Columna

El 'hijoputa'

Resulta que el hijoputa no era el hijoputa. O sí. O es que hay más de uno por ahí, algo muy probable, por otra parte. A lo mejor ahora vamos a recibir todos una carta de 14 líneas con membrete firmada por la presidenta disculpándose por habernos faltado a la dignidad y al mínimo respeto que debe profesar en público un alto cargo. El caso es que después del insulto, o el halago a micrófono cerrado de Espe -depende de cómo se mire-, ahora no sabemos muy bien a quién se dirigía. Se ha abierto una especie de rifa general para señalar al verdadero blanco del apelativo. ¿A quién le toc...

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Resulta que el hijoputa no era el hijoputa. O sí. O es que hay más de uno por ahí, algo muy probable, por otra parte. A lo mejor ahora vamos a recibir todos una carta de 14 líneas con membrete firmada por la presidenta disculpándose por habernos faltado a la dignidad y al mínimo respeto que debe profesar en público un alto cargo. El caso es que después del insulto, o el halago a micrófono cerrado de Espe -depende de cómo se mire-, ahora no sabemos muy bien a quién se dirigía. Se ha abierto una especie de rifa general para señalar al verdadero blanco del apelativo. ¿A quién le tocará el premio?

El muerto le ha caído en principio oficialmente a Fernando Serrano, el encargado de la oficina municipal del Defensor del Contribuyente y antiguo cargo de Gallardón en Caja Madrid. El pobre pasaba por allí y le colocaron el sambenito. Le habrá hecho una gracia del copón. Pero no porque lo señalen ahora con el dedo vamos a llevarnos un chasco. Muchos nos habíamos hecho ilusiones pensando que el hijoputa, realmente, era el hijoputa que todos creíamos.

Hay faltas y ataques que, según vengan de donde vengan, ennoblecen a quienes las sufren

Hablo del oficial para los cuates de la presidenta. Ya saben, sí, hombre, sí, ése, justo quien están pensando. Incluso él mismo parecía llevar encantado el cartel, aunque las últimas estrategias de los morreos en público y en presencia de Rajoy se hayan ido al traste con esa mala pasada de la megafonía. Corrió a ponerse digno. Es un grande de la escena. Lo borda: "No diré nada que pueda perjudicar a mi partido". Para gusto de algunos, le pierde esa ansia de protagonismo. ¿O será que le halaga el insulto...?

Puede que piense como yo. Hay faltas y ataques que, según vengan de donde vengan, ennoblecen a quienes las sufren. Es más, se vuelven como un bumerán contra quien lo lanza. Puede ser un honor que, según quienes, te pongan a bajar de un burro. Es un complicado mecanismo psicológico, una tara digna de un enrevesado proceso mental. Pero tiene cierta lógica. Si no, miren y comparen.

¿Qué querrá decir hijoputa exactamente para quien espía cargos de su propio partido, libra una guerra constante y sin cuartel por el poder contra los dirigentes actuales, desconoce la lealtad, machaca a los adversarios y descuajeringa el sistema público básico de la Sanidad y la Educación? ¿Exactamente cuál será el significado de la expresión para quien se vale como de rebote y aprovecha que, quienes fueran, sedujeran con malas artes las voluntades de Tamayo y Sainz en las bancadas socialistas para auparse al poder?

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Puede que para el mismísimo cardenal Rouco Varela ésa sea una buena definición de santa y mártir, pero para cualquiera con dos dedos de frente suena más a lo que salía clandestinamente de su boca de piñón. Entonces, ¿quién es aquí el hijoputa? El que esté libre de pecado que tire la primera piedra, para ponernos bíblicos y a tono con Zapatero.

Lo mires por donde lo mires, este Madrid nuestro no deja de sorprendernos día a día. Es un sainete, una maravillosa zarzuela permanente a la que esta semana se le puede poner título: El hijoputa. Los hay a pares. Es abrir la veda y luego se lanzan todos por el burdo camino de la descalificación. Como en Torrejón de Ardoz, sin ir más lejos, ese pueblo nuestro que ha tenido que cargar con el mal ejemplo de convertirse en bastión xenófobo a costa de dirigentes indignos.

Ahí se ha hecho sin tapujos, a calzón quitado, en mitad del pleno. Para engrandecer las instituciones. Como la jefa se las gasta de esa manera, cunde el ejemplo. Son como niños. Un concejal del PP, el partido dispuesto en aquella localidad a limpiar de inmigrantes su pueblo negándoles el padrón para que no dispongan de salud ni educación, llama a José Fernández, concejal de Izquierda Unida, lo mismo. Otro honor. Porque con ese planteamiento de exclusión, insisto: ¿Quién será el hijoputa?

Malditas las ganas que le quedan a uno de respetar a esta pandilla de patanes. ¿Crisis económica? Ésa pasará. Lo que no parece que vaya a desaparecer de nuestras vidas es esa bazofia moral que embarra la vida pública colocándonos en las esferas de la telebasura permanente. ¿Por qué no hacemos portavoz del Gobierno regional a Belén Esteban y nos dejamos de aficionados? Puestos a lanzar mierda, que lo hagan los macarras profesionales.

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