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Cambio histórico en Euskadi

Quiroga recuerda a Pericles para pedir tolerancia a sus creencias

La nueva presidenta responde a las críticas por su rechazo al preservativo

Javier Rivas

De entre los diferentes hitos que un futuro historiador pueda escoger para datar el nacimiento del cambio en Euskadi, uno de los más evidentes llegó a las 10.47 de ayer en la sede del Parlamento en Vitoria. Exactamente a esa hora, Arantza Quiroga Cía, una licenciada en Derecho irundarra que en julio cumplirá 36 años, los 14 últimos en diferentes cargos públicos representando al PP, se sentaba por vez primera en el correspondiente sillón del salón de plenos como presidenta del Parlamento vasco. Un político constitucionalista no ocupaba ese puesto desde que el socialista Jesús Eguiguren lo dejase oficialmente hace 19 años, tres meses y 16 días.

El pleno que abrió ayer la novena legislatura de la Cámara autonómica, la primera que verá a un socialista como lehendakari, tuvo toda la expectación periodística -aunque el resultado del partido estaba cantado- y el tedio reglamentario -las benditas formas de la democracia- que se esperaban. La constitución de la Cámara, con su ritual de llamar a los parlamentarios por orden de acreditación, leer la lista de los presentes y los artículos del Reglamento correspondientes, formar la Mesa de Edad, la proclamación de las candidaturas y las sucesivas votaciones para formar la Mesa definitiva no da para más carga política, cuando, como en este caso, los pactos ya han cerrado el reparto de cargos que la que quiere darle el nuevo ocupante de la Presidencia en su discurso.

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Quiroga, quien había llegado a la Cámara poco después de las nueve de la mañana escoltada por la mayoría de sus compañeros de su grupo, Antonio Basagoiti a un costado, Iñaki Oyarzábal al otro, aprovechó su ocasión. Escribió personalmente su discurso para hacer un esbozo de sus intenciones en el cargo, elogiar a su antecesora, Izaskun Bilbao, y recordar a las víctimas del terrorismo. Y para replicar indirectamente a las dos críticas que le han acompañado en las últimas fechas, desde que se situó como clara candidata del PP al puesto y su nombre, finalmente se confirmó: su falta de dominio del euskera y sus planteamientos ideológicos católicos y conservadores. Para responder a la primera quiso servirse de dos párrafos en el idioma que hablaban su madre y su abuela materna. Para la segunda, se fue al siglo V antes de Cristo.

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Leopoldo Barreda, portavoz del Grupo Popular y uno de sus parlamentarios más experimentados, le había preparado una selección de citas de diversos autores para que usase en el discurso. "Se las pedí a Leopoldo porque no tenía tiempo y me gusta esto de las citas en los discursos", precisa Quiroga. Y una de ellas, de Pericles, elegida ya por Barreda con esa pretensión, cayó por su peso: "Somos libres y tolerantes en nuestras vidas, pero en los asuntos públicos nos ceñimos a la ley".

Replicaba así Quiroga a la sucesión de acusaciones que ha recibido desde que en una entrevista publicada el pasado domingo por este periódico se situase al lado del Papa en su rechazo al uso del preservativo. "Después de mi entrevista y de todo lo que se me ha criticado me parecia importante", decía ayer Quiroga, ya presidenta, a EL PAÍS. Y abunda: "Contesté [a la pregunta sobre Benedicto XVI] porque creía que tenía que contestarla y, según pasan los días, me alegro tanto de haberlo hecho... Si no, tendría ahora una sensación fatal de no haber sido clara".

Con otra cita de Roosevelt (Franklin, no Theodore) quiso enfatizar que los políticos muchas veces "se devanan los sesos buscando programas electorales y hace 60 años ya tenían claro qué demandan los ciudadanos". Cosas sencillas, como igualdad de oportunidades, empleo para todos y mayor calidad de vida.

Quiroga destacó la gestión de su antecesora, que Bilbao le agradeció. Ambas tienen que verse en los próximos días para facilitar la transición. De momento, los responsables de protocolo enseñaron a Quiroga las principales instalaciones de la Cámara y las dependencias propias de la Presidencia, que el equipo de Bilbao cerró con llave a su marcha, llave que luego entregó al departamento de protocolo.

La satisfacción de Quiroga, quien, como varios de sus compañeros vizcaínos y guipuzcoanos, ya durmió en Vitoria la noche del jueves, unía a su satisfacción política la de compartir el momento cumbre, hasta ahora, de su carrera política, con sus padres, su marido, que había podido cambiar a última hora un viaje de trabajo, una hermana y su suegra, presentes en la tribuna de invitados.

Izaskun Bilbao, de nuevo parlamentaria de base hasta que en junio marche previsiblemente a la Eurocámara, se sentía ayer "muy tranquila". "He trabajado cuatro años todo lo que he podido, con honradez, y he sido esa persona normal, la que fui antes de ser presidenta y la que soy en este momento", señaló a este periódico. De su labor destacó tres puntos: la apertura de la institución a la sociedad, "y ese nuevo discurso de la innovación política"; el trabajo en el ámbito europeo con otros parlamentos regionales, y tender un puente de cercanía y calor a las víctimas del terrorismo, nunca como hasta su mandato tan reconocidas por el Parlamento vasco.

"Me gustaría seguir en su senda de abrir el Parlamento a la sociedad. He hecho esa referencia a Izaskun Bilbao desde la sinceridad más absoluta y desde el corazón", reconoció Quiroga.

Los socialistas consideraron bueno el discurso de la presidenta -así lo dijeron, por ejemplo, Patxi López y Rodolfo Ares-, aunque, pese a haberle votado, habían recibido su elección con aplausos más que tibios. Eso, el que llegó a aplaudir. Lo cierto es que sólo la familia popular, con un Basagoiti que exudaba satisfacción, parecía ayer plenamente satisfecha.

El lehendakari en funciones, Juan José Ibarretxe, y el aspirante socialista a desbancarle sobrellevaron la sesión conversando en ocasiones con sus inmediatos compañeros de escaño. Ambos no se cruzaron una palabra, al menos en el salón de plenos. En el único descanso de apenas 15 minutos en casi hora y media de sesión, López salió al exterior mientras el lehendakari en funciones se quedaba hablando con Javier Madrazo -más sonriente ayer que en días pasados-, felicitando efusivamente a su correligionaria Leire Corrales por su reciente maternidad o manteniendo una animada conversación con los cuatro representantes de Aralar en sus propios escaños.

Ibarretxe dejó la sede de la Cámara pocos minutos después de que el cambio empezase a visibilizarse. López y Basagoiti, que hablaron brevemente en varias ocasiones, siguieron allí buena parte de la mañana, mientras los corrillos de parlamentarios, periodistas, invitados y funcionarios se sucedían en los pasillos y en el exterior del edificio, tomado por los fumadores. El más que seguro futuro lehendakari, melómano confeso, lamentaba no poder acudir hoy a la cita con AC/DC en Barakaldo, aunque confiaba en poder resarcirse con la visita dentro de dos semanas de Vetusta Morla.

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Sobre la firma

Javier Rivas
Forma parte del equipo de Opinión, tras ser Redactor Jefe de la Unidad de Edición y responsable de Cierre. Ha desarrollado toda su carrera profesional en EL PAÍS, donde ha trabajado en las secciones de Nacional y Mesa de Cierre y en las delegaciones de Andalucía y País Vasco.

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