". Algunos de los grandes proyectos del distrito se reprogramarán por efecto del ajuste económico, como la reforma de la Gardunya.

El hotel proyectado en Santa Madrona tiene la tramitación suspendida

Ríos de personas bajan por La Rambla a media tarde del viernes, sorteando las estatuas humanas. Algunas papeleras están rebosantes y el pavimento está desconchado. "La presión que sufre Ciutat Vella es altísima. El uso de la calle es más que intensivo. Si una papelera en el Eixample se vacía una vez, aquí hay que hacerlo tres veces o más. Y eso es una de las cosas que hay que cuidar", afirma. El mantenimiento y la limpieza serán prioritarias. Casi de la mano de otro objetivo: más seguridad en forma de agentes de la Guardia Urbana paseando y también con el apoyo de otros recursos: cámaras y más iluminación de noche.

Escarp sufrió su primer rapapolvo en la tarde del jueves en la sesión constituyente del consejo de barrio del Raval. "Siempre hay personas más exaltadas", tercia. Reconoce que los vecinos del distrito tienen sus razones: "Ciutat Vella se siente invadida". Ella fue consejera socialista de ese distrito en la década de 1980, cuando el concejal era el ex alcalde Joan Clos. Eran los tiempos del "aquí hi ha gana", recuerda, y cuando los efectos de la heroína causaban estragos en los jóvenes. Fue cuando se decidió esponjar el Raval.

"Luego, este distrito ha sufrido una llegada masiva de inmigración y una avalancha de visitantes. Tiene una actividad comercial, económica y turística brutal y también residentes. El equilibrio es difícil", sostiene.

Es partidaria de incrementar la presión con las mafias que manejan la prostitución callejera. Y, a la vez, preservar el espacio público: "Hasta que no se tome una decisión política en serio, habrá que aplicar la ordenanza. Y eso supone incordiar a la demanda y a la oferta".

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Al llegar al cruce de Hospital con Riera Baixa, los grupitos de hombres en la entrada de algunos bares y portales se esfuman de golpe. La presencia de un policía -de paisano- tiene la virtud de despejar la calle. Los vecinos del Raval están cansados de denunciar el trapicheo. Asume que ese es uno de los puntos negros del Raval y opina que la mejora del panorama pasa por desarticular las redes del tráfico de drogas.

El paseo termina en la otra Rambla, en la del Raval. Escarp defiende esa apertura y la de la Illa de Robadors. "A mí me dicen que clientes del hotel Raval van a los bares y restaurantes del barrio y eso creo es bueno". Muy cerca, en las Drassanes, un edificio que fue de viviendas se está transformando en otro hotel y frente al Portal de Santa Madrona hay en proyecto otro más que pretende sortear el plan de usos -que no permite más hoteles en la mayor parte de distrito- con la excusa de que ya se estaba tramitando. La edil argumenta que no está claro: "De momento, se ha suspendido la tramitación".

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Sobre la firma

Blanca Cia
Redactora de la edición de EL PAÍS de Cataluña, en la que ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional en diferentes secciones, entre ellas información judicial, local, cultural y política. Licenciada en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona.

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