_
_
_
_
_
Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

A Sol Picó no le importa hacerse mayor

Energía, optimismo, humor, desparpajo. Los espectáculos de la bailarina y coreógrafa Sol Picó (Alcoi, 1967) son un reflejo de su vitalidad positiva. Pero aunque cueste creerlo, también este terremoto en zapatillas de puntas tiene sus momentos de bajón y no ha sido inmune a la crisis de los 40. La reflexión sobre el paso del tiempo y las renuncias que comporta son el germen de El llac de les mosques, el espectáculo que presenta hasta el domingo en el Mercat de les Flors de Barcelona. Pero, ¡alto!, esto no es en absoluto una ventana abierta a las tinieblas. Todo lo contrario. El confesado "mal rollo" que motivó la pieza se ha disipado durante el proceso creativo, como en una balsámica catarsis. "Ha acabado siendo un canto a la vida. Me hago mayor, ¿y qué?", dice, recuperado el buen tono de siempre.

La bailarina hace balance y presenta 'El llac de les mosques' en el Mercat de les Flors

El llac de les mosques nació también del deseo de Picó de volver a interpretar un solo -"aunque es un solo muy acompañado porque somos siete personas en el escenario"-, de recuperar la austeridad escénica tras el gran despliegue de Sirena a la plancha, creado para la Expo de Zaragoza, y retomar la relación íntima con el público. La coreografía, en la que intervienen también el bailarín Valentín Rocamora y el actor maquinista Joan Manrique, tiene formato de concierto de rock and roll. La bailarina Picó adopta el papel de la cantante: maestra de ceremonias, presenta a los músicos (Mireia Tejero, Mercè Ros, Jordi Pegenaute, Joan Rectoret) y comparte coreografías con los coros. La alcoyana ha acudido a la rebeldía propia del rock como metáfora de su propia rabia. "Cumplir años me afecta porque me cuesta mucho despegarme de las cosas. Me cuesta abandonar el ritmo físico al cual estoy acostumbrada. Pero sé que deberé ir haciendo otras renuncias", dice, sin reparar en cómo se contradicen sus palabras y las contorsiones de su cuerpo, hace un momento, posando para el fotógrafo.

Para Picó resulta inevitable, incluso recomendable, pararse a hacer balance. Y a ella le ha coincidido con el 15º aniversario de la creación de su compañía, ganadora, entre otros, de seis premios Max y coproductora de El llac de les mosques junto con el Mercat de les Flors y el Centro Párraga de Murcia, donde se estrenó en febrero. "De una manera muy orgánica, han ido saliendo elementos de diferentes espectáculos. Aparece un cactus [Bésame el cactus es una de sus creaciones más emblemáticas], una manera de decir el texto similar a la de Paella mixta...", señala.

En esta revisión de lo vivido, ha aprendido que debe asumir los acontecimientos tal como se producen, adaptándose a las transformaciones y sacando el mayor partido de cada momento, aunque el ejercicio a veces pueda doler. "En el espectáculo se repite varias veces una frase mítica. Le pregunto al espejito quién es la más bella y me dice que ya no soy yo". El viaje al autoconocimiento está lleno de energía y de matices, "como en la propia vida, hay dulzura, momentos más duros, otros sensuales". Valerosa, Picó acaba asumiendo hasta el mayor de los imponderables. "Acabo cavando mi propia tumba", confiesa. Pero para enterrarse en ella le queda aún mucha cuerda. "El cuerpo tiene un límite y como bailarina me lo planteo a menudo. Aunque igual me sorprendo a mí misma".

Sol Picó, incombustible, sabe que en realidad le queda aún un largo recorrido.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_