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Los conflictos internos del PP
Columna
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El santo Job y el temor a Yahveh

Víctima de una despiadada persecución de Satanás autorizada por Yahveh, el santo Job soportó con infinita paciencia el asesinato de su familia, la muerte de sus rebaños, el agostamiento de sus cosechas, la enfermedad de su cuerpo y las burlas de sus vecinos. Tuvo, sin embargo, un momento de rebeldía frente a Dios: "Te has vuelto cruel conmigo/ tu mano vigorosa en mí se ceba/ Me llevas a caballo con el viento/ me zarandeas con la tempestad". Luego Job se hizo la autocrítica ("Me retracto y me arrepiento/ en el polvo y la ceniza") no tanto por prudencia como por temor a la cólera vengativa y a las intimidatorias bravuconadas de Yahveh ("¿Tienes un brazo tú como el de Dios?/ ¿Truena tu voz como la suya?").

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Ayer vencía el plazo fijado el jueves pasado por Rajoy para reafirmar en el Comité Ejecutivo del PP su autoridad, abandonando la paciencia digna de Job con que había venido soportando hasta entonces agresiones e insolencias. A muchos pareció extraño que una decisión necesitada de un cierto efecto sorpresa -al igual que las devaluaciones monetarias- fuese anunciada con tantos días de adelanto, como si Rajoy quisiera comprometerse en público para no retroceder en la adopción de unas medidas que le daba miedo tomar. En realidad se trataba de dar un tiempo de cortesía a los presidentes regionales de Valencia y Madrid para que cumpliesen sus órdenes: la destitución -dictada por Camps- de Ricardo Costa como secretario general del PP valenciano y la renuncia -por Esperanza Aguirre- al nombramiento de Ignacio González como presidente de Caja Madrid. Así ocurrió el pasado lunes.

Si alguien deseara forzar los paralelismos entre El libro de Job y los padecimientos de Rajoy, el único Yahveh capaz de atemorizar al actual presidente del PP sería José María Aznar, de cuyo dedazo provino su nombramiento como sucesor en 2003. En todos los momentos de crisis del PP -también ahora- se escucha el estridente zumbido de moscardón que suele utilizar el presidente de honor de los populares para recordar el mantra de la victoria -"un partido, un programa, un líder"- que resume su parca sabiduría política. El jactancioso desafío del poderoso Yahveh al humilde Job ("¿Levantas tu voz hasta las nubes?/ ¿La masa de las aguas te obedece?") es traducido en el caso de Rajoy a términos electorales.

Pese a las victorias obtenidas por el PP en las autonómicas de Galicia y las europeas, y aunque el barómetro del CIS le dé más de tres puntos de ventaja sobre el PSOE, algunos críticos de Rajoy utilizan contra el registrador de la propiedad en excedencia la metáfora jurídica del lucro cesante, esto es, las superiores ganancias de votos que deberían haber aportado el elevado desempleo y los errores de diagnóstico, pronóstico y respuesta a la crisis cometidos por el Gobierno.

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A raíz de la derrota electoral de 2008, la presidenta madrileña presentó su candidatura frente a Rajoy con el apoyo de los medios de comunicación conservadores más belicosos; el presidente valenciano, por el contrario, muñó la alianza de barones regionales que le reeligieron durante el XVI Congreso celebrado en junio de 2008. Sin embargo, y con el fardo común del caso Correa sobre sus espaldas, las organizaciones de Madrid y Valencia -dos regiones donde los populares tienen mayoría absoluta y controlan la comunidad y buen número de ayuntamientos- se han subido durante las últimas semanas a las barbas de Rajoy por motivos distintos.

El casus belli madrileño ha sido el obstinado empeño de Esperanza Aguirre por imponer como presidente de Caja Madrid a su hombre de confianza en la Comunidad, un candidato inviable frente a otros aspirantes altamente cualificados que se sintieron humillados al verse preteridos por un lego en materia financiera. En su elogio fúnebre al defenestrado Ignacio González, la presidenta madrileña pareció confundir de nuevo los valores cívicos del servicio público con las virtudes privadas del servicio doméstico.

La tentativa de mantener a Ricardo Costa con domicilio temporal en el limbo como secretario general del PP valenciano también colmó la paciencia de Rajoy. Ni el santo Job hubiese aceptado probablemente esa tomadura de pelo.

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