Análisis:Cosa de dos

Fumadores

Notas un subidón anímico, acompañado simultáneamente de un ataque de risa, cuando te enteras de que una ex fumadora que debido al gozoso consumo de humo durante 25 años ha tenido que pagar la factura de su adictivo vicio con un previsible enfisema, le ha sacado 300 millones de euros a los traficantes que le proporcionaban su legalizada droga, a la todopoderosa Philip Morris.

Celebras, como siempre, que un aparente pringado pueda darle el palo a las grandes corporaciones utilizando la ley, sin peligro de que le entrullen o le maten. Pero superada la fascinación inicial hacia el que estaf...

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Notas un subidón anímico, acompañado simultáneamente de un ataque de risa, cuando te enteras de que una ex fumadora que debido al gozoso consumo de humo durante 25 años ha tenido que pagar la factura de su adictivo vicio con un previsible enfisema, le ha sacado 300 millones de euros a los traficantes que le proporcionaban su legalizada droga, a la todopoderosa Philip Morris.

Celebras, como siempre, que un aparente pringado pueda darle el palo a las grandes corporaciones utilizando la ley, sin peligro de que le entrullen o le maten. Pero superada la fascinación inicial hacia el que estafa al banquero trapicheando con los recovecos legales del sistema, intuyes que detrás de esa triunfadora demanda no se encuentra David venciendo a Goliat, sino una guerra entre tiburones que han ganado los más listos, un impresionante bufete de abogados que se llevarán la parte del león, que supieron robar al sistema manipulando unas leyes demenciales. Provoca tanto pasmo que una fumadora le saque las entrañas a las tabacaleras como que al constatable asesino O. J. Simpson, inequívoco killer de su adúltera esposa y del amante de ésta, le declararan inocente apelando al tema racial y a que disponía de una fortuna para indemnizar a los familiares de sus víctimas. Sospecho que cualquier alcohólico y fumador yanqui que despierte el fenicio interes de los chacales con toga puede asegurar a partir de ahora el porvenir de su familia. La lucidez de Vito Corleone sabía que era más productivo su abogado Tom Hagen con una cartera bajo el brazo que un ejército de sicarios portando metralletas.

Cositas tan dadaístas no sólo ocurren en EE UU. Los policías de The wire, especializados en escuchas telefónicas a los narcos, no se escandalizarían al enterarse de que en España, uno de los jefes de la mafia rusa aprovecha que la farisaica clase política se está lanzando las culpas por Sitel, para declarar ilegal que grabaran su sagrada intimidad. McNulty y compañía sólo esbozarían una mueca de hastío.

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