Justicia autómata
La pena impuesta a María del Saliente Alonso por haber pegado a su hijo en la cabeza (67 días de cárcel y un año y 67 días de alejamiento), me recuerda a los servicios telefónicos de atención al cliente de grandes empresas, tecnológicamente punteras, en los que una voz metalizada nos indica los pasos a seguir: si desea esto, pulse tal, si desea esto otro, pulse cual. Así parece que funciona una parte de nuestra justicia, sin criterio ni sentido común, en la que los jueces, como autómatas, ven el hecho denunciado, acuden al artículo correspondiente de la ley, y literalmente imponen la pena que en él consta sin preocuparse por las circunstancias que motivaron el hecho punible ni las consecuencias que conlleva la pena impuesta. Si para poder impartir justicia hay que aislarse varios años del mundo y concentrarse en la memorización de temarios y leyes, a nadie debe extrañar que haya jueces que actúen con ese automatismo. Más vale que no sean muchos, porque de generalizarse ese comportamiento, la justicia impartida por una computadora sería igual de justa y eficaz, pero infinitamente más barata.