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Los frutos lúcidos

"Octavio Paz comenzaría sintiéndose desgarrado entre una poesía pura, que defendían los poetas de la generación anterior que él admiraba, y una poesía social, acorde con una idea mesiánica de la sociedad futura que, él querría creer, se forjaba entonces en América Latina. Como ninguna de estas dos poéticas lo dejaba completamente satisfecho, comenzó a formular una solución paradójica: el poema como luz negra que señala la conciencia de estar en el mundo, de vivir entre los otros y en la historia. El poema como síntesis de opuestos: el arco del guerrero y la lira del que canta. Ni opuesto ni subordinado a la historia, ardiendo en la conciencia apasionada de estar en ella.

Pero también el poema como la más profunda presencia de la vida, de sus milagros y calamidades. Búsqueda perpetua: 'Y me hundo en mí mismo y no me toco'. Y búsqueda ritual, a la vez, del cuerpo de la amada: 'Única tierra que conozco y me conoce, única patria en la que creo, única puerta al infinito' (... )".

Más información
Octavio Paz, poeta del tiempo

Extracto del prólogo de Alberto Ruy Sánchez sobre la antología de Paz.

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