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Obama presenta un plan para cumplir el plazo del cierre de Guantánamo

Los senadores demócratas rechazan que los presos sean trasladados a sus Estados

Antonio Caño

Intentando responder al mismo tiempo a la decepción de la izquierda, la presión de la derecha y la incredulidad del Congreso, Barack Obama presentará hoy un plan para hacer viable su promesa de cerrar la prisión de Guantánamo en enero del año próximo. El presidente estadounidense defenderá, según han adelantado portavoces oficiales, la necesidad de ajustarse a ese plazo, aunque eso obligue a sacrificios como el de aceptar a varias decenas de presos en cárceles de EE UU.

Obama tiene que convencer a una opinión pública que se resiste a aceptar a esos detenidos, algunos de los cuales son considerados como peligrosos terroristas, en prisiones cercanas a sus vecindarios. Una encuesta, el mes pasado, reflejaba que, precisamente por ese temor, un 48% de los norteamericanos era contrario al cierre de Guantánamo, mientras que el 44% lo respaldaba.

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Para vencer esa resistencia, Obama presentará hoy Guantánamo como el máximo exponente de toda la arquitectura ilegal levantada por la anterior Administración y como una bandera con la que alistar activistas contra EE UU. Defenderá, por tanto, su cierre como una medida que, no sólo no pone en peligro la seguridad del país, sino que la refuerza.

Cumplir ese objetivo en el plazo de un año anunciado un día después de su toma de posesión se ha convertido en un reto muy difícil de cumplir para el presidente. Siguiendo la posición previamente tomada por la Cámara de Representantes, el Senado retuvo los 80 millones de dólares requeridos por la Casa Blanca para el cierre de Guantánamo hasta que Obama no presente un proyecto concreto sobre cómo hacerlo.

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"La decisión de cerrar Guantánamo fue la correcta", ha declarado el líder de la mayoría demócrata en el Senado, Harry Reid, "pero bajo ninguna circunstancia daremos un paso sin un plan responsable y completo por parte del presidente".

El retraso en la aprobación de los fondos, en sí mismo, constituye un pequeño problema para cumplir con el calendario previsto por el presidente. Pero, sobre todo, demuestra que, mientras en la campaña electoral todos los políticos demócratas aplaudieron esa medida, ahora, cuando se acercan las elecciones legislativas del año próximo, todos están atentos a la impopularidad que esa decisión puede tener en sus respectivas circunscripciones.

Obama necesita, por tanto, recobrar autoridad en esta materia y recuperar la iniciativa. El presidente hablará hoy de la enorme mancha que la existencia de Guantánamo deja sobre la reputación de este país y pedirá a todos, ciudadanos y clase política, ser consecuentes con el deseo de poner fin al dramático legado de Bush. Eso requiere algunos esfuerzos, entre ellos el de asumir el problema que representa el destino de los 240 encarcelados en Guantánamo.

La Administración mantiene sus gestiones para que más de un centenar de esos detenidos puedan ser enviados a otros países de Europa y Oriente Medio, pero advierte que será muy difícil cumplir con ese objetivo si no se acepta que un puñado de esos presos -entre 50 y 100- se quede en territorio norteamericano.

Parece obvio que ningún país puede pedir a otro acoger a quienes rechaza por miedo, pero eso es lo que está ocurriendo. Senador tras senador sostienen que les parece bien que se cierre Guantánamo, pero que no les envíen los presos a sus Estados, ni siquiera a prisiones de alta seguridad. El mismo director del FBI, Robert Mueller, dijo que la presencia de esos detenidos en suelo de EE UU constituye un peligro.

Entonces, ¿qué hacer con ellos? Los republicanos lo tienen muy claro: dejarlos en Guantánamo. "Cerrar esas instalaciones sólo servirá para hacer menos seguro a EE UU", aseguró el líder de la minoría republicana en el Senado, Mitch McConnell.

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