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La cumbre de Copenhague

Los países pobres se plantan por temor a que se deje morir Kioto

La tensión entre bloques y los fallos de organización enturbian la conferencia

El arranque de la semana decisiva de la Cumbre del Clima de Copenhague fue ayer caótico. Dentro del centro de conferencias, los países africanos se rebelaron por la opacidad de las conversaciones y pararon con una protesta la negociación formal durante horas. En la calle, mientras, cientos de acreditados esperaron durante cinco horas en inmensas colas bajo un frío intenso para entrar en las instalaciones ya desbordadas.

La negociación avanza y retrocede a momentos. Tras la reunión a puerta cerrada de 48 ministros el fin de semana, los africanos y otros países en desarrollo se plantaron. "Este es un proceso poco democrático y transparente. Los 48 ministros no pueden decidir por más de 140 países pobres. No importa lo pequeño que sea un país, es parte de este planeta", afirmó al portavoz del G-77, el grupo de países en desarrollo, la filipina Bernarditas de Castro.

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Con su protesta, el plenario quedó suspendido, como ocurrió en las conversaciones previas de Barcelona. Los estados pobres denuncian que la cumbre avanza más en el grupo de cooperación a largo plazo, en el que está EE UU, y menos que en el de Kioto, que es el que ellos quieren prorrogar entre 2012 y 2020.

"Parece que los países ricos quieren desentenderse de sus compromisos", criticó un representante de la Comisión de la Unión Africana. "Si hubiéramos aceptado se habría dejado de lado el Protocolo de Kioto, los países africanos hemos dicho no, porque no podemos ir para atrás". Este plante obligaba a parar las negociaciones y frenaba la Cumbre cuando entraba en su fase más decisiva. "África ha tirado del freno de emergencia para evitar que el tren se estrelle. Los países pobres quieren un resultado que garantice grandes reducciones de las emisiones, mientras que los ricos tratan de retrasar las negociaciones sobre el único mecanismo que tenemos para lograr este objetivo: Kioto", incidió Jeremy Hobbs, director general de Oxfam Internacional. Mientras la UE busca un nuevo tratado, los países en desarrollo quieren seguir con Kioto porque no les obliga y así lo fijan los borradores de acuerdo de la cumbre.

El suspense se mantuvo hasta la tarde, cuando volvía a reanudarse el Plenario, según la Comisión de la Unión Africana, tras un compromiso de la presidencia danesa para avanzar de forma paralela en las dos líneas de negociación. El enviado de Obama, Todd Stern, mostró cierta comprensión hacia los países pobres: "Cualquier tiempo perdido ayuda poco. Pero sé que hay preocupaciones legítimas sobre la transparencia del proceso".

Son cada vez más los líderes que adelantan su llegada a Copenhague para tratar de impulsar las complicadas negociaciones. Ya hay decenas de ministros en Copenhague y ayer el primer ministro británico, Gordon Brown, anunció su presencia para hoy. La secretaria de Estado española, Teresa Ribera, consideró "peculiar" este anuncio. Ribera sustituye a Elena Espinosa, que no llegará hasta mañana -hoy está en un Consejo de Pesca de la UE- y que faltó a la reunión informal de ministros de fin de semana.

El enfado tenía también que ver con lo que pasaba en la calle, donde los recién llegados a la conferencia debían esperar colas de cinco horas en la puerta y muchos de ellos volvieron a su hotel sin poder acreditarse. La organización, a medias entre Dinamarca y la ONU, está desbordada y ha anunciado una fuerte restricción de acceso de los miles de observadores de ONG al Bella Center. El argelino Kamel Djamouai, representante del grupo africano, se alineó con las ONG: "¿Por qué la organización aceptó a acreditar a toda esa gente y ahora no les deja entrar? Las ONG tienen el derecho a estar aquí".

La policía calma a los participantes en una manifestación fuera del Parlamento en Copenhague.
La policía calma a los participantes en una manifestación fuera del Parlamento en Copenhague.AP

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