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Reportaje:EL RINCÓN

El bouzuki de Javier Limón

Rocío García

Es un estudio de grabación diferente. Inundado de bellísimos instrumentos -guitarras, chequerés, laúdes, congas, oboes chinos, cajones...-, el lugar donde trabaja y graba el músico y productor Javier Limón es todo menos frío. Los últimos adelantos tecnológicos comparten aire con una mesa de mezclas del siglo XVII de la India y con unos farolillos que irradian colorines tenues por el local. "Es muy importante para mi música mantener este ambiente casi familiar, aquí hemos organizado pequeñas fiestas flamencas", asegura el artífice de algunos de los grandes éxitos musicales de los últimos años. Aquí, fuera de los aplausos, en un barrio popular de las afueras de Madrid, Javier Limón busca su refugio para crear y grabar. Bajo la mirada de Fernando Trueba y con un hermoso piano, instalado en una de las dos cabinas del estudio, nació ese disco mágico de Lágrimas negras, interpretado por El Cigala y Bebo Valdés. Pero si hay algo que provoca estos días un revuelo especial en el ánimo de Javier Limón es el bouzuki, un instrumento griego que le ha regalado la gran diva Eleftheria Arvanitaki. "Es acojonante", asegura, mientras lo acaricia delicadamente y lo toca para enseñar los deliciosos sonidos que salen de su caja. Limón viaja la próxima semana a La Habana para grabar un disco con Chucho Valdés y Concha Buika con el repertorio de la mexicana Chavela Vargas, y prepara uno propio, Kosmos, con 12 o 14 temas, que va a ir realizando por distintos países del Mediterráneo -ya ha grabado en Grecia y Líbano-, con el deseo de ir a la búsqueda no sólo de la mejor música, sino también de los olores, los colores, el paisaje o la comida. Él, que comenzó como compositor, afronta su profesión de productor desde un punto de vista mucho más musical que técnico, y en este sentido está convencido de que el flamenco tiene que mirar a la retaguardia y buscar las semillas musicales en África y el Mediterráneo. "Éste es un tesoro al que a veces dejamos de prestar atención, apabullados por las músicas anglosajonas", afirma Limón, quien desde su estreno en cine con Soldados de Salamina, de David Trueba, ha ido encajando su tiempo para estar presente en muchas otras películas, la última, Sólo quiero caminar, de Agustín Díaz Yanes. Y así, entre multitud de premios, discos de platino y fotos muy especiales -una de ellas con Keith Richards, el guitarra de The Rolling Stones-, este productor, que se ha sometido a un estricto régimen que le ha hecho adelgazar 30 kilos, piensa ya en el disco del "más grande": Paco de Lucía.

Javier Limón toca su bouzuki en una de las cabinas del estudio donde grabó el éxito de <b><i>Lágrimas negras</i>.
Javier Limón toca su bouzuki en una de las cabinas del estudio donde grabó el éxito de Lágrimas negras.Samuel Sánchez

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