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Un paso más hacia la oncología personalizada

El progreso de la ciencia permite identificar nuevos marcadores moleculares del cáncer, particulares no sólo de cada tipo de tumor sino de cada paciente

Como sabemos, el cáncer es una enfermedad genética, aunque no por ello es transmisible de padres a hijos. La razón es que los errores genéticos que pueden causar cáncer se producen en las células del cuerpo, y no en los espermatozoides u óvulos, únicas células que pueden transmitir sus genes a las generaciones futuras. Por esto, no siempre lo genético es transmisible, o heredable, y la mayoría de los cánceres no se transmiten de padres a hijos.

En todo caso, la aparición de determinados errores genéticos predispone a las células a transformarse en cancerosas. Como dichos errores marcan la posibilidad de que una persona desarrolle cáncer, se denominan marcadores de riesgo tumoral.

Pero existen también marcadores de la propia enfermedad tumoral. Estos marcadores son moléculas, normalmente proteínas, producidas por las células cancerosas, que pueden detectarse en un análisis, y que permiten diagnosticar la enfermedad, o confirmar su diagnóstico. Los marcadores pueden también proporcionar información para emitir un pronóstico; es decir, pueden permitir estimar la gravedad de la enfermedad. Además, el seguimiento a lo largo del tiempo de la presencia o ausencia de un marcador tumoral permite evaluar si un determinado tratamiento está siendo efectivo. Por ejemplo, si tras una operación quirúrgica para eliminar un tumor su marcador no desaparece por completo, el médico podrá sospechar que pequeñas metástasis no detectadas se esconden en alguna parte del cuerpo del paciente. Con esta información, podrá entonces decidir el tratamiento más conveniente.

La escasez de marcadores tumorales

Los marcadores tumorales conocidos en la actualidad son genéricos; es decir, comunes a un determinado tipo de cáncer, o incluso a varios. No obstante, por desgracia, la medicina moderna no cuenta con numerosos marcadores tumorales diferentes y fiables para detectar y seguir la evolución del cáncer, sea del tipo que sea. Incluso los marcadores más aceptados por la comunidad oncológica plantean problemas, porque su detección no siempre indica la presencia de un tumor maligno (podría serlo también benigno), y la presencia de un tumor maligno no siempre resulta en la presencia del marcador, en particular si el tumor es pequeño.

Por esta razón, existe un elevado interés en identificar nuevos marcadores tumorales que puedan analizarse fácilmente, que sean sensibles; es decir, que permitan detectar el cáncer en sus estadios iniciales, y que sean fiables: que su detección indique con una elevada probabilidad la presencia de un tumor. No parece tarea fácil y, desde luego, no está al alcance del común de los mortales llevarla a cabo.

Afortunadamente, la humanidad cuenta hoy con mortales que a pesar de ser comunes, son extraordinarios: los científicos. Estas personas dedican, en su inmensa mayoría, un gran esfuerzo, imaginación e inteligencia a mejorar la vida de todos. Si hay un área de la investigación en la que esto es particularmente cierto, es la oncología molecular. No obstante, como en lo demás, los avances en oncología no pueden desligarse de otros avances de la ciencia, y ésta se revela, al final, como una actividad integral de la inteligencia humana. En otras palabras, el progreso no es posible sin el avance de la ciencia al completo.

Marcadores tumorales personalizados

Este progreso integrado de la ciencia es lo que han utilizado investigadores del Centro de Investigación del Cáncer John Hopkins, en Baltimore, USA, que publican sus resultados en la revista Science Translational Medicine , para identificar y detectar nuevos marcadores moleculares del cáncer que, además, son particulares no ya de cada tumor, sino de cada paciente. ¿Cómo lo han conseguido?

Los investigadores se basaron en, primer lugar, en el conocimiento sobre el comportamiento de las células tumorales. Se sabe que éstas presentan una elevada tasa de mutación genética, lo que hace que su genoma se desvíe y se diferencie cada vez más del genoma de las células normales, a medida que el tumor crece.

En segundo lugar, los investigadores se apoyaron en el desarrollo de la tecnología de secuenciación masiva del genoma. Esta tecnología permite secuenciar en poco tiempo un gran porcentaje de las letras del ADN de las células. Los investigadores obtuvieron la secuencia de más de cuarenta millones de letras de ADN de las células tumorales de cuatro pacientes de cáncer de colon y dos pacientes de cáncer de mama, y las compararon con la secuencia de ADN normal del genoma humano. De esta manera, pudieron identificar las regiones del ADN que más habían cambiado a lo largo del desarrollo de los tumores.

Por último, los investigadores utilizaron la conocida tecnología de la reacción en cadena de la polimerasa, más conocida por sus siglas, PCR, que permite amplificar con facilidad fragmentos concretos de ADN a partir de su secuencia. Esta amplificación permite detectar fácilmente aquellas zonas mutadas en cada tumor.

Utilizando estas técnicas, con una simple extracción de sangre, puede comprobarse de manera muy sensible y sencilla si ésta contiene ADN derivado del tumor. Para comprobarlo, los investigadores analizaron la sangre de un paciente de cáncer de colon 127 días después de su eliminación por cirugía y fueron capaces de detectar ADN tumoral, lo que sugería la presencia de pequeñas metástasis.

Desgraciadamente serán necesarios muchos más estudios antes de que esta tecnología esté disponible en el hospital de la esquina. También será necesario que el precio de esta tecnología disminuya de manera importante para poder usarla de manera generalizada. No obstante, hay que confiar en que, poco a poco, estos avances científicos beneficiarán a todos los pacientes de cáncer.

Jorge Laborda es Catedrático de Bioquímica y Biología Molecular en la Universidad de Castilla-La Mancha

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