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Entrevista:CINE | Entrevista

El filósofo de la luz

Rocío García

En Vancouver (Canadá), ya ha descubierto a un hombre que cada día vende mero fresco. En Nueva York, sabe de unos peruanos que ofrecen a diario unos peces maravillosos. Javier Aguirresarobe tiene algo de hombre antiguo que sale de caza. Víctima del nomadismo, va buscando allá por donde le lleva su trabajo materia fresca para cocinarla en casa. También a Madrid, en su ático desde donde se divisa la ciudad limpia y luminosa desde el sur hasta la sierra, se ha traído unos deliciosos tomates de su tierra donostiarra y ha bajado a la pescadería para hacer uno de sus platos estrella: arroz con almejas. Siempre platos sencillos con materia fresca excelente. Es casi una filosofía de vida de este filósofo de la luz. Sencillez y credibilidad, lejoSencillez y credibilidad, lejos de artificios y sofisticaciones. Siempre escondido detrás de los directores, como agazapado detrás de la historia, alejado del exhibicionismo. Así trabaja este director de fotografía, nacido en Eibar (Guipúzcoa) en 1940 y que ha logrado algunas de las más bellas imágenes del cine, no sólo del español. Ayer se estrenó Arráncame la vida, filme mexicano dirigido por Roberto Sneider y basado en la novela del mismo título de Ángeles Mastrettta, y tiene pendiente los estrenos de The road (La carretera), sobre el libro de Cormac McCarthy, que ha rodado en Estados Unidos a las órdenes del australiano John Hillcoat, y The twilight saga: new moon, filme de la saga Crepúsculo de Stephenie Meyer. Se pasará todo el verano y parte del otoño en Vancouver, preparando y rodando la tercera parte de esta saga, Eclipse, que dirige David Slade.

"Me gustan las cosas bien hechas, me cuesta romper rotundamente las normas de un buen trabajo"
"Hablando de fotografía, el sol es tu amigo, pero también tu enemigo. Todo depende de las horas"
"Es malísimo que se vaya la mano, que hagas cosas espectaculares si l historia no lo pide"
"¿Cuál es el mejor pescado? El fresco. ¿Y el mejor director? El que más te quiere

En el comedor de su casa tiene preparado un platito con jamón y un buen tinto con tres copas de cristal checo. El sol de Madrid está en lo alto, implacable. Aguirresarobe escribió hace tiempo un artículo contra el sol y el primer día del rodaje de The road apareció con una camiseta en la que se leía el siguiente lema: "El sol es nuestro enemigo". Aunque fue ese sol tan presente, ese calor, el sudor y la tensión que se respiraba en La caza, de Carlos Saura, el filme que le influyó de manera clara en su vocación, lo que le llevó a la Escuela de Cine. "Hablando de fotografía, el sol es tu amigo pero también tu enemigo. Todo depende de las horas. Cuando termina el día, ya sabes que el sol es tu más fiel colaborador, pero en las horas de mediodía, con ese sol central y duro, es muy difícil trabajar". Aguirresarobe posa para el fotógrafo dentro y fuera, en la sombra y en la luz del sol, mientras propone una comida a base de tomates del País Vasco con un chorro de buen aceite de oliva y ese arroz con almejas, del que tiene una receta fácil y otra algo más laboriosa. Las dos con excelentes resultados, al parecer.

Va pelando los ajos y explicando su receta, que realiza en lo que él llama el "puchero exprés, ese gran invento", mientras habla de la luz Aguirresarobe. "Es muy sencillo de explicar porque se basa en los ambientes que produce la luz natural. Juego con dos cosas: los ambientes de luz natural y como consecuencia de ello conseguir unas luces creíbles, nada sofisticadas ni artificiales. Ésa ha sido la intención de mi filmografía". Dicen de él que es un director de fotografía clásico. "¿Clásico? No sé si soy clásico. Quizá hoy decir que haces una fotografía clásica puede parecer negativo. Pero a mí me gustan las cosas bien hechas, me cuesta romper rotundamente las normas de un buen trabajo profesional y eso es algo relacionado con el término clásico. Me cuesta que los actores, para mí pieza clave de la historia a contar, no tengan su buena luz. Eso también puede ser algo clásico. No me gusta la luz a la altura de los ojos, no me gusta la luz cenital. Sigo mi gramática de luz y eso es muy difícil que cambie. Me gusta que la mentira parezca verdad".

Ha trabajado con los más grandes directores españoles y en los proyectos más imponentes. Tiene goyas y premios de todos los sabores y colores, entre ellos, el Nacional de Cinematografía en 2004. Desde que se estrenó en el largometraje con Fernando Colomo en Qué hace una chica como tú en un sitio como éste, Aguirresarobe ha probado con todos: Pilar Miró, Fernando Trueba, Pedro Almodóvar, Alejandro Amenábar, Víctor Erice, Imanol Uribe, José Luis Cuerda, Montxo Armendáriz, David Trueba y así hasta una larga lista. Woody Allen, con Vicky Cristina Barcelona, ha sido uno de sus últimos hitos. "Woody es para mí un ejemplo de la economía en el lenguaje cinematográfico. Es un hombre que rueda con dos frases, en dos personajes está toda la secuencia, no se enfanga en planos y contraplanos. Eso con la luz y a determinadas horas del día es muy complicado. Tuve que estar muy atento con el maestro porque yo no estaba dispuesto a decirle no a nada. Todo lo que te pide ese señor Woody, con esa vida y esa experiencia enorme, se tiene que poder hacer". Y aunque suene a chulería -es el término que él utiliza-, hoy mismo, el día de la entrevista-encuentro-almuerzo, ha recibido un email de su agente diciéndole que Paul Haggis (Crash, En el valle de Elah) quiere hacer su próximo filme con él. "La pena es que estoy ocupado. Yo soy muy afortunado, pero también cuenta mucho la oportunidad, la coincidencia, el tiempo disponible. En el cine español he dado con las películas clave, no todas, pero sí muchas. Los directores de fuera te buscan por lo que han visto del cine español. Te buscan por todo el mundo. John Hillcoat me buscó por Los otros, Mar adentro y Hable con ella. Esta película de Almodóvar me dio un crédito enorme en Estados Unidos. También El sol del membrillo [Víctor Erice]. Es increíble la poca importancia que nos damos a nosotros mismos y cómo nos buscan con ahínco, como algo sensacional".

Los ajitos ya están dorados y es entonces cuando el operador-cocinero se decide a saltear un poco el arroz. Tan importante como que no se te vaya la mano en la cocina lo es en la fotografía. "No se puede ser exhibicionista. Es malísimo que se te vaya la mano, que hagas cosas espectaculares cuando la historia no lo pide, ni le va ni le viene. Yo entro en la historia para acentuar determinados aspectos. Somos creadores de sensaciones, sugerimos cosas pero mínimamente, no tenemos nunca que estar por encima de la propuesta del director. Debemos estar ocultos, ser los ojos del director pero sin sobreponernos a su visualidad. Esto es básico".

Los operadores son los primeros testigos de los secretos o las angustias o las verdades de lo que acontece delante de su lente o de su cámara. Aguirresarobe nunca se olvidará de una historia que contaba Luis Cuadrado, aquel gran director de fotografía que se fue quedando ciego al final de su vida y con el que trabajó de ayudante en Hay que matar a B., de José Luis Borau, en 1975. "Luis me contó una vez que estuvo en Roma siguiendo con un teleobjetivo al papa Pablo VI por todo el Vaticano para un reportaje. Después de todo un día viéndole a través del tele, dijo: '¿Sabéis una cosa? Que el Papa no cree en Dios'. No sé si será verdad o mentira lo de la creencia del Papa, pero me parece fastuoso. Te das cuenta de la verdad de la mentira, de la mirada de la sonrisa ficticia". También de la belleza de las actrices y del pundonor de un operador para que den bien en la pantalla. "Yo creo que tú te preocupas más que ellas por su belleza. Dos ejemplos: Nicole Kidman, en Los otros, no tenía ninguna preocupación en este sentido, tampoco tenía motivos, es verdad. En el año 2000 era preciosa. Igual que Scarlett Johansson en Vicky Cristina Barcelona, tan joven y tan guapa. Todo depende también de la edad. Además, los actores o actrices no tienen por qué estar siempre extraordinarios o guapos porque eso no tiene ningún valor. Eres tú el que tiene que buscar una determinada expresividad fotográfica, cada secuencia imprime una determinada manera de estar y tú tienes que estar ahí para que la luz tenga que ver con las expresiones de la escena. Me veo en la necesidad de que el actor o la actriz estén bien, cosa que ahora en Estados Unidos están despreciando mucho. Los nuevos actores americanos consideran muy cool esconderse, taparse, no ponerse a la luz. A mí me gusta enseñarlos, porque, en el fondo, también es una actitud muy comercial de cara al público que quiere ver sus ojos, su mirada".

El arroz con almejas, elaborado con la receta más rápida, está listo. "Yo lo sirvo. Lo pruebo yo primero a ver cómo ha quedado. Bueno, puede funcionar. No tiene tanto sabor a chirla como con la otra receta, pero no está mal. Hay una cosa que falta y es el toque de perejil". A pesar de la autocrítica del cocinero, el plato está delicioso y más si se le deja reposar un poco. "¿Le falta sal?", pregunta el anfitrión, siempre atento a todo. Es la sal, ese condimento que uno tiene que medir con tanta precisión, al que se refiere también Aguirresarobe para explicar su plan de trabajo en la publicidad, que sigue combinando con sus dos o tres películas al año. Es sincero cuando afirma: "Me puedo poner romántico y decir que hacer publicidad es una manera de experimentar, pero hoy eso se ha acabado. Hubo un momento en España en que la publicidad tenía muchos más medios que el cine, y por eso se podía experimentar más, pero hoy eso se ha acabado. La publicidad ahora supone ingresos, además de que es una aventura corta e intensa. Como director de fotografía te obliga más que el cine. Ahí sí que trabajas a menú. Te dan el punto de sal y tú tienes que aportar el justo condimento porque los clientes te piden lo que quieren con una exactitud enorme".

Incluso en el café, Aguirresarobe sigue volviendo a la cocina. "Es absolutamente fundamental adaptarse a los directores. No lo digo por parafrasear. Para mí, la complicidad es confianza. Cuando se produce esa complicidad es como viajar en canoa. Yo no he rechazado ningún trabajo por falta de entendimiento con el director, es más, me siento absolutamente querido, a veces de manera desmedida. Quizá en los primeros años, cuando uno no tiene todavía dibujada su estrategia, hay más desconfianza, pero después de tantos años de experiencia sabes por qué te llaman y lo que tú puedes ofrecer. Para explicar esta relación siempre digo lo mismo: '¿Cuál es el mejor pescado? El más fresco. ¿Cuál es el mejor director? El que más te quiere'. Así de simple. Obviamente, hay pescados mejores y peores y directores también, pero ese eslogan funciona siempre".

Arráncame la vida, dirigida por Roberto Sneider, se ha estrenado ayer en España.

La película mexicana, nominada a los Óscar 2009 y la mayor producción de la historia del cine de su país, es una adaptación de una novela de Ángeles MastrettaVídeo: ELPAÍS.com

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