Somos estupendos, 'oh yeah'
Y seguimos encantados de habernos conocido. Como cada año, Time ha publicado su lista de las 100 personas más influyentes del mundo. Fundado en 1923, el primer semanario político de Estados Unidos (3,4 millones de ejemplares de tirada, a pesar del descenso del 34,9% en venta directa durante el segundo semestre de 2009) ha conseguido convertir su ya célebre lista en una especie de catálogo de lo que se lleva cada temporada en la ideología mainstream del imperio americano.
Aunque la inclusión en el palmarés se reservaba a quienes habían contribuido a cambiar el mundo "para bien o para mal", lo cierto es que se vende mejor si en él aparecen más buenos que malos. De manera que la "influencia" ha terminado refiriéndose a la de quienes, en opinión de la revista, la usan para cambiar el mundo en la dirección correcta. Como explica Richard Stengel, el editor del semanario, la lista no es sobre "la influencia del poder, sino sobre el poder de la influencia". Influencia, se entiende, sobre los 6.700 millones de habitantes de la aldea global. Sobre sus vidas y haciendas, sobre sus creencias y aspiraciones, sobre sus ocios.
'Time' ha conseguido que su célebre lista de las 100 personas más influyentes sea un catálogo de lo que se lleva cada año en EE UU
Como siempre, en la partitura no hay notas disonantes. Todo es tan cultural, política y medioambientalmente correcto que hasta la disidencia es bienvenida y la sorpresa previsible. Este año el líder que abre su categoría es Lula da Silva "campeón de la clase obrera brasileña". Y, caramba, su laudatio corre a cargo de Michael Moore, cuya "disidencia" hace taquilla. Le siguen de cerca el almirante Mike Mullen (presidente del Estado Mayor del Ejército estadounidense) o la aspirante (foto grande para la dama) Sarah Palin, además de diversos peones clave para la actual política exterior o la economía de EE UU. Lo bueno de las listas de Time es que no se necesita conocer a todos los que en ella figuran, porque cuando se leen sus correspondientes laudationes (a menudo a cargo de seleccionados en años anteriores), uno no puede por menos de reconocer que su inclusión era evidente. Cuando eso ocurre, ya se ha asimilado el espíritu de los "100 de Time".
Pertenecer a la anglosfera es requisito importante, aunque no imprescindible. En la categoría de "pensadores" figuran, por ejemplo, Amartya Sen (con panegírico a cargo del historiador revisionista del colonialismo Niall Ferguson), la arquitecta iraquí Zaha Hadid, ganadora del Pritzker, o Steve Jobs (¡es el iPad, estúpido!). Y un nombre "latino": Sonia Sotomayor, juez del Tribunal Supremo en un país con 14 millones de hispanos, muchos de los cuales votan. Ser "ganador" forma parte de la filosofía de la lista. En la vida se gana o se pierde: los que influyen son ganadores. Triunfan los que se hacen a sí mismos, los que superan desastres, los que mandan (bien), los que consiguen vender muchas películas (Sandra Bullock, por favor) o libros (Suzanne Collins, autora de la serie juvenil Los juegos del hambre, publicada por RBA sin pena ni gloria, por ahora). Ganan, por supuesto, los "humanitarios" (Clinton, "el amigo de Haití") o los científicos que investigan vacunas que evitarán las enfermedades (de los ricos y, si las pueden pagar, de los pobres).
Predominio de la anglosfera. Previsible en un país convencido de que no necesita gastar en traducciones: sólo un 3% del total de su producción editorial corresponde a ellas, frente a nuestro 25% (del que el 49% se hacen del inglés). Lo que antes se llamaba "ideología dominante" es hoy ese difuso conglomerado de mainstream cultural y éxito económico del que la lista del Time es, anualmente, un buen barómetro. Y en el que también cuentan los sueños y deseos de los ricos y los poderosos, que a veces coinciden con los de quienes no lo somos. Por algo Time sigue influyendo. Y Hollywood, aún más.