Cada vez está más claro que los problemas de los empresarios del ladrillo se han convertido en los problemas de los banqueros. Y que, por extensión, éstos han pasado a ser propiedad compartida de todos los españoles. Porque el derrumbe del sector inmobiliario ha inflado la morosidad de la banca hasta rasgar las costuras de la caja fuerte de las entidades financieras.
La crisis financiera en España es asimétrica. Pese al empeño de la patronal de las cajas de ahorros (CECA) en negarlo, todo indica que las bajas empezarán en su bando. La tensa situación ha crispado el debate entre Juan Ramón Quintás, presidente de la CECA, y su homólogo en los bancos, Miguel Martín, de la AEB, dos veteranos del sector con más de 17 años de experiencia.
Timothy Geithner, secretario del Tesoro, defendió ayer las medidas que plantea Barack Obama para modernizar el régimen que en EE UU gobierna el sector financiero. Pero no lo tiene fácil en el Congreso. El primer debate se concentró en el corazón del plan: tanto demócratas como republicanos se mostraron reticentes a que la Reserva Federal tenga tanto peso en la nueva arquitectura.
Ignacio Polanco, presidente de PRISA (editor de EL PAÍS), transmitió a la junta general de accionistas, celebrada ayer en Madrid, un mensaje de tranquilidad, al haber conseguido el grupo un resultado positivo en 2008, pese al contexto de crisis económica global y los acusados descensos en la facturación publicitaria.
Todavía es demasiado pronto para anticipar una recuperación sostenida porque pesan riesgos a la baja sobre el sector exterior, la inversión y el consumo. Pero si alguien puede hablar hoy con propiedad de brotes verdes es, sin duda, China.