_
_
_
_
_
Reportaje:100 años de la Gran Vía | El día que empezó todo

Piqueta de plata y sueños de oro

El gentío esperaba que la demolición mostrara los tesoros de la iglesia

El acto inaugural de la apertura oficial de la Gran Vía había sido convocado a las once de la mañana del lunes 4 de abril de 1910. Era un día soleado, ventoso y frío. Sólo una semana antes, los termómetros habían registrado cinco grados bajo cero. Miles de personas comenzaron a llegar desde primera hora de la mañana a la esquina de las calles de Alcalá y de las Torres, encrucijada donde se hallaba la primera casa a demoler: una estancia parroquial de dos pisos, con cubierta de tejas a dos aguas. La prensa republicana, a la sazón con fuertes contenidos laicos, aseguraba que la expectación obedecía a "la creencia generalizada entre las clases populares de que el anunciado piquetazo regio sobre el muro de la casa rectoral de la iglesia de San José precedería a la salida en chorro de las riquezas, en monedas de oro, que el clero allí esconde".

El rey Alfonso XIII golpeó la casa del cura de San José con un piolet
De los concejales republicanos surgió un estruendoso "¡Viva el pueblo!"
Más información
Antonio López vuelve a pintar la Gran Vía

Minutos antes de las once llegaba a la inauguración la familia real, en varios automóviles descubiertos Hispano Suiza. El rey Alfonso XIII, de 24 años, flanqueado por altos cargos palatinos, lucía un bruñido casco plateado de húsar, rematado por un pincho a modo de pica lancelolada y sin penacho. Vestía capote gris hasta los pies, cuello de piel y galones rojos y azules. La reina Victoria Eugenia tocaba su cabeza con un sombrero azul oscuro con plumas negras; vestía traje negro ceñido y al cuello lucía una boa de armiño.

El presidente del Consejo de Ministros, José Canalejas, y el alcalde de Madrid, José Francos Rodríguez, médico y periodista, ambos vestidos con levita y tocados de sendas chisteras, dieron la bienvenida a la pareja real, que se acomodó en una tribuna revestida de terciopelo galonado de oro, enjaezada con gallardetes de flores frescas.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

En otra parte de la tribuna quedaron instalados el cuerpo diplomático, con el embajador de Reino Unido al frente, más el Ayuntamiento de Madrid en pleno, a falta del concejal Martínez Kreisler, enfermo; el Consistorio estaba compuesto por una exigua mayoría republicana y la poderosa minoría monárquica; también figuraba en lugar destacado el concesionario de las obras de la Gran Vía, el financiero francés Martin Albert Silber.

Asistían como invitados de honor los ex alcaldes Alberto Aguilera y el conde de Peñalver, quienes habían iniciado años atrás las gestiones para hacer posible la construcción de la vía a punto de ser inaugurada. El rey Alfonso, antes de instalarse en la tribuna, saludó cariñosamente al conde, cuyo nombre llevará el primer tramo de la Gran Vía.

Una vez acomodadas las personalidades en sus correspondientes emplazamientos, tomó la palabra el jefe del Gobierno, José Canalejas, quien elogió el aval regio dado al proyecto de construcción de la Gran Vía y también "sin distinciones políticas", los esfuerzos emprendidos por la municipalidad madrileña para consumarlo. Al poco, Canalejas remarcó que "Madrid, como capital del Estado, ha de dar ejemplo a otras ciudades españolas", para justificar luego la brevedad de su discurso por el deseo de su Gobierno de "ser pródigo en hechos y parco en palabras". Concluyó su alocución con un sonoro "¡Viva el Rey!".

Acto seguido, el alcalde José Francos Rodríguez subrayó que las expropiaciones previas a las obras "han afectado a 852 casas de 19 calles" y apuntó que la superficie a construir abarcaría, en su primera fase, 100.000 metros cuadrados. Tras gritar Francos Rodríguez otro "¡Viva el Rey!", un vibrante "¡Viva el pueblo!" surgió de las filas de los concejales republicanos, que fue coreado por el público asistente.

El lugar elegido para escenificar la primera demolición era el mismo donde estuvo el convento de San Hermenegildo, donde en 1614 profesara como sacerdote Lope de Vega, el genial dramaturgo madrileño.

Inmediatamente después de los discursos, Alfonso XIII recibió la piqueta de plata de manos del concesionario Silber. El piolet regio, de unos 40 centímetros de longitud, mostraba en su pico la inscripción Reforma interior de Madrid y en su mango el lema Abril de 1910.

Alfonso XIII subió a un entarimado erigido frente a la pared de la casa rectoral. Un rótulo con Calle de Alcalá y un dibujo del futuro trazado, pendiente del muro, se mostraban ante su vista junto al azulejo donde figuraba la leyenda Visita general manzana 268. Era el rótulo que jalonaba las edificaciones de Madrid desde la inspección urbanística de mediados del siglo XVIII. El Rey, provisto de la piqueta, golpeó de manera simbólica, pero vigorosamente, el muro. En ese preciso instante, la Banda Sinfónica Municipal, dirigida por el maestro Ricardo Villa, acometió la interpretación de El Dos de Mayo, mientras el público prorrumpía en gozosos aplausos. Las campanas de la iglesia de San José comenzaron a tañer un cantarín repique.

Casi al mismo tiempo, dos obreros se encaramaron en el tejado a dos aguas de la casa parroquial y comenzaron por su cuenta a destejarlo velozmente. Uno de los faenantes era Álvaro Garduño, maestro de obras y contratista de la primera demolición que, con aquel gesto, había querido significar su apresto para acometer el derribo. Otros obreros ascendieron al tejado y los primeros volquetes con escombros, a cargo del transportista Pedro Sastre, comenzaron a fluir por la zona.

Mientras el rey firmaba el acta inaugural, el gentío congregado mantenía su atención sobre la casa del cura: pero de las paredes sólo surgía el polvo arrancado por las piquetas.

El rey Alfonso XIII y la reina Victoria Eugenia, durante la firma del acta de inauguración de las obras de la Gran Vía el 4 de abril de 1910.
El rey Alfonso XIII y la reina Victoria Eugenia, durante la firma del acta de inauguración de las obras de la Gran Vía el 4 de abril de 1910.EFE

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_