Cerebros que no se fugan
La fuga de cerebros del Tercer Mundo es como un peaje más que la pobreza abona a la riqueza para que siga siendo verdad el resignado apotegma de que "siempre tiene que haber pobres y ricos". Pero en los tiempos de la globalización vía Internet aún no se ha dicho la última palabra.
Proliferan ya los centros creados por los científicos e investigadores expatriados en todo el mundo para devolver algo al país que cuando menos les enseñó sus primeras letras.
Y el futuro de esta iniciativa parece ya lo bastante prometedor como para que la UE financie uno de esos programas con 230.000 euros al año, bajo la coordinación del Instituto para la Investigación y el Desarrollo de París. Pero lo más notable es que en la operación participan también el Ministerio colombiano de Asuntos Exteriores y una universidad pública uruguaya, y su objetivo es el de componer un catálogo exhaustivo de científicos, estudiosos e investigadores emigrados de Colombia, Uruguay y Argentina, para que sus países respectivos puedan acudir a ellos y servirse de sus conocimientos a través de la propia red. La organización estudia y alienta también la multiplicación de iniciativas similares en el mundo entero para ordeñar esas diásporas del saber en beneficio de los países de origen. Como dice el biólogo argentino Eduardo Artz, "ya que no es posible detener la fuga de cerebros, usémosla para promocionar el codesarrollo".
Además de Colombia y Uruguay otros países, como Rumania y Marruecos, tratan de sacar partido a esta nueva sensibilidad desde sus propias instancias oficiales. Existe un negociado en el Ministerio de Asuntos Exteriores en Bucarest que se ocupa de las relaciones con los rumanos esparcidos por el mundo, y Rabat ha creado un Foro Internacional de Competencias Marroquíes en el Extranjero, con el mismo fin.
Cabría pensar que en el futuro la contratación de esos jóvenes valores del Tercer Mundo pudiera llevar aparejada algo así como una cláusula imperativa por la que estos distinguidos inmigrantes se comprometieran a participar en los trabajos de alguna de esas redes, a guisa de contrapeaje por su radicación en las sociedades del Primer Mundo.