Unasur, capital Buenos Aires
Unasur, que reúne a los 12 Estados de América del Sur, es un invento del presidente brasileño Lula da Silva, con el cauteloso apoyo de su colega el venezolano Hugo Chávez. Y aunque fue fundada en 2008, sólo ayer se eligió en Buenos Aires su secretario general en la persona de Néstor Kirchner, ex presidente y esposo de la presidenta argentina, Cristina Fernández.
Pasará algún tiempo antes de que el recién elegido desempeñe cualquier tipo de cometido, porque aún no tiene infraestructura. Pero eso no obsta para que el nombramiento, efectuado por unanimidad, tras vencer la resistencia del peruano Alan García y del colombiano Álvaro Uribe, esté cargado de interrogantes.
Sorprende la elección por el hecho de que Kirchner esté casado con la jefa del Estado de un país miembro, lo que puede prestarse a concupiscencia política marital; sorprende porque Kirchner es todo menos diplomático e internacionalista, y lo suyo es la brega inter-peronista, partido en el que la división ya es una forma de vida; sorprende porque nadie ignora que pretende ser candidato del peronismo oficial a la presidencia de su país en 2011, y no cabe simultanear ambos cargos.
Pero no sorprende porque con el nombramiento se da algo a Argentina para que asista en paz a la pugna con sordina entre Lula y Chávez para convertirse en macho alfa de la izquierda latinoamericana; y aún menos si se tiene en cuenta que cumple los requisitos que el padre de la criatura, Lula, le pide a un puesto de esas características: es improbable que adopte grandes iniciativas, con lo que no se le irá de las manos, y, sobre todo, se halla en magníficas relaciones con el presidente venezolano, sin que, en realidad, le entusiasme ninguna de sus salidas radicales como la exaltación del régimen cubano, y sean cuales fueren los prontos autoritarios de Kirchner, siempre estará políticamente más cerca de Brasilia que de Caracas.
Lo que ocurre es que la Argentina del matrimonio Néstor Kirchner-Cristina Fernández le debe mucho a la Venezuela del petróleo, y en dinero contante y sonante, no como deuda moral. Por ello, Kirchner dirige hoy una organización fantasmal, sin mayor interés que ganar tiempo a ver qué pasa.
