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Reportaje:Talentos

Evocación 'gore' de la Transición

La catalana Laia Fàbregas triunfa con una primera novela escrita en holandés

Laia Fàbregas (Barcelona, 1973), escritora primeriza, no las tenía todas consigo. Sí, el cuento estaba bien: una chica que va perdiendo los dedos a medida que recuerda un pasado traumático. Gustó mucho entre sus compañeros del taller de escritura, en Ámsterdam, donde residía entonces, en 2003, tras cursar un Erasmus en Utrecht. "Les llamaba la atención que mi holandés era correcto aunque sonaba raro". Pero una cosa era redactar un ejercicio en clase y otra lanzarse a escribir una novela entera. Y además en holandés, una lengua que sonaba a un cruce de inglés y alemán y que no dominaba. Y, sin embargo, funcionó.

El relato se convirtió en novela y siguió gustando a la crítica y al público. Het meisje met de negen vingers (Anthos), que así se tituló, recibió reseñas alentadoras en la prensa local y, nada más publicarse, hace justo un año, se imprimieron tres ediciones más en sólo dos meses. "Supongo que al ser una extranjera que escribe en holandés ya es un factor atractivo", aduce con modestia, para explicar su éxito en los Países Bajos. "Y luego está que todo lo español interesa mucho allí. España, y Barcelona, son palabras que están muy presentes en las conversaciones". La razón: el sol, tan pródigo aquí y tan esquivo en las tierras neerlandesas. La chica de los nueve dedos, publicada en España por El Aleph, narra la historia de Laura, una treintañera que carece del dedo meñique derecho y que recuerda su infancia en la Barcelona de la Transición.

"Ser una extranjera que escribe en holandés ya es un factor atractivo"

Sus padres, militantes antifranquistas, la educaron a ella y a su hermana sin fantasías infantiles. Y les impusieron una misteriosa prohibición: no tomar fotografías de familia. Tendrían que aprender a memorizar cada detalle. En una atmósfera onírica, Laura intenta desentrañar el secreto familiar mientras confiesa cómo va sufriendo la mutilación del resto de dedos. ¿Una alegoría de la represión ideológica? "No es que quiera desorientar al lector, pero me gusta que queden preguntas sin respuesta", advierte. "Leí en Umberto Eco que el lector también es responsable de dar sentido a lo que lee". Y eso es lo que hicieron sus primeros lectores: "Un amigo me comentó que le había parecido una mezcla de Auster, Tarantino y Amélie", confiesa, obviamente encantada.

Todo empezó en Utrecht hace 10 años, adonde llegó con una beca de Bellas Artes. Le gustó el país y se quedó. Nada de romanticismos. "Fue algo práctico. Vi que allí podía encontrar un buen empleo, con un salario normal y uno o dos días libres para escribir".

Trabajó aquí y allá. De secretaria en un banco a gestora de informática de la policía de Ámsterdam. En sus ratos libres estudiaba el idioma y montaba instalaciones artísticas. Pero ella quería escribir. Así que se matriculó en la escuela de arte Gerrit Rietveld, en la capital. Allí escribió la peripecia de Laura, improvisando bastante. Un amigo le habló de ella a un agente literario y todo fue rodado. En la Feria del Libro de Francfort de 2007, su editorial holandesa, Anthos, contrató las traducciones al italiano y al francés, entre otros idiomas, antes incluso de publicar la novela. Eso sí que es poner una pica en Flandes.

La escritora Laia Fàbregas, en el bar Ámsterdam de Barcelona.
La escritora Laia Fàbregas, en el bar Ámsterdam de Barcelona.CARMEN SECANELLA

Grandes preguntas

- ¿Quién es? Laia Fàbregas (Barcelona, 1973) es autora de La chica de los nueve dedos (El Aleph), su primera novela, escrita en holandés. Relata la experiencia traumática de una niña de la Barcelona de la Transición.

- ¿De dónde viene? Es licenciada en Bellas Artes por la Universidad de Barcelona

y ha compaginado las instalaciones artísticas con empleos como consultorías o la gestión informática en la policía de Ámsterdam.

- ¿Adónde va? Mientras sigue con un pie en la consultoría, prepara su nueva novela, que alternará el castellano y el catalán, y que combinará dos ingredientes: "Un señor de Cáceres y una caja de arena de playa".

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