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Hierro forjado

Hierro decía que su poesía era "seca". Pero no: sobria más bien, despojada, inmune a las exhibiciones estilísticas, aunque fuese un poeta de oficio muy seguro, conocedor profundo de los artificios retóricos, hábil a la hora de dosificar los recursos expresivos, a los que él anteponía en importancia la emotividad, que fue el pilar inamovible de su poética.

Adscrita en un principio a la corriente de la llamada poesía social, la obra de José Hierro ofrece, en su conjunto, muchos planos: desde la sentimentalidad diáfana de sus inicios hasta el ámbito alucinatorio en que se mueve a partir de la década de 1960, desde el lamento íntimo al himno colectivo, desde el bucolismo al escenario de la megalópolis, desde la espiral abstractiva hasta la estampa social, su poesía implica una indagación de la realidad desde una conciencia fluctuante que se afana en definirse y en clarificarse a través del discurso. (Y siempre esa tendencia narrativa suya: poemas que se expanden, que divagan, que se desvían por atajos imprevistos, creando un discurso caleidoscópico, una trama reflexiva que no renuncia a la expresión del aturdimiento).

Más información
El poeta 'fatalmente' testimonial

Extracto del prólogo de Felipe Benítez Reyes a la antología de Hierro.

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