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Columna
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Porno

Cuando abro la página de elpais.com, una de las cosas que miro con frecuencia es la sección de las noticias más leídas. Esa cuadrícula donde aparece "lo último", "lo más enviado" y "lo más visto" despierta mi curiosidad. Saber qué interesa al lector es fundamental para alguien que escribe, sea para este periódico o para cualquier otro medio (una novela, un programa de televisión, un blog...). Por eso, lo que sin duda más me llama la atención es que la mayoría de las veces en el número uno del ranking se sitúa un artículo de temática sexual, casi siempre una foto de contenido erótico o una noticia escrita con un titulo inequívocamente referido al sexo, como el que encabeza esta columna.

No se equivoquen, no soy un mojigato. No me escandalizo porque lo más visto sean las fotos de estudiantes borrachos ingleses que exhiben sus vergüenzas en Salou o la imagen de la mujer que se pasea semidesnuda por el lugar donde mataron a Kennedy. Lo que me extraña es que la gente se meta en la página de EL PAÍS para ver ese tipo de cosas. Si Internet tiene un tipo de contenido, ése es el contenido erótico: hombres y mujeres en paños menores, o completamente desnudos, o practicando sexo... De eso está lleno Internet: no hace falta meterse en la página de elpais.com para ver un trasero, basta con desactivar el filtro de búsqueda de Google para encontrar un material más estimulante que las fotos de las prostitutas de Barcelona que tanta repercusión tuvieron en la web de este periódico hace unos meses.

Me gustaría especular sobre las razones por las cuales los lectores de periódicos online (no, no es sólo un fenómeno que ocurra en la página de EL PAÍS, sino que ocurre en toda la prensa generalista de Internet) clicamos en estas noticias. Se me ocurren dos posibilidades. La primera es que somos unos reprimidos y no nos atrevemos a teclear "pornotube" en nuestros buscadores porque nuestra familia podría detectarlo en el historial del navegador. La otra es más complicada y tiene que ver con el morbo extra que tiene lo cotidiano: mejor que la ficción pornográfica es la realidad picante que nos convierte en voyeurs. De ahí el éxito que tuvieron los programas de televisión que ponían videos caseros de turistas teniendo sexo nocturno en las playas de nuestro país o la estrambótica noticia de que una cantidad respetable de espectadores ven programas matinales con fines onanistas. Para comprender estos casos hay que pensar que la puesta en escena tipo "Playboy" se nos antoja demasiado evidente en sus objetivos y por lo tanto resulta mucho más gratificante el uso de productos que no están específicamente destinados a estimular la libido. Como mirones, preferimos observar con cierta distancia, furtivamente.

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