El apagón analógico
Desde hace una semana, algunas zonas de España han experimentado, y alguna ha sufrido, el llamado apagón analógico de la televisión. Los medios de comunicación y las autoridades pertinentes no dejan de repetir las bondades del invento y las ventajas sin fin de la nueva TDT.
Pues bien, desde hace una semana, muchos vecinos de la sierra de Guadarrama, en la Comunidad de Madrid, nos hemos quedado sin televisión. Hemos llamado a ayuntamientos, ministerios, Comunidad Autónoma, y no sé a dónde más; hemos comprado nuestros adaptadores y contratado a antenistas (que hacen su agosto en julio), y la pantalla se obstina en pixelarse o sencillamente quedarse a oscuras. Y los vecinos nos preguntamos cómo puede privarse de un servicio público a una parte de la población así, sin más ni más.
¿No podría haberse comprobado que todos los núcleos urbanos reciben correctamente la señal de TDT antes de apagar la televisión analógica?
En pleno siglo XXI, en la era de las telecomunicaciones, hemos sufrido un retroceso a los oscuros años cincuenta, cuando sólo veían la televisión unos cuantos privilegiados que vivían cerca de los emisores. Necesitamos la televisión aunque sólo sea para tenerla después apagada. No es el huevo, es el fuero.
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