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Entrevista:PILAR VIZÁRRAGA | Mujeres en vanguardia

Respuesta a un desafío

Miguel veía todos los días a su hija con el cuaderno y el lápiz haciendo deberes. Orgulloso, repetía una y otra vez:

-Esta niña va a ser maestra, porque es muy inteligente.

La niña, que aún no había cumplido los 10 años, era en efecto inteligente. Tanto, que ella misma se preguntaba tras escuchar a su padre:

-¿Para qué quiero ser inteligente, si al final no voy a poder ser nada. Si mi fin va a ser casarme y tener hijos...?

Pilar Vizárraga Fernández solo tenía que echar un vistazo a su alrededor. Eran nueve hermanos y su madre se pasaba todo el día al cuidado de la casa. Una casa enclavada en uno de los barrios más deprimidos de Andalucía: el Polígono Sur de Sevilla.

Además, era gitana.

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"De niña me decía: ¿para qué quiero ser inteligente si no podré ser nada?"
"La integración no me gusta, si quiere decir desintegrarnos y acoplarnos"

Unos 270.000 gitanos viven en Andalucía. Muchos, en populosas barriadas abandonadas a su propia suerte. El Polígono Sur es una de ellas. El 20% de sus 40.000 habitantes son de etnia gitana. Ese porcentaje sube por encima del 50% en los dos sectores más empobrecidos, Martínez Montañés y Murillo, donde se ubican las llamadas Tres Mil Viviendas. El infierno.

Ese era el entorno en el que crecía Pilar. Allí sigue. No ha conseguido ser maestra. Pero es algo más: se ha convertido en la más destacada líder de las mujeres gitanas, preside la asociación Akherdi I Tromipen y ha recibido importantes premios, el Meridiana (Instituto de la Mujer, 1999) y el Gitano Andaluz (Consejería de Igualdad, 2005).

¿Cómo lo ha logrado? Como ella misma dice, "siendo una esponja". Absorbiendo lo bueno que pasaba a su lado.

El padre de Pilar era vendedor ambulante, pero no de mercadillos. Vendía telas y paños de puerta en puerta por pueblos y ciudades de España. Incluso cruzaba el charco y visitaba clientes en Buenos Aires y México.

El negocio iba bien. En la casa no se pasaba hambre, a pesar de los nueve hijos. Pero sí algunos apuros, reconoce Pilar.

-Mi madre me dice, ¡ay, no te ha dado a ti pocas veces la vecina cachos de pan con chope! Claro, veía a tantos niños...

De los nueve hijos, los seis varones siguieron el negocio familiar. Pilar prefirió el cuaderno y el lápiz. Le encantaban las matemáticas, "porque haces una operación y obtienes un resultado".

La venta ambulante produjo una familia errante. Nacida en La Macarena en 1967, Pilar vivió de los dos a los ocho años en Madrid. De regreso a Sevilla, la familia se instala en una vivienda protegida del Polígono Sur. Dos años después, la niña se hizo mujer y dejó la escuela. Con las hermanas de Jesús María, que desarrollan una buena labor en el barrio, acude a talleres y campamentos.

A los 17 años consigue su primer trabajo: pinche de cocina en la asociación gitana Villela or chivé (Llega un nuevo día), fundada por su tío Mariano Vizárraga, pionero del movimiento asociativo gitano. Su asociación fue Medalla de Andalucía en 1992. De esa fuente bebió la niña esponja.

-Mi madre era la cocinera, y mi hermana y yo poníamos los platos.

No uno, ni dos. La asociación Villela or chivé daba todos los días el desayuno a 50 chicos, el almuerzo a 180 y la cena a otros 70. Más de 150 familias eran atendidas en el centro. Casi un centenar de críos eran escolarizados cada año. Pilar pasó de pinche a monitora y animadora social.

En los ocho años que pasó en Villela, Pilar obtuvo el diploma de socorrista de la Cruz Roja, el de animadora socio cultural, el graduado escolar, el carné de conducir... Su formación se cierra con un máster como Técnico Especialista en Investigación y Acción Participativa por la Universidad Pablo de Olavide.

Todo eso le sirvió para dar un salto mortal: crear la primera asociación de mujeres gitanas, Akherdi I Tromipen (Llamada al desafío). Eran 17 mujeres. Diez años después, son un centenar. El Centro Cívico del Polígono, unas instalaciones desaprovechadas, que solo servían para el reparto de metadona y poco más, se convirtió en el punto de reunión de aquellas pioneras. Contaron con el apoyo de un profesor del Centro de Adultos, Paco Cordero y se pusieron en marcha.

Hoy desarrollan programas diversos, desde la alfabetización y la atención infantil, a corte y confección y danza del vientre. "Son excusas, puntos de interés para desarrollar una labor formativa". A Pilar le gustaría que Akherdi I Tromipen se dedicara más a "recuperar la cultura gitana, nuestra lengua, nuestra historia". Pero "con lo que se ve en el Polígono, tenemos que dedicarnos a proyectos de efectos más inmediatos".

Por ejemplo, repartir "cajitas" de leche. Más de 70 madres del barrio recogen todas las semanas su ración de lecha maternal. "Alrededor de la cajita, articulamos actividades formativas de la mujer". Con ese y otros trucos, medio millar de personas atienden regularmente a distintas actividades de la asociación.

Pero, sin duda, el programa de educación vial fue el más sorprendente. Lo iniciaron nada más fundar la asociación. Un puñado de mujeres gitanas sacó su carné de conducir. Entre ellas, dos hermanas gemelas de 60 años, tía Victoria y tía Jana. "No me hace falta, pero tengo ese anhelo, aunque sea para enmarcarlo", decía tía Victoria. Las dos aprobaron y hoy son ellas las que llevan a la familia a la playa en coche.

-Al año siguiente, los hombres estaban un poco rebotaos. Les dijimos: ¿por qué no lo hacéis vosotros también?

El éxito del carné de conducir fue tal que, dos años más tarde, pasó a formar parte de la oferta del Centro de Adultos. "Pero ese camino lo abrimos nosotras", dice con orgullo Pilar.

Así transcurre la vida de esta mujer en el Polígono Sur. Abriendo caminos. Respondiendo a esa llamada al desafío (Akherdi I Tromipen) que inició hace una década, con un claro objetivo:

-Sé que muchas de las cosas en las que estoy trabajando no me van a tocar a mí, pero al menos, que les toque a las mujeres gitanas que vienen detrás.

Por ejemplo, a su hija. Para la que desea que tenga más opciones que la de casarse y tener hijos.

Los marginados del sur

Después de los marroquíes, los gitanos son los más rechazados entre los adolescentes españoles, según una encuesta del Centro de Estudios sobre Migraciones y Racismo.

Los adolescentes consideran a los gitanos molestos (23%), les caen antipáticos (38%), no se casarían con ellos (58%) y los echarían de España (28%). ¿Qué siente Pilar Vizárraga, líder vecinal gitana?

-Un dolor de estómago tremendo.

No puede ser más expresiva. Se queja: "¡Se ha hecho tanto y tanto por ensuciar nuestra imagen, y tan poco por lavarla, mostrarla tal cual!".

¿Qué hacer? ¿Integrarse? "La palabra integración no me gusta, si quiere decir desintegrarnos y acoplarnos a lo que hay". Aceptar unas normas de convivencia en común, sí. Pero que respeten "nuestra forma de pensar y de vivir".

Por desgracia, lo tienen difícil. Pilar también está cansada de que le pregunten si es seguro ir a su barrio.

-Una vez tomé un taxi en el centro, con mi hija mayor y mi niño pequeño, que iba dormido. El taxista se negó a llevarnos. La policía me dijo: 'tome el número de taxi y denúncielo'. Pero tuve que bajarme.

Aunque el pasado martes un joven fallecía tras recibir un balazo en la misma calle donde está el Centro Cívico, y tiene lugar esta entrevista, la situación en el barrio ha mejorado. Los autobuses han vuelto. Los carteros llegan a determinados puntos. Los repartidores de pizza, no. Pero los de Alcampo, sí, "porque tienen trabajadores del barrio".

Esa es la salida. Trabajo. Para gitanos y no gitanos, que la pobreza une mucho. "Hay pocos recursos, y los pocos que hay llegan a los mismos. La mayoría, ni se entera".

Por eso Pilar sigue viviendo en el barrio, "peleando por los que están aquí, que son los que más sufren, los que siempre van quedando a un lado".

Al margen. Marginados.

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