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Primer asesinato de ETA con el 'lehendakari' López

Un agente anti-ETA, vasco y que sabía euskera

Eduardo Puelles García se había mimetizado con el paisaje vasco. No en vano había nacido en Barakaldo (Vizcaya), el 8 de enero de 1960. Uno de los mandamientos del buen policía que trabaja de paisano en información antiterrorista es pasar desapercibido. Casi parecer uno de ellos, convertirse en una iguana contra ETA. Pero, al frente del equipo de seguimientos de la Brigada de Información de Bilbao, no era un desconocido para los sectores abertzales de la zona. Puelles nunca se escondió. Lo mismo echaba la partida en un conocido bar del barrio de Oillargan que bajaba a comprar la cena en alguna de las carnicerías de la calle Santa Isabel.

"Eduardo era un vasco noble y un español de corazón", recordaban ayer sus compañeros del Sindicato Profesional de Policía (SPP). Algunos, compungidos, echaban la vista atrás: las "noches de trabajo intenso" en la lucha contra ETA, la kale borroka...

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"Ejemplo de superación"

Se manejaba algo con el euskera, según confirmaron algunos de sus compañeros. Hijo de extremeños, casado y con dos hijos, de 16 y 21 años, ingresó en la Policía en 1982. Pasó por las comisarías de Alicante, Irún y Portugalete, y fue destinado a Bilbao en enero de 1991, aunque en 1995 fue destinado durante menos de siete meses a Lleida. Tenía hasta un hermano en la Ertzaintza (policía vasca), un "uniformado" perteneciente a un cuerpo que obsesiona a ETA desde hace tiempo. Ascendió a inspector en 2002. "Era un ejemplo de superación personal, un hombre bueno que amaba a su familia, a su pueblo, a la institución a la que se honraba pertenecer", glosaban sus compañeros.

La novia de su hijo ertzaina, una joven morena, se estiraba con gesto nervioso la coleta en el lugar de los hechos. Rodeada por su cuadrilla, un joven se dirigió a ella: "Te hemos llamado para avisarte. Al principio hemos pensado que podía ser él...". Una mujer la tomó por la cintura y se la llevó al hospital en coche. El duelo familiar se había trasladado al centro sanitario, donde los más allegados se reponían lentamente de la conmoción.

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