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Columna
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Familia

Hace tiempo podíamos considerarnos ciudadanos, personas libres que ejercen sus derechos. El uso de tal concepto se desarrolló de manera excepcional en la Revolución Francesa. La llegada de los ayuntamientos democráticos hizo extensivo el término vecino para quienes vivían en la ciudad. El desarrollo del comercio nos ha convertido a todos en consumidores y en depositarios de diferentes derechos en calidad de tales. En las películas americanas se usa mucho el concepto contribuyente, como depositario de derechos por el hecho de aportar dinero para la financiación del Estado. En los partidos socialistas y en los sindicatos se llaman entre sí compañeros y en los comunistas y falangistas camaradas. Incluso somos todos personas, unos hombres y otras mujeres. O como termina Las uvas de la ira, "nosotros somos la gente".

Pero desde hace un tiempo parece que nada más que hay familias. Todo se hace para las familias. El Estado tiene que apoyar a las familias. La educación debe impartirse pensando en las familias. La organización de los centros educativos tiene que hacerse pensando en los horarios de las familias. Las ayudas del Gobierno por la crisis económica tienen que hacerse para las familias. Todo para las familias. Si George Lakoff analizase el caso nos podría decir que es un ejemplo de la asunción de un marco conceptual de la derecha por parte de la izquierda. Ya no somos depositarios de derechos individuales sino que lo somos si formamos parte de una célula mayor que es la familia. Seguro que quien ha puesto a circular el concepto no piensa en que ya hay familias monoparentales, homosexuales, reconstituidas y tradicionales. Se olvida de los que antes eran solteros y ahora se llaman singles. Si no vives en familia no tienes derechos y no mereces la atención del Estado.

Todo este vendaval conceptual ha contado con el entusiasmo de la Iglesia católica, que cada vez que puede convoca manifestaciones porque, a su entender, la familia está en peligro. Es curioso que quienes lo promueven no tienen familia (que se sepa). Rouco y Cañizares no están casados ni tienen descendencia conocida. El PP ha comprado la mercancía ideológica con énfasis. Ya se sabe que la derecha española es mucho de la familia, el municipio y el sindicato (vertical, claro). Cada vez que habla Arenas lo hace para llamar la atención sobre las familias, la exigencia de que los gobiernos ayuden a las familias. Es seguro que tanto Arenas como Rouco piensan en el mismo tipo de familia, la tradicional, cuyo ejemplo paradigmático son las de los Neocatecumenales y los del Opus, familias numerosas, casi de televisión en blanco y negro. Aunque luego los dirigentes de la derecha son los que más se divorcian. Todo el conflicto contra la Educación para la Ciudadanía se hace en nombre de las sacrosantas familias y contra lo que Carlos Seco, el dirigente popular que ha promovido los recursos contra la asignatura, llama "ideología de género" y "relativismo moral".

Debe ser algo así como una conspiración judeomasónica contra las familias. No les voy a llamar integristas vaya a ser que me pongan una querella, pero desde luego muy tolerantes no parecen. Son más de Lefèbre, que ahora ha vuelto a la Iglesia católica. Los 150 objetores andaluces contra la asignatura, algunos de los cuales habían obtenido amparo de la sala tercera de lo Contencioso del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, eran grandes defensores de la familia. El presidente de esta sala, llamada vaticana, es hijo de un dirigente del Foro de la Familia. Resulta que los colegios religiosos concertados habían pactado los contenidos de la materia, por lo que cabe suponer que también ellos están contra las familias. Muchos de los libros elaborados por editoriales católicas tienen unos contenidos que rebosan moral católica hasta el punto que el teólogo Juan José Tamayo escribió que era como si se impartiese dos veces la religión. Como diría Vito Corleone ¡Ah!, la familia.

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