_
_
_
_
Tentaciones
_
Reportaje:CINE

HASTA EL MOÑO DE SLUMDOG

Vinay Rai es un guaperas de manual. Cuerpo dos por dos, tez morena impecable, ojos viciosillos en constante búsqueda y sonrisa fácil con un toque de condescendencia que deja a la vista una dentadura modelada por la ingeniería. No es de extrañar que su llegada robe todas las miradas en uno de los restaurantes más selectos de Bangalore. Es el arquetipo del héroe de las películas masala, esas que duran tres horas y media y están salpicadas de bailes surrealistas. Rai es el que suele llevarse al huerto a la heroína, siempre fuera de plano y sólo tras un durísimo proceso de cortejo, bajo promesa de matrimonio y tras varias danzas y contradanzas. O el que muere después de haber exterminado a una legión de tipos malvados que le ha hecho la vida imposible durante 180 minutos de metraje.

"India quiere evasión. Bollywood es magia. El realismo pertenece a Hollywood" (Iqbal M. Khan)
"Las 'pelis' de Boyle o Mira Nair son como la comida india que llega a Occidente" (Arjun Bhasin)
Más información
Derriban las chabolas de los niños de 'Slumdog Millionaire' en Bombay

Pero Rai, que con cuatro películas a sus espaldas es un recién llegado con suerte, empieza a estar cansado de los personajes planos que transitan por las diferentes versiones de la misma historia patentada por Bollywood. "No quiero encasillarme, y creo que éste es el momento adecuado para probar cosas nuevas. La industria del cine ha llegado en India a un punto de inflexión gracias al desembarco de los cines multisala. Se ha segmentado el público y existe demanda suficiente para el cine independiente". Todavía tiene que rodar un par de bailes en las playas tailandesas de Pattaya para su último largometraje, pero asegura que cambiará de personaje con cada película, algo impensable en un star system que copia el de la época dorada de Hollywood. Hace veinte años, a Rai lo habrían tomado por loco.

A Rajat Kapoor, también. Es difícil mirar a este actor-director-productor sin sentir una aprensión que roza el odio. Para el público occidental, es el tío capullo que trataba de abusar sexualmente de la pequeña de la familia en La boda del Monzón, de Mira Nair, una directora que cosecha éxitos discretos en su país de origen "porque tiene una visión occidental del cine". Para la audiencia india, Kapoor es el actor que estuvo 40 días sin ducharse con el fin de dar veracidad a su papel de presidiario en la recién estrenada Siddhart: el prisionero. Él se considera director y productor de películas independientes y su casa, a las afueras de Bombay, tiene un fuerte aroma underground. Pero lo cierto es que la industria del cine indio del siglo XXI le permite ser todo eso porque vive una revolución sin precedentes acentuada por el crecimiento de una clase media que ya suma 150 millones de personas, y que está harta de estereotipos en 35 milímetros.

La primera película de Kapoor, Private detective, no pudo siquiera ser estrenada. Ahora, el director espera rodar tres nuevas películas —"nada de danzas"— y parece que no le va a faltar el presupuesto. "Mi primer largo se filmó con 60.000 euros que costó un milagro conseguir; ahora no tengo problema en convencer a los productores de que presupuesten 250.000 por proyecto [la media en Bombay, meca de Bollywood, ronda los tres millones]. Se han dado cuenta de que con el cine independiente el riesgo económico es menor y, sin embargo, un éxito puede dar frutos muy superiores a los de un blockbuster masala".

Hay quien se resiste a conceder un espacio creciente a la nueva hornada de escultores de celuloide. Iqbal M. Khan, director de uno de los estudios con mayor historia de India, Mehboob, representa al sector más tradicional y responde con un gesto despectivo cuando se menciona el cine independiente indio. "El público quiere entretenimiento, diversión. No realidad. Bollywood es magia. El realismo pertenece a Hollywood, razón por la que los americanos tampoco tienen aquí la cuota de mercado del resto del mundo. En este país viven más de 1.300 millones de personas, pero sólo un pequeño porcentaje tiene el nivel educativo necesario para entender un filme independiente, y pocos hablan inglés. Quieren bailes, romance, heroísmo, tragedia y estrellas a la antigua usanza. En definitiva, evasión". El debate está servido.

Algo pasa con 'Slumdog millionaire'

"El filme de Danny Boyle ha tenido éxito porque en Occidente pervive una imagen romántica de lo que es India, y se explota en un momento en que el país se ha convertido en un destino sexy por su potencial económico", dice Avantika Akerkar. Esta actriz vocacional ha participado en una treintena de obras de teatro, películas y series de televisión producidas en Bombay: desde superproducciones masala hasta Los monólogos de la vagina, una obra que, después de escandalizar a India, se ha mantenido en cartel más de un año. La decoración del piso de esta mujer enérgica refleja una fusión de elementos occidentales e indios que también corre por sus venas. Akerkar tacha el filme de Boyle de mediocre, pero reconoce que, "aunque no tiene nada que ver con Bollywood, puede ser un revulsivo para la industria del cine en India".

Todos coinciden en que un hindú nunca habría rodado una película como esa. Algunos con timidez, otros con fiereza, todos la critican en India. Incluso quienes ven en Slumdog millionaire la oportunidad que el cine indio estaba esperando para dar el salto definitivo al mercado global y atraer el capital de un Hollywood necesitado de savia nueva. "Cuando vengan las grandes productoras estadounidenses aprenderemos sus técnicas de marketing y de cinematografía", asegura Iqbal M. Khan. "Quizás entonces seamos capaces de producir películas exportables más allá del público indio que vive en el extranjero".

Lo que ninguno de los entrevistados por EP3 niega es que Slumdog millionaire ha creado un debate interno que acelerará los cambios en el cine indio y en su público. Arjun Bhasin, diseñador de vestuario y director de moda de la edición india de la revista GQ, lo explica en pocas palabras mientras su iPhone echa humo: "Hace sólo cinco años habría sido imposible estrenar Mi nombre es Harvey Milk en Bombay, pero hoy las salas en las que se proyecta están llenas". El público indio de clase media, todavía una minoría, exige mayor profundidad de guión, "pero el occidental que no entienda lo que es India jamás podrá disfrutar de una película de Bollywood, por muy independiente que sea. Tendrá que quedarse con sucedáneos como los de Mira Nair o Danny Boyle". Son como la comida india cuando llega a Occidente: "Productos modificados para agradar al paladar local".

Bollywood se escribe con K y con T

De doce películas que ha dirigido Saran (a secas), diez han sido superhits. O sea, han estado en cartel más de 150 días. Pero no son filmes de Bollywood, sino de Kollywood, una industria que produce unos 120 largometrajes al año (de Bombay sale una media de 600). La K se la deben al distrito donde se ruedan, Kodambakkam, situado en Chennai, la ciudad natal del ganador de dos Oscar musicales por Slumdog millionaire, ahora héroe nacional, A. H. Rahman. Aquí no filman en hindi, sino en tamil, el idioma del estado sureño de Tamil Nadu.

Curiosamente, este cine regional que tiene en el estado de Andhra Pradesh otro polo de actividad similar, Tollywood (la T viene de la lengua telegú), es el que está impulsando cambios en la estructura narrativa del cine indio. "Hemos sido los primeros en dar carpetazo a la típica historia del bien contra el mal, y hemos introducido personajes más complejos. Tampoco hacemos ascos a la temática social".

El mérito es doble. El presupuesto medio en Chennai es un tercio del disponible en Bollywood y, por regla general, el rodaje se tiene que finalizar en dos meses. "No se puede pedir que los actores hagan maravillas en este tiempo, y eso lastra su verosimilitud. Son malos", reconoce Saran. "Algunos incluso filman dos o tres películas a la vez", añade horrorizado Vinay Rai.

Sin embargo, Kollywood ha creado grandes técnicos. Balusubramaniem Kathiresan es uno de ellos. Este director de fotografía es uno de los que ya tienen preparado su salto al cine occidental. Después de trabajar con Saran, pronto empuñará la cámara para una producción francesa. "Contamos con tan pocos medios que tenemos que dar rienda suelta a la imaginación para obtener buenos resultados. Con la tecnología y el dinero que tiene Hollywood nuestro trabajo sería mucho mejor que el de sus técnicos". Parece que su opinión es muy compartida, y ya ha comenzado el éxodo de profesionales de Kollywood que hace las Américas.

Verdaderos 'slumdogs' al ataque

En Chennai, Sriram Ayer está exultante. Gracias a Danny Boyle y al interés que se ha despertado por el cine indio y por las problemáticas sociales del país, la ONG que dirige, Nalandaway, ha conseguido llevar su actividad a una cota con la que nunca antes había soñado. "Utilizamos las artes visuales para ayudar a niños especialmente vulnerables", explica. "Producimos cortometrajes en los que ellos mismos plasman la realidad. Sirven de terapia, potencian su creatividad y provocan un debate social". Ahora, de la mano de la productora hollywoodiense Warner Bros, que aportará los 300.000 euros que cuesta su producción y que se encargará de la distribución mundial, estos verdaderos slumdogs (literalmente, "perros de chabola") van a protagonizar el largometraje Rangarattinam, un proyecto que se estrenará este otoño.

"Narra la historia de nueve niños de entre 7 y 14 años, todos ellos seropositivos, que se escapan del orfanato en el que viven para ir a visitar a una de sus amigas, a la que el sida está matando en un hospital de la ciudad. La película sirve para contar lo que les sucede durante el viaje y, de paso, mostrar lo que supone vivir con el VIH en India". Será la respuesta india a la visión occidental de sus problemas sociales. "No faltará realismo, pero tampoco un par de bailes. Y dará la profundidad que le falta a la película de Boyle". Eso sí, todavía tendremos que esperar al menos un año para verla en nuestras pantallas y juzgar si el cine indio sabrá hacerse un hueco en el mercado mundial.

La portada del <i>India Today,</i> en el paseo marítimo de Bombay, recogiendo la máxima revolución exportable que ha visto su cine.
La portada del India Today, en el paseo marítimo de Bombay, recogiendo la máxima revolución exportable que ha visto su cine.ZIGOR ALDAMA

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_